Capítulo IX

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-Vamos Samael, no seas así. Podemos divertirnos juntos-dijo Ademia dirigiendo su mirada a Samael. Entonces se rompió la conexión. Cada vez que me miraba a los ojos algo irrefrenable corría por mi cuerpo.


-Ademia, no con ella.


-Chiara, tu tía estaba intentando ayudarte. Alguien va a por ti. Algo muy peligroso. Que la Clave haya enviado a los Ravenscar no es coincidencia.-dijo Ademia mirándome a los ojos. Yo miré a Samael, él no dijo nada y únicamente bajó la mirada.


-¿Él qué?


-Chiara, vamonos- dijo Samael levantándose y cogiéndome de la mano


-Chiara, ven conmigo. Yo puedo darte respuestas. Los pecados escriben la historia, el bien es silencioso


Yo miré a Samael. Necesitaba respuestas y él no me las iba a dar. Me levanté, pero decidí seguir a Ademia en vez de a él. Samael se quedó parado unos segundos, pero después nos siguió por el pasillo


-Ademia, déjala. Ya vale. Es una niña


Entramos en una habitación. Una gran cama adornaba la sala. Con un movimiento de mano Ademia encendió unas velas que había en la cómoda. Nos dio una sonrisa y empezó a quitarse el vestido. Notaba la mirada preocupada de Samael sobre mí. Yo me acerqué a Ademia. Cada vez me sentía más atraída hacia ella. Nuestros labios se juntaron. Me tumbé encima de ella, sus manos recorrían mi cuerpo. Se pararon en la cremallera de mi vestido y esta vez si lo bajó. Yo miré a Samael, ya me daba igual si me veía desnuda o no. Una fuerza mayor me obligaba a hacer esto. Él también me miró, no dijo nada y simplemente se acercó a nosotras. Empezó a besarme la espalda. Yo solté unos pequeños gemidos.


-Ahora vuelvo, seguir sin mí. -dijo Ademia mientras dejaba uno de sus collares en mi cuello y se levantaba de la cama.


Yo me giré para mirar de frente a Samael. Él observó mi cuerpo y empezó a masajear mis senos. El ambiente cada vez era más caliente. Era algo incontrolable. No podíamos manejar nuestros actos. La lujuria nos estaba venciendo. La lujuria. Mierda.


-Para Samael, para.-dije tocándole el hombro- Es una trampa, tenemos que irnos.-Pero él parecía no escucharme, su mirada estaba fija en mi cuello mientras dejaba pequeños besos. Estaba mirando el collar.


-Es el collar-dije en un susurro. Cogí la joya y la arranqué para luego tirarla contra la pared. En ese momento Samael volvió a la cordura.


-Tenemos que irnos-dijimos los dos a la vez-Antes de que vuelva Ademia- concluyó él.


Pero ya era tarde. La bruja volvió a entrar en la habitación. Rápidamente ambos nos pusimos de pie y en posición de ataque. Yo estaba subiendo la cremallera de mi vestido en el momento en el que Ademia se dio cuenta que teníamos pensado irnos.


-No vais a iros a ninguna parte- dijo mientras sus ojos se convertían en dos bolas de fuego. Rápidamente se abalanzó sobre Samael. Este cayó con ella encima. Por mas que intentaba moverla no podía. Ademia decía cosas sin sentido, en un tono más común de los demonios. No teníamos tiempo, quizá Ademia había pedido a alguien que viniera a por nosotros y sería más difícil escapar si teníamos dos enemigos. Con un rápido movimiento saqué mi daga y se la lancé. Cuando es clavó en su espalda la criatura empezó a gritar. Un oscuro líquido salía de la herida. En ese momento Samael aprovechó para echarla a un lado y escapar de sus garras.


-Corre


Ambos salimos corriendo de la habitación. Bajamos las escaleras y nos metidos en la pista de baile. Si alguien había corrido detrás nuestro nos habría perdido al entrar en el tumulto de gente. La gente baila ajena a lo que había ocurrido ahí arriba. Agarré a Samael de la mano y nos dirigimos a la salida. Hacía mucho tiempo que no sabíamos nada de Fede y Alouqua. Pero ahora lo primero era salir vivos de aquí. Decidimos ir por las escaleras de emergencia que habíamos visto antes. Abrimos la puerta y no había nadie. Bajamos rápidamente y llegamos a un callejón. Salimos a la calle principal y la atravesamos corriendo para coger el coche. Unos fuertes pasos se oían detrás nuestro. Samael y yo nos miramos. No íbamos a salir de esta. No conseguiríamos llegar al coche


-Chiara


-¿Qué?-pregunté mirandolo. Su voz era de preocupación


-No tengo las llaves. Se las quedó Fede.- yo solo lo miré. Ya está. Nos iban a matar. No había ningún tipo de esperanza


Cada vez estábamos más cerca del coche, ya podíamos verlo. Yo memorizaba una y otra vez como era la runa de apertura. Eso tenía que funcionar. Pero entonces lo vi. La runa no haría falta. Alguien estaba dentro del coche. Yo apreté un poco más la mano de Samael para que mirara en la dirección. Ambos adelantamos el paso. Cuando estábamos a escasos metros del auto lo vi claro. Eran Fede y Alouqua. Entramos rápidamente al vehículo.


-Arranca ya. Nos están siguiendo - grité a Fede. Este se quedó sorprendido, no nos habían visto llegar. Él siguió mi orden sin decir nada.


-¿Dónde estabais? Hemos estado a punto de irnos sin vosotros.-preguntó Alouqua. Nadie le respondió. Como íbamos a explicar la situación que habíamos vivido a escasos minutos si ni siquiera nosotros la entendíamos.


-Federico, conduce más rápido joder- gritó Samael mientras miraba por la ventanilla.


-¡Qué no me llames así!


El trayecto fue corto. Por suerte la calle estaba casi vacía y pudimos ir a una velocidad mucho mas alta de lo permitido. Llegamos al instituto. No había nadie en las zonas comunes, eso significaba que todos estaban en sus habitaciones ya. Nos despedimos con un pequeño gesto. Nadie quería hablar de esta noche. Mientras subíamos las escaleras miré a Fede y le dediqué una sonrisa. Mañana sería un día de muchas preguntas.

Cazadores de LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora