Mi mejor amigo

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-Entonces se enojó. No tengo idea de porque. Sólo fue una plática, no es que nos encontrara manoseandonos escondidos e mi cuarto, sólo ha-bla-mos y... ¿Violet, estas escuchándome?
-¿Eh?- parpadeo ahuyentando los fantasmas de mi cabeza.
-Llevo como media hora hablando y no sé desde cuando has dejado de escucharme.- gruñe Sam.
Sonrío disculpandome.
-¿Puedes repetir lo último?
-Olvídalo- suspira, aunque no parece enojado-. Te he visto muy distraída, ¿qué pasa?
-Resaca literaria- miento.
-¿De que libro?
-El juego de Ender- improviso.
Sam me mira triunfante antes de decir:
-Mentirosa. Sé que se lo pediste a Mayra y ella aún no lo ha terminado.
-Lo leí en PDF- sigo.
-Ni aunque pongas cara de póquer te voy a creer, Violet- exclama, la sonrisa aún en su rostro-. Dime la verdad: ¿hay un chico?
Aprieto los labios muy juntos, ahogando una sonrisa. Son justamente las palabra que esperaba oír de mi madre, pero no. Creo que es la clase de pregunta que sólo te hace quien realmente te conoce. Duele tener una madre que no te conozca, pero debo agradecer tener un amigo tan bueno como Sam.
-Es imposible- sentencio como única respuesta.
-Quiero la historia completa- me codea.
-El descanso terminara pronto- me excuso.
-Pues más te vale ir empezando.
Suspiro. No voy a poder evadir a Sam. Se lo cuento del principio al final, lo cual no me lleva mucho. Incluso termino unos minutos antes de que suene la campana que marca el fin de receso. Sam se queda pensativo mientas entramos al salón de mate con su usual mohín y ceño fruncido que delatan concentración. Es una cara tan buena que los maestros piensan que en verdad se esta esforzando cuando le hacen una pregunta.
-¿De dónde dices que es?
Me quedo de piedra. Estuve como una hora paseándome por su perfil y no sé me ocurrió ver de donde es.
-No lo sé.
-¡Ay, Violet!- bufa-. Eso es decisivo.
-¿Decisivo en que? No va a pasar nada.
-¿Por qué no?
-Por un montón de razones: no sé ni donde vive, no nos conocemos, tiene novia... ¿en verdad quieres escucharlas todas?
-Que haya portero no significa que no se pueda anotar un gol.
No puedo evitar reírme.
-Pero aún queda el hecho de que sólo hemos hablado como dos veces. No es nada.
-No digas que no es nada mientras te pones roja.
Vuelvo la cara para que no pueda verla. Siento más rubor arremolinarse en mi rostro y cuello.
-Me gusta y ya. Como me gusta el color morado y la pizza. No significa NADA.
-¡Eres una horrible mentirosa! Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de que es más que un gusto pasajero.
-Ya te di...
-Violet, Samuel, ¿quieren compartir algo con la clase?
Silencio total, la clase de silencio que sólo se puede conseguir en estas situaciones.
-No, nada- dejo que conteste Sam, se ve tan inocente como si realmente no hubiera hecho nada. Si yo hablara, en cambio, estoy segura de que la culpa se leería en mi rostro más fácil que si estuviera por escrito.
El maestro Carter nos lanza su típica mirada conocida como "mata-esperanzas" porque nadie sobrevive a ella, ni los más bravucones la soportan. Su mirada transmite tanta apatía que podría echarme a llorar. Sólo hay una persona inmune: Sam. Así que en cuanto el maestro nos da la espalda, sigue hablando.
-Así que ¿asesina?- susurra por encima del hombro
-Cállate.
-Tengo que conocerlo- anuncia Sam cuando salimos del último salón de clases del día.
-Ni yo lo conozco- me burlo.
-Hablo de que me des su Facebook.
-No- declaro.
-¿Por qué no?- luce decepcionado.
-Porque no tenemos amigos en común, así que si le enviaras la solicitud, yo aparecería como único amigo en común. Sabrá que tienes que ver conmigo.
-¡Puf! Aguafiestas. Ya sé, ya sé- agrega un momento después. Sam es así: no se puede estar callado-. Entro a su perfil, agrego a uno de sus amigos y cuando éste me acepte, ahora si agrego a tu grandioso Loan y así tendremos dos amigos en común y no se centrara en ti.
-Si, porque dos es un número enorme.
-Debes admitir que es una buena idea.
-Si, ok: Loan Consatti. Con i latina y doble t.
-Malas noticias: no suena mexicano.
-No lo acoses mucho- le doy un golpecito.
-No más que tú- ríe dando un salto atrás, previniendo un segundo golpe-. Hablamos en la tarde- se despide-. ¿Segura que no quieres que te lleve?
-No, tengo que esperar a Dan.
-¿Te contó que Cassie rompió con él?
-Si, ¿cómo lo sabes?
-TODA la escuela lo sabe.
-Si no fuera mi hermano, no lo sabría.
-Yo te lo diría- me guiña un ojo antes de dirigirse al estacionamiento del colegio, a su rico y cómodo auto con aire acondicionado y asientos de piel, lujo del que no puedo gozar por tener que esperar a mi hermano.
Sam y yo somos mejores amigos desde que lo recuerdo. Nos conocimos en la escuela. Yo era muy tímida y no me acercaba a nadie, mientas que Sam acababa de llegar a la ciudad y no conocía a nadie. Así fue como nos hablamos en un principio y luego descubrimos que vivíamos muy cerca y nuestra amistad creció. Más tarde, cuando entramos en la secundaria, se dio en Sam el mismo cambio que en mi hermano: tiene un carisma natural que atrae a todos y lo hace popular-pero al contrario de con mi hermano, eso no nos separó-, aunque él no parece notarlo ni eso ni a todas las chicas que trae detrás. Ya me he cansado de insistir en que salga con alguna de las muchas chicas que trae loquitas, pues se niega una y otra vez. Sólo ha tenido una novia, lo cual le agrega un poco de misterio y aumenta su atractivo. O eso dicen. A pesar de insistir, Sam nunca me ha revelado porque no consigue novia si prácticamente tiene para elegir, simplemente se limita a encogerse de hombros y cambiar de tema. Puede que usualmente sea muy extrovertido, pero se encierra como una concha cuando se trata de ese tema. Así que no lo molesto. Al menos no mucho.
Me dirijo a la cancha de fut y me dejo caer en el pasto. Dan, quien no es muy bueno estudiando, tiene que quedarse una hora más a clases de regularización. No va tan mal para que lo obliguen, pero necesita un buen promedio para que el siguiente año lo dejen entrar en el equipo. Y ambos sufrimos las consecuencias.
Usando mi mochila como almohada, me pongo a leer "El retrato de Dorian Gray", con el libro alzado por encima de mi rostro para tapar el sol de plena tarde. Apenas he leído unas cuantas hojas cuando escucho unos pasos amortiguados acercándose. Cuando bajo el libro, ya es demasiado tarde: Xavier se ha detenido junto a mí, no hay manera de huir.
-¿Puedo sentarme?
-No- respondo de inmediato, tan seca como me es posible.
Xavier mete las manos en sus bolsillos y se queda ahí parado, incómodo como nunca. Xavier y yo fuimos novios durante 7 meses, un gran récord teniendo en cuenta que íbamos en tercero de secundaria. De eso hace ya casi cinco meses y él me sigue acosando, rogándome que lo perdone. Pero no pienso hacerlo, no después de todo lo que me hizo pasar.
-No sé que decirte para que me perdones, ya he di...
Levanto una mano, cortando su frase.
-No me importa. ¿Ahora porque no te vas?
-Sólo quiero que estemos bien.
-¿Para que, Xavier? Tú y yo no tenemos nada que hacer juntos.
Al fin levanta la mirada del pasto y me mira con sus grandes ojos verdes. Esos malditos ojos que una vez me hicieron suspirar y me robaban el aliento en igual medida. Esos ojos que me hacían titubear, pero a la vez me hacían sentir tan segura. Esos ojos de los que estuve tan enamorada que no quise ver la realidad.
-Tú y yo TENEMOS mucho que hacer juntos.
No puedo soportarlo más. Me paro de un salto, sujetando el libro fuertemente contra mi pecho y la mochila arrastrando detrás de mí.
-No te me vuelvas a acercar.
Echo a correr ridículamente, con los ojos escociendome y un nudo formándose en mi garganta. Apenas he salido de la cancha cuando tengo que reducir el ritmo: mi mochila pesa demasiado para correr. Me la echo al hombro, pero no me permito guardar el libro ni detenerme. Sólo quiero poner la máxima distancia entre nosotros. Llego a la entrada de la escuela, pero sigue sin ser suficiente, así que le mando un mensaje a Dani diciéndole que me surgió algo, y echo a correr lo más rápido que puedo a mi casa. No es que se encuentre cerca, pero tampoco demasiado lejos. Puedo llegar. Puedo... me caigo. Y no suavemente. Hay que tener en cuenta que iba corriendo, con las manos aferradas a las correas de la mochila, por lo cual mis rodillas se llevan la peor parte. No lo resisto más, dejo a las lágrimas fluir, recordando ese día hace ya casi cinco meses, el día en que mi mundo empezó a venirse abajo. Es hasta que suelto mis rodillas y miro mis manos en busca de daños que me doy cuenta de que estoy sangrando. Ambas rodillas tienen cortes más profundos de los que creí. Hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para levantarme, con las manos llenas de lágrimas, sangre y suciedad. Que bueno que no veo a nadie cerca, debo parecer patética y...
-¿Sam? ¿Que haces aquí?
-Los estaba esperando para llevarlos a casa- confiesa frotándose la nuca, como hace siempre que se siente inseguro.
-¿Por qué no me lo dijiste? No tenías que esperarnos.
-Lo sé- dice quedamente-. Iba a avisarte, pero entonces te vi hablando con Xavier...- su tono decae hasta desaparecer por completo. Sigue frotándose la nuca.
-Me hubieras hablado, me habrías librado de una buena.
-Una muy, muy buena- asiente con un gesto que me abarca completa-. Me arrepentí de dejarte en cuando te vi correr. Vamos, necesitamos curarte.
Dejo que tome mis cosas y me guíe hasta su coche que esta un par de metros adelante. Me siento en el borde del cómodo asiento, cuidando no manchar el auto de sangre.
-Debe haber algo útil por aquí- murmura pensativo, revolviendo el contenido de su guantera, el cual se ha convertido en un mini botiquín desde que práctica MMA- Artes Marciales Mixtas-. Creo que esto servirá- comenta mientras me envuelve una rodilla con vendas y luego la otra.
-Gracias.
Nos quedamos un momento en silencio, con una tensión desconocida en nuestra relación. Sé que se muere por preguntarme por lo sucedido, pero también sé que no lo hará porque él no es así, vive bajo el concepto de que quien quiera te contara lo que sucede y si no lo hace no debes insistir, al menos en los temas importantes. Se frota con tanta fuerza la nuca que temo que se la haga sangrar. Alargo una mano hacia él.
-Para, te harás daño.
-Bien, porque tengo muchas ganas de hacer daño y si no me lo hago a mi mismo, le partiré la madre a Xavier o al primer desgraciado que se me pongan enfrente.
-No digas eso- lo tomo suavemente de la muñeca, impidiéndole continuar con su penitencia.
-¿Cuanto falta para que Daniel salga?
Esbozó una tímida sonrisa, con una idea formándose en mi cabeza.
-¿Sabes? Dan me debe demasiadas, además ya le dije que me iba, ¿así que porque no damos una vuelta por ahí?
Sam comparte mi sonrisa y rodea rápidamente el auto, aún cargando mi mochila. Luce realmente radiante cuando dice:
-¿A dónde?

CPS(Comento Para Saber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora