Es martes.
La realidad me golpea nada más despertar: apenas es martes y ya he perdido a mi mejor amigo.
Bueno, no es tan definitivo como eso, pero, por el momento, me he quedado sin Sam, el mejor amigo que puede existir. Y lo peor es que no sé como recuperarlo. Sam y yo nunca nos hemos peleado, por lo que no tengo idea de que hacer en estos casos. Es más: ni siquiera sé con exactitud que fue lo que le molestó. O sea, sé lo que dije, pero no consigo identificar el momento exacto, las palabras exactas que provocaron su cólera. Lo que me hace preguntarme si fui yo la culpable o si simplemente Sam exagero.
Pero, dentro de todo eso, existe algo más, algo que no me deja tranquila: no son las palabras que nos dijimos, no fueron los gritos, ni siquiera fui yo. Fue lo que no se dijo, lo que Sam no menciono. Y no porque lo haya olvidado, sino que lo omitió deliberadamente.
Ahora son dos los pensamientos que me aquejan: el esta enojada con mi mejor amigo y lo que sea que éste me oculta.
Entre tanta cavilación, hago que lleguemos tarde al colegio. Dan no deja de quejarse a pesar de que es siempre por su culpa que no llegamos temprano. Pero hoy Dan es el menor de mis problemas.
Apenas doy un paso dentro de la escuela, me entra el pánico. No es como si no tuviera más amigos además de Sam, pero aún así no es lo mismo. Y a pesar de que normalmente no nos vemos hasta que empiezan las clases, me siento extrañamente vacía cuando me separo de Dan y me dirijo a mi primer salón. Me detengo en el umbral. ¿Me siento en el mismo lugar? ¡Vamos, Violete, no exageres! Es sólo una pequeña pelea, de seguro Sam ya ni se acuerda.
El timbre suena y mi amigo entra tan atrasado como siempre, con la mochila colgándole de un hombro y el cabello despeinado sobre la frente. El profesor lo recibe con el regaño de siempre. Hay un par de bancas vacías, por lo cual tiene la opción de sentarse en un lugar diferente. Lejos de mí. Pero no lo hace. El ya tan familiar sonido de sus pies arrastrandose sobre el suelo del salón, llega hasta mí. Deja caer su mochila con estruendo y se sienta en su lugar de siempre. Sin embargo no me mira. Ni siquiera voltea en mi dirección, es como si no existiera. Y eso no le afectara.
Me muerdo un labio y me obligo a desviar la vista, concentrando- o fingiendo hacerlo- mi atención en el pizarrón.
Termina la clase. Luego la siguiente. Y la siguiente. Y Sam sigue sin notar mi existencia. Y lo peor es que todos lo notan, es imposible no hacerlo. Es como el rompimiento de una pareja que lleva varios años juntos, como si se rompiera un compromiso o se dijera "no" en una boda. Así de trascendente era nuestra amistad. ¿Era? No, no debo pensar así. Fue sólo una pelea. Ahora sólo tengo que dejar a un lado mi orgullo y pedirle perdón. Y luego él dejara su orgullo y también dirá que lo siente. Así de fácil. ¿No?
Llega el almuerzo. Nada. Suelo- solemos- sentarme con un grupo de amigos, pero ni Sam esta allí ni yo quiero estarlo. Simplemente no quiero aparentar que la vida sigue igual cuando es evidente que algo falta. Así que me dirijo al jardín y elijo una banca que suele estar vacía. Y ahí me abandono a la preocupación que he estado ignorando deliberadamente. Intento retenerlo un poco más, pero no lo consigo.
Se me escapa una lágrima. No es por Sam, es por algo que me causa verdadero terror, algo que no le he contado a nadie. Ni a Sam. Ni a mi madre. Ni a mi hermano. A nadie.
Es Xavier.
Me aterra más de lo que podría admitir. Ha sido así desde hace tiempo y jamás he hablado de ello. Esa fue la razón por la que termine con él contra todas las predicciones del resto de la escuela que decían que él me dejaría por una chica mejor. Y a ojos de todos, así fue. Yo terminé con él, pero todos, excepto mis más allegados, pensaron que simplemente él me había dejado. Y así debió parecer por lo patética que parecí durante un tiempo mientras que a él no se le veía afectado en lo más mínimo. Y es que él es así: tan bueno en fingir. De cara al mundo es la persona más buena, amable y considerada del mundo. Pero yo conozco la verdad, la realidad que tan bien esconde detrás de esa máscara de bondad. Por eso no se lo he contado a nadie: tengo miedo de que no me crean, que incluso me convenzan de que estoy loca, que Xavier no es así. Sé que Sam me creería, pero no quiero involucrarlo, conociéndolo sé que no dudaría en llegar a las manos y no quiero meterlo en problemas. Al menos antes tenía su compañía, su distracción. Ahora ya no y es por eso que me aterra tanto haberme peleado con él.
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CPS(Comento Para Saber)
RomanceVi siempre ha pensado que la preparatoria es un buen lugar para enamorarse, ¿por qué no? Y sobretodo es un buen momento para olvidarse de su psicópata ex novio. Sin embargo, Loan, un enigmático chico lector, no se encuentra en su instituto, de hech...