Los meses pasaban. Sasuke enloquecía en la incertidumbre.
Aspiró el aroma del camisón de dormir, el rosa de seda que él le había obsequiado. Rememoró su aroma y deseó tenerla entre sus brazos. Otra vez, ella había desaparecido... y si no fuera porque los deberes como ninja eran tan imprescindibles, hubiera ido en busca de su paradero una vez más, deseando que el resultado no fuera negativo como todos los anteriores.El tiempo había pasado, pero las actitudes de Sakura no se esfumaban. Desaparecer, actuar como si nada ocurriera, estar irritante, mentir... últimamente su mueble estaba repleto de nuevos objetos: Perfumes, flores, maquillaje y vestidos coquetos... Sasuke avanzó por la habitación como un león que estudiaba una jaula. Quería tenerla de frente, y estallar, exigir una maldita explicación de una vez por todas, esperando que ella no fuera con las evasivas de siempre.
Cuando la puerta se abrió, revelando a una tranquila cerezo, Sasuke se plantó frente a ella.—¿Dónde estabas?
—Con Ino. —Dijo sin pensar.
—Ino salió a una misión de emergencia en la tarde.
Sakura ladeó los labios; no había sido informada de ese movimiento.
—Dime de una jodida vez con quien estabas. —El silencio de Sakura terminó derribando su paciencia. —¡Dímelo! ¿Estás viendo a alguien?
La joven no abandonó su estado de calma. Caminó por la habitación, dejando sobre la mesilla su bolso. Luego se desató el cabello.
—Solo paseaba por el bosque. —Contestó.
—Deja de jugar conmigo.
—Sasuke. Solo fui a dar un paseo, quería estar sola.
Derrotado, cerró sus ojos, pero Sakura no le dio tregua a su luto. Bajó los tirantes de su vestido, y tumbó al pelinegro sobre la cama para besar esos labios con dulzura, esfumando parte de su enfado. El resto, se desvaneció cuando ella balanceaba las caderas en medio de la penetración. Sasuke cerraba los ojos, con el ceño fruncido, aferrado a esa delgada cintura que parecía estar más tonificada. Se sentía un estúpido, se había convertido en eso... estaba siendo manipulado por ella y su encanto de la seducción.Por fortuna, los días siguientes, recuperaron una antigua normalidad. Sasuke recuperó la atención completa de la suberu.
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Una hoja flotaba con suavidad... parecía tan tranquila, que las mujeres frente a ella envidiaron su apacible muestra. La de rubios cabellos, celosa de su paz, arrojó una roca sobre la hoja, hundiéndola en la profundidad del agua. Ya no había tiempo.
—Mañana asumirá Orochimaru. —Comentó la de ojos verdes.
—¿Realmente no se lo dirás? —Preguntó Ino a la cerezo. —Ellos serán los primeros afectados. El sharingan... siempre ha sido la ambición de muchos.
—Ellos jamás se enfrentarían al Yondaime. —Negó con firmeza. —La mayoría no reacciona hasta que no ve la gravedad del asunto. Cuando quieran hacer algo, ya será tarde.
La Yamanaka guardó silencio. Los nervios la estaban destrozando, especialmente por el secreto que rasgaba su garganta, ese que le había ocultado a su amiga desde hace tres días.
—Sakura... ¡Se lo he dicho a mi padre!
—¡¿Qué?! —La suberu se pasmó. No podía creer lo que estaba escuchando, su boca se abrió en sorpresa y se levantó de la roca en la que estaba sentada. —¡¿Qué acabas de decirme?!
—¡Tranquilízate! —Chilló la rubia. —Verás... Lo encontré llorando en el arroyo... estaba ebrio, enojado con el Yondaime... Se culpaba por sentirse inútil y no poder proteger a su niña de las garras de enemigos.
Ante la explicación, el alma de Sakura volvió a su cuerpo, deteniendo la crisis de histeria que comenzaba a apoderarse de ella.
—... Vaya... estoy feliz por ti, amiga.
Ino sonrió al ser llamada de esa forma, y en respuesta, solo la abrazó.
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Escuchaba un sinfín de voces a su alrededor. Euforia y gritos de celebración... murmullos de hombres ebrios, pocas risas femeninas. Lo que oyó luego, fue el estruendoso ruido de cristales impactando contra el suelo. Sakura miró con desaprobación al hombre que hinchaba su sistema en alcohol, el causante del desastre que, al ver la forma en que esas esmeraldas lo veían, se molestó.
—Hey, puta. —Llamó a la esclava, que permanecía sentada en la barra del bar. —Limpia esto.
Sasuke apretó los puños, pero mantuvo la calma. Sabía que no debía interferir cuando ella discutía; a la mala, lo aprendió, por eso sonrió de medio lado cuando ella con suavidad, dejó la copa sobre la mesa, y se levantó para hacerle frente al culpable de su turbación.Cuando Sakura llegó frente a él, su rostro permaneció inexpresivo. Ella no se doblegaba ante nadie.
—¿Acaso no tienes manos? —Dijo la muchacha.—Quien te crees... ¡Perra insolente! —Vociferó el hombre. Hizo el amago de agarrarle el cuello a la joven, pero Sasuke fue quien lo impidió.
—¿Acaso no la has escuchado? Te ha dicho que no lo hará.El ebrio shinobi avanzó un paso más, pero ni Sakura ni Sasuke se inmutaron. Eso terminó por cohibir al temerario hombre, que con el ceño fruncido, huyó.
La pareja rió, y dando por finalizado ese paseo, regresó a casa.
Por la noche, la familia entera compartió la cena. Sakura se esmeró en preparar un banquete fenomenal. Lácteos, verduras y pescado fresco... alimentos que potenciaban la sed, pero pese a ello, Sasuke no bebió té.
—Sakura-chan, está delicioso todo lo que has preparado. —Felicitó la dulce Mikoto.
—¿Recuerdas al principio? —Comentó Itachi. —El humo de la cocina era su marca personal.
—¡N-no recuerdes eso!
Las carcajadas estuvieron sobre la mesa, ella sintió que sus mejillas ardieron, pero se tranquilizó cuando vio la sonrisa en todos esos rostros que apreciaba. Fugaku disfrutaba de la comida, Izumi sonreía mientras la miraba, meciendo a su bebé... Sasuke tomaba su mano bajo la mesa, y ella rogaba al cielo que el temblor de su cuerpo pasara inadvertido.
Minutos después, Sasuke fue a su cuarto con ánimos de dormir, pero Sakura no se lo permitió. Abrió la puerta mientras él pasaba por el pasillo y como el idiota hipnotizado que era, cayó en su ilusión al ver su azulada bata abierta.
Sasuke fue dominado por ella, no tuvo quejas, todo fue a su ritmo. La ropa salió del juego, Sakura fue coqueta al mirarlo mientras estaba arriba, meciéndose sobre la erección con una sensualidad brutal. Lento, intenso... la mirada tan lasciva de su mujer lo estaba llevando al límite esa noche.—¿Lucharías por mí? —Preguntó ella, delicada en el vaivén de su cuerpo.
—¿Qué?
—Respóndeme... —Se inclinó, sin detener el movimiento de sus caderas. —¿Lucharías por mí?
Esta vez, el Uchiha no dudó.
—Sin pensarlo.
—¿Dejarías que otro pusiera sus manos sobre mí?
—Eso jamás. —Posesivamente, tomó esa cintura, enterrándose en el fondo de su interior, buscando marcarla.
—Recuerda tus palabras... —Logró decir ella en el gemido.Cuando el acto culminó, Sakura rogó que el tiempo se detuviera... pero era eso lo que menos tenían esa noche.
De la mesilla, tomó la jarra de agua y llenó el vaso para ofrecerlo al pelinegro. Sediento por el ejercicio previo, bebió todo de un trago, sin reparar en el hecho de que Sakura tuviera esos elementos en la habitación. En cambio, se dejó llevar por los nuevos besos que siguieron, por esa boca dulzona que volvió a apagar su sentido de alerta... y cuando los minutos pasaron, la voluntad de Sasuke se durmió. Luchaba contra sus párpados que buscaban caer, la imagen de Sakura se tornaba borrosa, y aunque hizo el esfuerzo por levantarse, ella fue quien lo impidió. Tiernamente le acarició el cabello, besando su frente.—Duerme, cariño... —Susurró.
Entonces, el reloj comenzó a correr. Cuando Sakura cubrió su desnudez con el atuendo de combate, tomó la bolsilla de kunais bajo su cama y cubrió sus manos con los guantes. Con prisa, se dirigió al cuarto de la pequeña Ai, quien dormía plácidamente. Antes de que la tomara en sus brazos, vio el cuerpo dormido de Itachi. Fue cuando el Shindenshin no Jutsu de Ino hizo que sus pasos se detuvieran.
El contacto telepático comenzó.
—Sakura. Kurenai-sensei se ha llevado a Izumi. Estamos a la espera de tu orden.
—Ino... —Hizo una breve pausa. —La primavera ha llegado.
La fuerza enemiga había sido reducida. Posteriormente, se escuchó la campanada.
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✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」
FanfictionEn el mundo Shinobi, las mujeres no son más que objetos caros para hacer felices a los hombres. Las muñecas esperan en vitrina hasta que un comprador se las lleva de la juguetería. Todo hombre, por derecho, puede tener a su esclava para hacer con el...