Frustración.

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El cuarto impregnado de vapor era dominado por dos sonidos: El fuerte restriego de la esponja contra la piel enrojecida de la furiosa suberu, y los chillidos de esta misma.

Buscaba, inútilmente, borrar todos los rastros de las caricias otorgadas por su dueño. Sin embargo, nada daba resultado, por lo cual, irritada, lanzó su esponja fuera del agua. La fémina se recostó en la tinaja, mirando al techo. Uno de sus dos problemas, lo había solucionado el tiempo. Su furia había disminuido considerablemente, producto del agua o de tanto silencio en la soledad de esta misma, a ella le gustaba eso. No obstante, otro problema seguía vigente. La incomodidad entre sus piernas perduró, siendo imposible evadirla si a cada instante venía a su mente el recuerdo de los dedos de Sasuke frotando la zona. Gruñó, extasiada mientras apretaba los dientes. Su orgullo le impedía perder la mano entre las piernas, todo porque el responsable de su excitación era el intratable Uchiha... mas la necesidad fue mayor que él.

La zurda recurrió a la tarea de cubrirse los labios, mientras, la diestra se sumergía en el agua para colarse entre los muslos. Sus delgados dedos incursionaron entre los finos pliegues de su órgano sexual, llegando al pequeño cuerpo carnoso instalado en la parte más alta de su vulva. La insistencia de los frotes recayó sobre la pequeña zona eréctil, inundándose de un placer que, lastimosamente, no duró mucho. En menos de dos minutos, el estallido de excitación hizo que contrajera su entrada, culminando con el infierno que había estado conteniendo. Se liberó con un agudo gimoteo que intentó, por todos los medios, bajar de intensidad. Flotó de alivio, sus facciones se relajaron, al igual que cada parte de su cuerpo.

Ya más tranquila, minutos después volvió a la habitación. Debía vestirse para dormir, pero su calma, una vez más se despedazó cuando, frente al espejo, prestó atención a un detalle que antes no había visto. En su cuello, yacía plasmada una rojiza marca.

¡Se las iba a pagar!





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Sakura pensó que podía ignorarlo esa mañana en el desayuno, mas dicha tarea se dificultaba por esa mirada de índole burlona que Sasuke tenía plasmada en los ojos. ¡Quería arrancárselos con los dedos! Su pensamiento fue tan potente que el esponjoso panecillo que tenía entre las manos, cumplió el rol que su mente creó, el cual era creer que esta suave masa se trataba de la cabeza de ese hombre cruel. Y lo presionó tanto, que lo destrozó.

—¡Sakura-chan! ¿Estás bien? —La llamó cariñosamente Izumi, quien cargaba a su bebé entre los brazos. Sakura despertó del trance, y grande fue su error al llevar la mirada hasta ese individuo. Se estaba riendo, disimulando la sonrisa bajo la taza de la que bebía el té. Sintió unas ganas infernales de lanzarle el estúpido líquido hirviendo en la cara.

—Esta mañana ha estado muy distraída. —Comentó el, usualmente, silencioso Sasuke.

—Debe estar cansada, no la molestes. —Defendió Izumi a la joven, dedicándole a ella una sonrisa cariñosa, como las que siempre le dirigía. La vida no le alcanzaría para agradecerle a la de ojos verdes.

No era novedad que desde el parto de Izumi, Sakura se había metido bajo la piel de todos los integrantes de esa casa. Itachi en más de una ocasión llegó a bromear con eso. "Cuidado con la favorita de la casa", decía en tono burlón. Gracias a eso, se ganaba un par de risas y el sonrojo de la chica. Izumi y Mikoto habían triplicado el cariño que tenían por ella, y el desprecio que habitaba en los ojos del reacio Fugaku cuando la miraba como ser inferior, se había extinguido completamente.

Pero no era del todo cierto. El papel de la favorita de la casa, de hecho, correspondía a esa pequeña bolita de amor que estaba moviendo sus pies sobre la cama esa tarde. Sakura la miró empapándose de ternura. Junto a la madre de la bebé, organizaban las nuevas prendas de la menor.

✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora