VIII. Las trampas del camino

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NOTA DE AUTOR: Volvemos a encontrarnos en estas páginas. ¡Hola! Quisiera comentarles, que yo me baso en el contenido de las redes sociales y en el millón de teorías compartidas entre los fans, para ir armando esta historia. Los arabescos de este delirio son míos, pero el esqueleto fueron ustedes que lo dibujaran. Ustedes son mi mejor combustible. 😉 💖 Gracias por estar ahí, a acompañar esta historia.

Imagen de la parte superior: "El beso" del austriaco Gustav Klimt  

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Él ya había salido hace más de una hora y yo todavía estoy acostada en el sofá pensando en lo que pasó. Estoy feliz y al mismo tiempo tengo miedo, porque mi capacidad de control cerca de él, se encuentra atrapada por un hilo. Hilo que amenaza con romperse en cualquier momento. Intento entender como fui capaz de salir de esa situación de los dos en el suelo, con las bocas a un aliento de distancia y su mirada pendiente de mi reacción, sin comerlo a besos. Necesito entender donde fui a buscar fuerzas para girar mi cuerpo y salir de su cercanía, cuando sentí sus labios arder en mi mejilla, demasiado cerca de la comisura de mi boca.

"Él no ofreció resistencia y liberó mis manos, delante de mi voluntad de alejarme. Se quedó acostado mirando el techo mientras yo me sentaba. Para salir de la situación, continué bromeando.

- Como no querés compartir conmigo el helado, tendré que salir en busca de una tienda abierta para comprar uno para mí. - le dije sin mirarlo y con mi voz todavía afectada.

Él se levantó, agarró el envase y se colocó de frente a mí en cuclillas. Llenó la cuchara con helado y la condujo a mi boca.

- No queremos que te pierdas a esta hora en la calle, buscando el helado con el "sabor más feo de todos". - intentaba sonreír, al mismo tiempo que citaba antiguas palabras mías y ponía la cuchara dentro de mi boca.

- ¡No es tan complicado! - le dije al mismo tiempo que me levanté para no tener de mirarlo a los ojos. - Cuando querés, sos un amor.

Después de ese pequeño episodio, ya no había ambiente para seguir trabajando, así que muy nerviosos nos despedimos. Él prometió ponerse en contacto y quiso que le confirme que nos veríamos la semana siguiente, sí o sí. Él estaba visiblemente ansioso. Yo no me quedaba atrás. Una vez más preguntó si cenaríamos juntos y yo respondí que sí, pero que no pensara abusar de mi hospitalidad. Se rió, pero prometió ayudar."

Ahora nuevamente sola con mi mente inquieta, después de mucho pensar y revisar la escena en mi mente, una y otra vez, creo que lo que me frenó fue esa incertidumbre que vi en su mirada. Recordé una vez más el beso en mi mejilla y no en mi boca. Esa indefinición que siempre está presente. En el pasado, también estaba ahí, pero yo no conocía su verdadero poder e insistía pensando que él solo necesitaba una señal de mi parte. "¡Estaba equivocada!" Descubrí con mucho dolor, que eso tenía el poder de llevarlo lejos de mí. Y cuanto más yo insistía, más él se alejaba. Yo lo quiero, aunque sea en plan de amistad, tengo miedo de volver a dar señales equivocadas y que él vuelva a huir. Si lo que me toca es la friendzone, ahí estaré.

Sentí el teléfono y miré la pantalla. Era un mensaje suyo, agradeciendo la cena y afirmando estar ansioso por el lunes. Fue imposible matar la sonrisa que me nació y ocupó toda mi cara. Si mis amigos me vieran en ese momento me enviarían a la galaxia más distante definitivamente, porque Japón es demasiado cerca para una loca como yo. 

"Fue una noche hermosa. Vamos a repetirla el lunes. También estoy ansiosa.¡Cuídate mucho!" - le respondí. 

Él respondió casi inmediatamente con un emojí de ojos en forma de corazón. Leí de nuevo el mensaje y me di cuenta de que había sido mucho. Ya no tenía como arrepentirme, él ya lo había leído. "Friendzone, nena.", intenté acordarme, pero le respondí con el mismo emojí. Salí del chat y entré en las redes sociales. 

En una de esas vueltas del reloj...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora