IX. Cómplices

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"La danza de la vida" del noruego Edvard Munch

Entretenida con las limpiezas, casi no vi que había llegado la hora de irme al teatro para más una función. Así que a reclamar por no haber dormido la siesta que me había prometido, me bañé, llamé un remis y salí. Todo salió bien, la obra estaba siendo bien recibida y el teatro ha llenado en prácticamente todas las funciones. Después de despedirnos del público, llegué a mi camarín deseosa de llegar a casa y caer en mí cama. Pero este sábado estaba destinado a no cumplir con mis planes. Al salir del teatro encontré a mi amigo más amado, esperándome.

- ¡Hola! ¿Qué hacés acá? - pregunté al mismo tiempo que le di un beso en la mejilla.

- Esperándote. - me respondió como si fuera obvio.

- ¿Tenemos algo marcado? - estaba confusa, porque podía apostar que solo hablamos del almuerzo de domingo en casa de otro amigo nuestro.

- ¡No! Pero tenés que acompañarme a un sitio.

- ¡Ay! ¿Dónde? ¿Es muy importante? Estoy cansada. – reclamé haciendo puchero.

- No vamos a tardar si no querés, pero es importante que me acompañes. ¡No seas caprichosa!

Resignada lo acompañé hasta el remis que él había dejado esperando y una vez adentro, el chófer arrancó. Parecía que el chófer ya tenía las instrucciones. Durante el viaje intenté saber adonde era tan importante acompañarlo, pero sin éxito. Mi amigo usó su mejor arte para evadirse a dar una respuesta. Yo estaba cada vez más desconfiada. 

Llegamos a un boliche muy conocido y miré a mi amigo achinando la mirada. "¡Por favor, que parte de "estoy cansada", no entendiste! ¡Espero que sea de vida o muerte! ¡Mejor!! Si no es de vida, va a ser de muerte, porque te mato por haberme arrastrado hasta acá.", me fui envenenando de pensamientos delirantes. Es lo que ocurre cuando se arrastra a una amiga cansada, sin explicaciones y haciéndose el misterioso. Nos acercamos a la entrada y reconocí la música al toque. Con una sonrisa de oreja a oreja, veo a mí amiga y su español se acercaren a nosotros. Me sonríen y miré a mi amigo que no tenía para nada, expresión de sorprendido. "¡No estoy entendiendo nada! ¿Será el cumpleaños de alguno y me olvidé ?" Esperé para ver que decía mi amigo, para seguirle el guion y así no meter la pata. Pero, saludó sin nada más. Hice lo mismo. 

Ellos pidieron que entremos, para evitar llamar la atención de fans o periodistas que anduvieran por la zona. "Un poco imposible pasar desapercibida en un lugar lleno de gente, pero lo intentamos.", pensé al mismo tiempo que entraba en el lugar. Estábamos subiendo la escalera en caracol para acceder a el área reservada del lugar y no pude evitar parar un poco para verlo cantar sobre el escenario. "No sé bien lo que está sucediendo, pero la noche está empezando a valer la pena.", y dejé mí sonrisa salir con todo su esplendor. Mi amigo, me miró y me guiñó el ojo. Ya acomodados en una mesa, observé que todos estaban pendientes de mi reacción. Resolví dejar el pedido de explicaciones para otra altura y formé un "gracias" que no podía ser escuchado, pero lo entendieron perfecto.

Nos sirvieron y me incliné en el balcón alto que me separaba del público para mirar mejor el escenario. Vi cuando pareció recibir alguna seña de los de seguridad y en seguida puso sus ojos sorprendidos en mí. ¡Le sonreí! Él colocó una mano en el corazón y luego estiró el brazo y la mano en mí dirección. Nadie pareció notar, solo yo. Me saludaba. Del cansancio, me olvidé al instante. Le tiré un beso, en respuesta.

Estaba divirtiéndome bailando, hasta el momento en que dejó el escenario y el ambiente fue invadido por música electrónica del momento. Me senté al lado de mi amigo y le pregunté si podíamos ir. Él me miró como si estuviera frente a una loca. Y estaba. El miedo estaba marcando presencia en mí. Si él nos viniera a saludar, lo que era poco probable a causa de la cantidad de gente presente, me iba a poner muy nerviosa. Si no aparecía, me quedaría desilusionada. No había medio término para mí.

En una de esas vueltas del reloj...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora