Chloe.
Nuevamente volvía a Chicago luego de haber pasado dos semanas en Washington con mi padre, ya que él no quería vernos porque supuestamente sentíamos pena por su enfermedad cosa que era absolutamente mentira porque lo único que queríamos con Adam es que nuestro padre pueda recapacitar con esa idea suya de dejarse morir, yo no podía dejar que haga eso y me costaba mucho entender su decisión.
¿Por qué los O'donnell seremos tan obstinados?
Cuando algo nos entraba en la cabeza era difícil hacernos cambiar de opinión y al heredar el maldito carácter de papá los tres somos absolutamente iguales pero no podía dejar que él se rinda tan fácilmente sin nisiquiera intentarlo.
No iba a dejar que lo haga.
Estás semanas lejos de la cuidad me sirvió también para recapacitar todo lo que me sucedía con Lorenzo, porque aunque estaba lejos no podía dejar de pensar en él y esa forma tan suya que tiene de comportarse.
Era como el hombre ideal.
Casi imposible de creerlo que sea tan perfecto.
Podía buscar todo lo negativo pero no encontraba absolutamente nada solo cosas buenas que provocaban miles de sensaciones en mi cuerpo.
¿Por qué tenía que ser tan así?
Aunque me negaba a creerlo había caído rendida a él.
- Te acuerdas de tu padre pero no tienes la descendencia de venir a verme - dice mi madre en forma de reproche entrando a la oficina sin nisiquiera golpear.
- Por favor mamá - le suplico agotada.
No tenía a la mejor madre del mundo a mi lado porque a ella le importaba mucho más el dinero que yo, su única hija.
- Estás muy descuidada hija - habla mirándome con atención.
- No tengo el humor correcto para aguantar tus insultos - murmuro cansada.
- Debes cuidarte un poco más tienes veintiocho años y así no conseguirás un marido - declara frunciendo su ceño.
- ¿Y quién te dijo que quiero casarme? - pregunto cabreada.
- Debes hacerlo con alguien de un buen estatus social porque el día que muera tu padre te quedarás en la calle estoy convencido que ese al que llamas hermano te dejará en la calle - afirma creyendo que tiene razón.
- Estoy cansada que hables de esa forma de mi hermano. No conoces a Adam así que cierra la boca porque él nunca haría algo así - defiendo a mi hermano pequeño.
- Las apariencias engañan y su madre es una claro ejemplo - acota molesta.
Golpeo mi escritorio con fuerza ya harta de escuchar sus estupideces, siempre es lo mismo con ella y su manía de quererme poner en contra de mi familia. Mi papá y Adam son mi familia, siempre lo fueron a diferencia de ella que toda su vida le importó joder la vida a los demás y tener mucho dinero antes de preocuparse de mí. Hipocresía absoluta.
- ¡Te quiero fuera de mi oficina! - siseo molesta.
- Cuando esos dos te dejen de lado estarás más sola y ahí estaré para recordarte que yo tenía razón - sentencia con contundencia.
- ¡Vete de mi oficina! - grito furiosa.
- ¿Qué sucede? - mi hermano entra con su ceño fruncido y al ver quién estaba ahí su cara cambia por completo. - Mi padre le prohibió la entrada no tiene que estar acá - dice con su voz cargada de odio.
Yo no podía cambiar nada del pasado y tampoco hacer que Adam cambie su opinión al respecto de mi mamá porque él siempre defenderá a la suya, años atrás antes que papá se separe de su mamá era una guerra constante, mejor dicho mi progenitora es la causante de todo.
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Sin esperarte (3° PA)
RomanceTercer libro de la Saga Pasión Alemana. A Lorenzo le gustaba su vida ordenada, por decir algo monótona, aunque pensará que la adultez le estaba llegando más rápido de lo que imaginaba porque ya no era ese chico de dieciocho años si no un hombre de v...