31

873 156 8
                                    


Es una noche muy hermosa. El cielo y el mar tienen el mismo color negro azulado, y no hay ni una sola estrella.

El velero se mueve despacio; el viento, leve y agradable, lo hace moverse de un lado al otro. No va en línea recta. Marina y yo, sentados juntos en un extremo, contemplamos el cielo tomados de la mano.

«Es la primera vez que anochece aquí», piensa ella.

Han pasado dos días desde que Marina fue descubierta por Gloria y Marla. No hemos hablado al respecto, y tampoco tratamos de pensar en ello para no lastimarnos el uno al otro

—¿Cuánto tiempo te dio el chef para pensarlo? —pregunta Marina.

— Cinco días.

—¿Y qué le dirás?

—Voy a rechazar la oferta.

—Pero... estudiaste muchos años para algún día estar en una cocina como esa.

—Sí, pero ya no es lo que deseo. Si tomara ese trabajo te descuidaría mucho.

Mi amada no contesta. Reclina su cabeza en mi hombro.

—Sé un poco más egoísta —me pide con tranquilidad.

—Lo soy.

—No, no lo eres.

—Si no lo fuera, en este momento tú estarías en el mar.

—Estoy en el mar.

Volteo a verla.

—Este no. El real.

Siento un terrible dolor en el pecho. Tarde o temprano el tema debía salir a flote. Tantas horas reprimiendo nuestra tristeza y preocupaciones nos está cobrando factura. Me duele mucho, tanto, que casi puedo sentir la sangre brotar de una herida abierta. Veo hacia abajo. Estoy intacto. Marina, por su parte, no se queja. Ella permite que el dolor se apodere de ella.

Esto es horrible, pero nos sentimos liberados.

—Dices que eres egoísta, cuando la egoísta soy yo —dice Marina sin voltear a verme, acariciando el dorso de mi mano—. Esta es la única oportunidad que tienes para hacer lo que amas, y la vas a dejar ir por mi. Eres el hombre más bueno que he conocido, no pienses lo contrario porque no es verdad.

El agua sube ligeramente. Yo rodeo sus hombros con mi brazo, ella relaja el cuerpo y por fin me mira a los ojos.

—Llévame al mar—me pide.

Yo me estremezco.

—¿Estás segura?

—Tú y yo somos uno, Gus. Si la paso mal tú lo sabrás y volverás por mí. Si no, entonces acepta el ofrecimiento de Brasme y sigue con tu vida.

—¿Y no volverte a ver?

Marina sonríe.

—Yo siempre voy a estar contigo, aunque nuestros cuerpos tomen caminos distintos. En un tiempo tendremos que volver a vernos, y tendremos muchas historias que contarnos. Me gustaría volver a la bañera de vez en cuando, ¿sabes? Es muy cómoda, y allá en el mar no tendré televisión, así que cuando vuelva quiero que veamos muchas películas.

Le regreso la sonrisa. El dolor se ha ido.

Marina me besa con ternura, la tomo en brazos y nos lanzamos al océano. El agua es cálida, y entre más profundo vamos, menos intenso es el negro azulado que nos rodea. Cuando llegamos al suelo el agua es totalmente cristalina.

Veo el cabello de Marina flotando, su delicada figura, y los pechos apenas cubiertos por el par de conchas. La amo, la amo demasiado.

Nos besamos con voracidad. La abrazo fuerte, no la libro de mí.

Esto será un hasta pronto. Estoy listo para lo que pase.

Así persiste el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora