En una de esas vueltas del reloj...

XVI. Un trecho del sendero

¡El lugar es hermoso! La casa esta situada en la cima de una colina junto a una playa privada, solamente a dos horas de la capital de su país. Al alrededor, no hay vecinos. La villa más cercana es a unos cuantos kilómetros. Sus paredes de piedra castaña clara, el techo de colmo y las innumerables ventanas, le dan un toque especial llena de luz. La piscina nace de una fuente en la terraza y va hasta un punto en que la vista la confunde con el mar. Todo acá inspira calma, pero algo perturba mi interior. ¡Hay algo raro en el aire que me da mala espina! Hace apenas unas horas que nos separamos y ya siento su falta. La vida se empeña en mantenernos alejados físicamente, a pesar de insistir en mantener nuestras almas atadas el uno al otro. Juro que me pregunto una y otra vez "¿Por qué? ¿Por qué un amor tan grande y tan complicado? ¿Qué intenta la vida enseñarme?"

Sentada en la terraza, viendo a mi productora de un lado para el otro a organizar los detalles de la semana, recuerdo el beso que dimos, sintiendo todavía los labios hinchados con la intensidad de nuestra despedida. Vamos a pasar un par de días separados y tuvimos que garantizar el vivo recuerdo, hasta el próximo beso.

Ellos nos dejaron solos en la sala y de frente uno con el otro. Él me dio la mano y me acarició la cara.

- ¿Estamos seguros de estar haciendo lo correcto? - le pregunté nerviosa, mirándolo a los ojos.

- Es solo una semana. - dijo. - Estuvimos siempre rodeados de gente y cuando estábamos solos, teníamos las horas presionando. Siempre había que volver para grabar, para ensayar, para responder a las entrevistas ... ¡Permitámonos estos días! Hablemos de nosotros.

- ¡Yo también quiero estar sola contigo! - dije con voz infantil y le planté un beso en la boca.

- Así... dudo mucho que la semana sea para... hablar. ¡Sea de lo que sea! - remató con aire pícaro, rodeando mi cintura y tirándome hacia él.

- ¿La situación no te parece muy rara? - pregunté casi en un susurro y mirando hacia los lados, para después rodearle su cuello con mis brazos.

- Sí. La verdad es que sí. Todo es muy raro. Pero... nuestra vida es rara. - y ya no hablamos más, porque lo que tenía que ser dicho exigía otras formas de comunicación.

Me deleitaba con su boca a jugar con la mía y la suavidad de su pelo en las yemas de mis dedos, cuando fuimos interrumpidos por el responsable de su seguridad, que entró disculpándose y lo llevó. Detrás de él, otro elemento de su equipo junto con mi productora, me hicieron salir por la cocina del hotel. Fui colocada en la parte trasera de un camión frigorífico, junto con mi productora. Obviamente los dispositivos de refrigeración estaban apagados, pero me quedé muy desconfiada. Unos minutos más tarde el camión paró en un garaje subterráneo y nos hicieron salir para entrar en una camioneta de vidrios oscuros, que nos trajo hasta esta casa."¿Qué está sucediendo?", es la pregunta que ronda mi cabeza.