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 —Deberías poner tu nombre en las reseñas —dice Marla.

Yo me encojo de hombros.

—Estoy bien con el seudónimo.

—Nunca te ha gustado ser el centro de atención, eres muy tranquilo aun y con todo el poder que tienes.

Llama al mesero con un gesto y le pide más té helado.

—¿Cual poder? —le pregunto cuando el mesero se va.

—El poder de destruir la reputación de cualquier restaurante si quieres.

—Tengo el poder si Montero me lo permite —la corrijo.

—Deberías darte más a respetar con ese sujeto, ¡cumples con absolutamente todo lo que te pide!

—Estoy bien así.

Ella frunce el ceño.

—Aunque sea pídele un aumento.

No respondo. Simplemente sonrío, y eso la frustra aún más.

Veo a Marla más seguido que a Iñaki. A veces salimos a comer sushi tal como en este momento, o tomamos un café en mi casa. No me gusta que me visiten sin avisar, así que ella me llama dos o tres días antes de venir. Es una amiga muy cercana de Gloria, mi hermana mayor, quien pronto será una de sus damas de honor en su boda. Marla se comprometió hace poco con un abogado que conoció en una fiesta, un sujeto por demás arrogante pero físicamente atractivo, y con facilidad de palabra. Ella me dijo que estaba enamorada de mi cuando teníamos veintiún años, y yo la rechacé. Creí que no volvería a hablarme, pero siguió siendo mi amiga.

El mesero trae el té helado y noto que se queda viendo los ojos marrones de Marla y su alborotada melena caoba. Ella es muy hermosa, y creo que no se da cuenta de eso. Las mujeres no me atraen demasiado, pero eso no me impide tener un criterio sobre qué o quién es bello. Y creo que Marla lo es. Ella sigue hablando sobre lo injusto que es Montero conmigo, y yo me limito a escucharla comiendo más lento de lo habitual. Puede darle vueltas a un tema por horas sin cansarse. Me gustaría tener esa capacidad, así podría tener mis reseñas listas mucho más rápido.

Mi amiga me ve a los ojos por un momento. Guarda silencio.

—¿Qué pasa? —le pregunto, ladeando la cabeza.

—Te ves mejor que otros días, ¿te pasó algo bueno hoy?

Mañana me traen a mi sirena. No creí que mi entusiasmo se notaría tanto.

—Nada especial, solo hablé con Iñaki por teléfono. UNIKA va a entrevistarlo y va a aparecer en la portada. Estoy feliz por él.

Marla suspira con una sonrisa.

—Recuerdo cuando le decía que se saliera de artes culinarias para convertirse en modelo o actor. Y el muy cabrón ahora tiene lo mejor de dos mundos.

Se ríe, luego acerca su mano a la mía por debajo de la mesa. Puedo sentir su anillo de compromiso en el dedo corazón.

—Gus, solo voy a repetírtelo una vez más —dice, muy seria.

Qué cambio tan brusco de tema.

—¿De qué hablas?

—Tú sabes de qué hablo. Los preparativos van bien, y Carlos es un hombre maravilloso, pero...si tú me lo pides, yo podría...

Niego con la cabeza

—No, Marla, ya olvida eso. Yo no estoy hecho para esas cosas.

—¿Cómo puedes saberlo si nunca lo has intentado? Yo podría...

Tomo aire y aparto mi mano de la de Marla.

—Escucha, yo te aprecio —le digo—. Te aprecio mucho, eso es todo. Pensé que ya lo habías superado, y me preocupa que todavía no. Carlos sí siente cosas por ti, por eso vas a casarte con él. Olvídame, por favor.

—Gus...

—Vas a casarte con él y yo iré a tu boda. Soy tu amigo, y no voy a perderme algo tan importante para ti.

Marla lloró la primera vez que me confesó sus sentimientos hace nueve años. Esta vez no es así. Ella esboza una sonrisa falsa y asiente. No soy muy empático, pero tengo una idea de lo que está sintiendo ahora.

Y me da mucha pena.

Así persiste el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora