Capitulo 2: Lo que no puedo ver

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Me estaba sofocando, cayendo en un infinito vacío que no lograba comprender. La oscuridad era mi mundo, lo que me rodeaba y permitía estar en calma pero eso cambio. La sentía tan opresiva, tan maligna que no deseaba sentir nada.

Una parte en mi luchaba para que despertara y así enfrentara el mundo real. Que dejara ese vacío en donde parecía haber un vestigio de mi oscuridad familiar al igual que mi cordura.

SI es que aun la mantenía conmigo.

Que la horrible sensación de peligro, de dolor, de congoja no me abandonara solo empeoraba mi condición. Cada sentido aumentado lo recordaba tan vívidamente que mi cordura se ponía en peligro por mucho que yo deseara evitarlo. Demasiado contradictorio.

Secuestro. No. No fui secuestrada.

Mi alrededor fluctuó a ello. Tenía que actuar en consonancia de protegerme y por ello pensaría lo considerado verdad.

Puede que no despertara aun pero seguro seguía en mi cama de dos plazas. Esa cama se ubicaría en un cuarto dentro de una casa amueblada adecuadamente para que paseara sin tropezarme. Mi padre ya se habría preparado e ido al trabajo abandonándome al cuidado de una persona capacitada sobre todo lo referente a mi situación.

Tal persona solo se ocuparía de que me alimentase adecuadamente recibiendo por ello una suma exorbitante cada mes. Ese era el único mundo que conocía y que deseaba sentir al abrir mis ojos.

Todo fue mermando ¿Estoy despertando?


Desperté. Podía saberlo por lo rasposa que mi garganta se sentía. Apreté el cuerpo contra la cama esperando confirmar el mundo real y saber en qué dirección moverme.

La cama perdió gran parte de su comodidad y el aroma era distinto, hogareño pero con el dejo de la madera. No era mi cama.

Temblando agite mis brazos tocando el borde de la cama e inspeccionando las telas con que había sido cubierta. Se sentían suaves y con un aroma a lilas. Asqueada las aparte a patadas y sacudones. ¿Dónde estaba?

Estaba recordando. Detestaba saber que paso para estar en semejante lugar tan distinto del acostumbrado. En casa todo olía a lemon grass.

No deseando estar en aquella cama, el cuarto, e incluso el lugar, me moví con cuidado hasta estar sentada en el borde. Trataba de controlar mi respiración, sentía como mi rostro se fruncía de consternación por lo desconocido. No quería estar ahí.

Tantee alrededor hasta descubrir una mesa de luz, abrí el cajón esperando encontrar algo que me ayude. Tropecé con cuadernos y cajas pequeñas, todo ordenado. Seguí mi tarea con la lámpara sobre el mueble que despedía calidez significando que estaba encendida.

Estaba encendida. El aroma a lilas se volvió más profundo como si la verdadera fuente estuviera a pocos metros. Unapuerta gimió y el sonido de un par de pies fueron notorios.

—Veo que despertast... —No le deje terminar su frase al tirarle la primera cosa cercana a mí siendo un libro— ... ¡Ey!

—¡Aléjate! ¡Aléjate!

Del cajón agarré más cosas queriendo tirarlas a ella. No sabía quién era, sus intenciones o si era capaz de algo. Tampoco deseaba saberlo. Solo actué en consonancia a mi rabia y dolor por provocar estos cambios en mi mundo.

Necesitaba que alguien pagara por este sufrimiento en mi pecho.

—Oh no... ¡Ni siquiera lo pienses!

—¡Déjame en...! —Un cuerpo choco contra mí— ¡NO!

Su única respuesta fue un gruñido entre el forcejeo de ambas por arrebatar a la otra el control de las cosas. Grité y pateé con mi vida, si me arrebataba las ultimas defensas ya podía decir que perdí lo último de cordura. No duré mucho que me empujó al colchón quedando indefensa.

La oscuridad en tus ojos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora