XII. Mi fantasma

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- ¿Cómo? - pregunté al policía y como siguió mirando no sé que cosa en la pantalla del tablet, le grité. - Usted puede darnos un poco de ATENCIÓN, ¡por favor! Nos acaba de decir que es posible que hayan raptado a sus padres. ¡Mire como está! - el policía finalmente nos miró y su expresión cambió de enervado para espantado, en un segundo. - ¿Puede decirnos qué sucedió, por favor? - él a mi lado me apretó contra él, como pidiendo que me calmara.  

- Unidad de apoyo a escucha... - el policía sin decirnos nada se ha puesto a hablar por la radio y se oía el ruido de la estática junto con la respuesta. - Los objetos buscados fueran encontrados, finalizar las operaciones. Repito, finalizar las operaciones - repitió la misma frase dos o tres veces más y nosotros sin entender nada.

- ¿Ahora ya nos puede explicar lo que pasó? - volví a preguntar tratando de controlar mi enojo, sin mucho éxito.

- ¡Cálmese! - me pidió.- Y acompáñenme, por favor. - el policía empezó a caminar y él me hizo señal para que lo siguiéramos. 

De la mano, detrás de lo policía, entramos en el living de su casa. Sus padres corrieron hacia nosotros y nos abrazaron como si no creyeran que estábamos vivos. "¿Qué está pasando acá que no entiendo nada?", me preguntaba. Cuando percibieron que estábamos enteros, se calmaron. Inmediatamente comenzó un interrogatorio, ¿dónde estábamos?, ¿con quien?, ¿qué es lo que estábamos haciendo?, ... Para no tener que responder a todas esas preguntas con desconocidos presentes, él intentó centrar la conversación en lo que había sucedido para que sus papás llamaran la policía. Lo que hizo de la conversación una cosa de locos. ¡Nadie se entendía! El día ya se anunciaba con la aparición de los primeros rayos de sol, cuando el policía a cargo de la operación, dio por terminada la determinación de los hechos por el momento, citándonos en la comisaría a la primera hora de la tarde. El problema no está resuelto, pero ganamos unas horas para pensar en como vamos a contar la historia y evitar fugas de información para la prensa.

Solita, acostada con una remera de él vestida, empecé a sonreír al recordarme lo que había pasado esa noche. "Estamos destinados a no tener paz cuando estamos juntos, es nuestro karma, hay que acostumbrarse", me decía a mí misma. Con la prisa de escapar  y no tener que dar explicaciones de algo que aún estábamos a vivir, corremos hacia el medio de los campos dejando puertas abiertas, una guitarra y dos teléfonos tirados en el suelo. Cuando sus padres llegaron y vieron aquella escena, nos buscaran en la casa y no nos encontraron, sacaron la conclusión más obvia,"¡secuestraron los niños!" Somos dos artistas conocidos y casi todos creen que vivemos en piscinas de oro. Somos presas fáciles de este tipo de crimen. Ni la policía dudó en atender la solicitud de investigación. Encontrar nuestros teléfonos tirados, cuando no dejamos el teléfono para nada, fue lo que los terminó de convencer. Al recordarme del teléfono, me sentí desnuda porque lo habían enviado a los laboratorios para ver si podían dar alguna pista. Todavía estaba revisando mentalmente los hechos de esa noche, cuando percibí la puerta de la habitación a abrirse despacio, en la oscuridad. Por un instante, sentí miedo. No conozco la casa y digamos que todavía tengo restos de adrenalina, a correrme el cuerpo con todo lo que sucedió esta noche. Vi una silueta de la persona que entraba disimulado y me llené de amor. Él se acercó despacio a mí cama y se arrodilló al lado. Estaba para darme un beso en la cara, cuando le puse mí boca.

- ¡Ah! ¡Pancha! ¿Todavía no duermes? - preguntó muy bajito cerca de mi oído.

- No. - y lo tiré para besarlo.

- Ya no me acordaba, como te ponés. - me dijo entre besos. Lo paré, inmediatamente.

- ¿Y cómo se supone que me pongo? - pregunté con un tono bajo pero que le advertía que tuviera cuidado con la respuesta.

En una de esas vueltas del reloj...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora