14

1.3K 209 51
                                    

—¿Y cómo te fue en ese viaje a México? —pregunta Alicia, cuñada de Marla, a Iñaki. Todos los presentes en la mesa lo miran llenos de admiración, y él, con una gran sonrisa, responde sus dudas. Si yo fuera Marla no lo hubiera invitado a mi fiesta de compromiso, pues está acaparando toda la atención que debería ser para los futuros novios. Pero a Marla no le importa, ella quiere mucho a Iñaki, y además es uno de sus amigos más cercanos. Carlos, por su parte, sí luce molesto, por mucho que lo intenta disimular.

Estamos en un restaurante argentino muy elegante, y al que en su momento le di 5 estrellas sin que Montero me lo pidiera. Es caro, sin duda Carlos tiene dinero. Alquiló todo el segundo piso para sus invitados.

—Viajé a la ciudad de México para ser un invitado especial en un concurso de cocina, se llama Kitchen Duels —dice Iñaki después de beber un poco de vino—. Va a salir al aire en un par de meses. Es mi oportunidad para ser reconocido en Latinoamérica.

—Eres encantador, Iñaki —sonríe Celeste, prima de Marla—. Te va a ir muy bien.

—Lo sé, solo queda esperar. Siento que ya tengo a esos indios en el bolsillo.

Todos ríen, excepto yo. Reconozco que Iñaki tiene carisma, pero creo que soy inmune a él. No todo lo que dice me parece gracioso o interesante.

Gloria aún no ha llegado. Me siento algo desconectado del resto de los invitados. Iñaki está muy ocupado contando su vida, y Marla con su prometido. Ellos tres, desde siempre, me han ayudado a integrarme en las conversaciones. Nunca he podido hacerlo por mi cuenta.

Decido concentrarme en el suave tango que hay de fondo y seguir comiendo. Quiero volver a casa lo más pronto posible, odio dejar a Marina sola.

—¿Verdad, Gus? —dice Marla volteándome a ver.

—¿Eh?

Todas las miradas se posan en mí. Trago saliva.

—¿Verdad que Etienne Brasme fue nuestro maestro?

—Ah, sí. Muy buen maestro, nos...nos enseñó muchas cosas.

No apartan la vista de mí. Quiero seguir hablando, pero no sé qué más decir.

—Ese sujeto era un engreído —comenta Iñaki, y yo contengo un suspiro de alivio—. Nunca le parecían del todo bien mis preparaciones, pero aun así me agradaba. Lo echo de menos a veces. Recuerdo que una vez trabajamos con salmón y...

Me voy de la mesa disimuladamente, dirigiéndome al balcón. Soy más atractivo para las mujeres ahora, pero no tanto como Iñaki, así que nadie se da cuenta. No puedo ni mantener una charla trivial con unas cuantas personas, ¿cómo demonios soñaba con liderar una cocina en mis días de estudiante? Soy patético.

Me quedo viendo el paisaje, preguntándome qué estará haciendo Marina ahora. Probablemente sigue viendo la televisión. Le compré un móvil hace unos días y la enseñé a usarlo. De vez en cuando me llama para cantarme, y eso me tranquiliza.

Aún faltan como tres horas para que esto termine, me muero de ansias.

—Ehh, niño guapo —dice una voz a mi derecha. Volteo, es Iñaki—. Siempre huyes.

Suspiro.

—No los tolero.

—Lo sé, solo resiste un poco —me palmea un hombro con afecto—. Oye, ¿sabes qué me dijeron Marla y Celeste?

—¿Qué?

—Que ahora eres muy sexy.

—Están ciegas.

—No, no lo están, han notado el cambio. No pensé que con una sola sirena te verías tan bien. ¿No te agradan los beneficios?

—Eh...eso creo.

—Debería darte otra. Poco a poco, mientras más las consumes, no solo te ves mejor, sino que tienes más confianza en ti mismo y tu energía aumenta al doble. ¿Por qué crees que soporto tanta carga de trabajo sin desmayarme? ¡Esas criaturitas son maravillosas!

Sonríe ampliamente, siento asco. No puedo evitar imaginármelo encima de Marina, obligándola a hacer cosas horribles.

Ambos volvemos adentro al poco rato. El fotógrafo ya ha llegado. Marla nos llama y posamos junto a ella, solo los tres. Iñaki está tranquilo hasta que su móvil suena pocos minutos después. Lo veo palidecer cuando contesta, luego cuelga, se disculpa con los invitados y se va de la fiesta inmediatamente.

Así persiste el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora