XX. Soy Contigo

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- ¿Cómo estás? - me pregunta sin poder disimular el desanimado que está y sin responderme, porque yo había preguntado primero.

- Preocupada contigo. - respondo e insisto ansiosa para que me cuente como se siente. - ¿Cómo estás vos?

- No sé qué responder, porque no entiendo nada. - su tono de voz es de angustia y me quedo aún más angustiada. "¡Quiero tanto estar con vos!", pienso.

No te quedes así, todo se va a resolver. - digo sabiendo que no tiene ningún sentido decir eso alguien en su situación, pero tampoco sé bien qué hacer.

- Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance, para que eso sea cierto. Todo se tiene que resolver, porque no hice nada. Pero mientras tanto, tengo un cadáver en los bastidores y un dinero que no sé de dónde apareció, para explicar. - su voz sale convulsionada, parece estar llorando.

- Mi amor, cuenta conmigo para lo que sea. - digo con el pecho pesado y una voluntad enorme de volar sobre el Atlántico para ir a abrazarlo. - Siempre podes contar con tu equipo. Apoyate en ellos y en tu familia. No te quedes solo, por favor.

- Eso es otro problema, porque como nadie sabe bien lo que realmente está ocurriendo, todos desconfiamos los unos de los otros. - y ahora, sin lugar a dudas, se oye que está llorando.

- ¡Ay! Mi amor. - no puedo continuar porque las lágrimas también me caen por el rostro. No quiero juntar más angustias a las que él ya lleva, en estos momentos.

- ¿No te enojes conmigo pero, puedo llamarte más tarde? - él pregunta algo inseguro, después de un momento de silencio.

- No, obvio que no me voy a enojar contigo. - intento hablar con claridad para que él se quede seguro. - También tengo que salir del hotel, para hacer el show.

- ¡Las vas a romper! - me desea.

- ¡Te amo! - le digo.

- ¡Yo también! - pero algo en su voz me deja alarmada.

Cuelgo la llamada y busco su mensaje en el teléfono. Nada de ese mensaje indica que él se quiere alejar de mí. Pero no puedo quedarme descansada, ya escuché ese tono de voz antes. 

Mi productora vuelve a la habitación para llevarme a la camioneta que nos va a arribar al lugar del concierto. Estoy preocupada por lo que pasa del otro lado del océano, y casi ni me fijo en esta ciudad enorme donde el más moderno del mundo convive con el antiguo de una forma desordenada, pero eficaz. A donde se va, se ve hormigón en esta ciudad. Son raros los espacios verdes acá y por eso los alemanes tratan de cuidar de ellos lo más que pueden. Algunos están llenos de verdaderas obras de arte, que casi se pierden de la vista en el desorden general. A pesar de esta aparente confusión, todo parece funcionar como un reloj. No faltan placas y paneles electrónicos con informaciones que no puedo descifrar. En el aeropuerto aprendí la palabra salida, "Ausgang" (o "Ausfahrt" para la salida de vehículos) y, ahora siempre intento encontrar esa palabra, entre los cientos de palabras que veo.  Observar y mezclarme con la realidad de los lugares que logro visitar, es lo que más amo de mis viajes. Nunca entendí muy bien a esas personas que se presumen de conocer muchos países y cuando empiezas a conversar no te describen más que hoteles y resortes. Siempre me quedo con la sensación que se hubieran ido a un parque de diversiones, el viaje habría tenido el mismo efecto y sería más barato.

Al llegar a la feria, un hombre muy alto, tan alto que me pregunto si tendrá suficiente oxígeno a esa altitud, nos da la bienvenida. Con su piel clara, ojos azules y pelo tan rubio que parece blanco, nos recibe con un inglés impecable ligeramente rayado por los característicos "R's" alemanes. Él nos indica dónde podemos relajarnos hasta la hora del show y nos muestra el escenario donde se realizará la presentación. Como no puedo quedarme demasiado tiempo parada debido a mi estado de ansiedad, decido ir con los músicos. Ellos quieren ver las novedades electrónicas que están llegando al negocio y aunque esa parte no me interesa mucho, voy con ellos visitar la feria. El show dura cerca de una hora y media. Sale fantástico, a pesar del estado de mis nervios. La mayoría de mis temas son en español, mas el público presente acompaña y aplaude. Es fantástico lo que la música y el lenguaje corporal sobre un escenario logran a la hora de comunicar, minimizando barreras tan complejas como las diferencias idiomáticas y culturales. Después del show nos invitan a cenar. Y si la música nos acerca, en el restaurante la cosa se complica. A pesar del menú en español, la verdad es que yo no sé qué pedir, porque no reconozco nada. "¿Dónde están mis milanesas con puré o mi polenta?", me quejo a mí misma. El hombre muy alto, mientras tanto comenta que será servido un menú mixto, para que posamos degustar un poco de la cocina alemana. Él añade pequeñas explicaciones de lo que se trata cada plato y su región, según los platos llegan a la mesa. Para mí, todo bien con la rodilla de cerdo y las salchichas, pero ese chucrut no se puede tragar. Termino por calmar verdaderamente el estómago con los postres. El famoso strudell de manzana y los bretzel son comidos con tantas ganas que me recuerda a mi amor. La ansiedad de volver al hotel, asaltame.

En una de esas vueltas del reloj...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora