Chloe.
Washington.
Se cumplía tres meses desde que estaba en esta nueva ciudad tratando de rehacer mi vida, juro que intentaba pero no podía sentía esa sensación de dolor en solo pensar en él.
Días después de haberme instalado en mi nueva casa por mi mente llegó las malditas sensaciones de culpa por haber huido de esa forma sin escuchar sus palabras pero la verdad de todo era que tenía miedo y eso es lo que más me tenía resguardada en esta ciudad.No quería verlo.
Mi vida se había derrumbado, la persona de la cual estoy enamorada y amo me destrozó de una manera única, por primera vez no podía ser esa Chloe O'Donnell que todos esperaban solo una simple chica que le rompieron el corazón pero tenía un solo motivo para no caer y ese es mi pequeño bebé que llevo en mi vientre, mi única gran compañía en este momento.
- Señorita O'Donnell - la voz de una de las chicas de seguridad me hace salir de mis pensamientos.
- ¿Dime Lara? - contesto mientras nuevamente mi mirada cae en mi vientre provocando una gran sonrisa.
No podía creer lo que mi embarazo se empezaba a notar y ver crecer mi vientre como lo estaba haciendo no tenía precio.
- Creo que será un niña - acota mi guardaespaldas.
- Pienso lo mismo - reconozco sonriendo.
No sé si será el famoso instinto maternal pero estaba confiada que esperaba una nena, de hecho he tenido varios sueños donde me veo cargando una preciosa niña con unos intensos ojos grises como los de su padre.
- Su padre no irá a trabajar hoy, no se siente bien pero no quiere que lo sepa - me cuenta ella dándome una mirada cómplice.
- Me he dado cuenta - suspiro.
Últimamente la salud de mi padre se iba deteriorando, él creía que no me daba cuenta de ello pero si estaba atenta por eso insistía el doble para que no se rinda. La enfermedad que tiene es una de las peores porque uno mismo se da cuenta de cómo lentamente el cuerpo va perdiendo sus funciones y es muy complicado para una persona como mi papá porque de ser totalmente dependiente a pasar a tener que pedir ayuda solo para levantar un vaso es bastante frustrante.
- Nosotros seremos su compañía en este día - acota sonriendo.
- Diez custodios me hacen sentir la reina de Inglaterra - digo agarrando mi cartera para irme a trabajar.
- No te olvides que tienes ecografía esta tarde - me recuerda.
- A veces creo que eres más mi secretaria que mi custodia personal - bromeo mientras paso adelante suyo.
Cómo era costumbre desde que llegué a Washington había decidido que debía seguir como si fuera todo normal así que no tarde nada en ponerme al corriente del centro comercial que teníamos en esta ciudad, como papá no quería asumir la dirección de ello a mi tampoco me gustaba mucho la idea pero Adam estaba a cargo de todo y no podía alejarlo de su vida en Chicago para que venga a estar conmigo.
Mi rutina diaria era siempre lo mismo, levantarme, darme un baño, comer mi gran tazón de frutas acompañado de jugo de naranja, luego ir a trabajar todo el día y por las tardes iba con mi padre a sus terapias.
Me había convertido en la persona que siempre deteste pero no encontraba otra forma de sobrevivir que estar así, buscando un sentido a la vida solo por mi bebé.
- ¿Alguien necesita mi ayuda? - su voz me detiene mientras hacia mí recorrido semanal.
- ¿Adam? - digo sin poder creerlo.
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Sin esperarte (3° PA)
RomantizmTercer libro de la Saga Pasión Alemana. A Lorenzo le gustaba su vida ordenada, por decir algo monótona, aunque pensará que la adultez le estaba llegando más rápido de lo que imaginaba porque ya no era ese chico de dieciocho años si no un hombre de v...