Como una bolsa de té sobre el agua que humeaba, Sakura reposaba en la bañera. Suspiró, cerrando los ojos, y es que... al fin, luego de días, tenía un descanso del lobo, pero, decir que estaba aliviada de su ausencia, sería hipócrita de su parte.No había noche en donde Sasuke no reclamara sus caricias. Ni día en el que ella no las extrañara.
Pese a los días que habían pasado, seguía siendo extraño para la suberu el nuevo descubrimiento. Recordar con detalle la primera vez que se entregó a él, era confuso, pero, sí que recordaba con precisión las que siguieron. Especialmente, ese despertar tan íntimo luego de la primera vez.
La mañana nublada había caído sobre la aldea, pero su despertar no se comparó a ningún otro en su vida; amaneció con un aroma diferente esa mañana. Tenía la fragancia de otra persona en su piel, la de un hombre... la del mismo hombre que dormía detrás suyo, mientras su pelvis rozaba los redondos glúteos desnudos de una suberu sonrojada.
Esa mañana, ella tragó saliva con dificultad. ¿Acaso había soñado todo eso? Se preguntó, pero no era así. Lo supo cuando, al sentarse, una molestia entre sus piernas le recordó la actividad nocturna que mantuvo. Temblorosa, se había puesto de pie, y tras vestir una bata para cubrir su desnudez, caminó hasta la zona del primer suceso... Ella no quiso fijarse en lo obvio. Efectivamente, estaba todo estropeado. Ropa por todas partes, y un detalle vergonzoso: Sobre lo que cubría el acolchado asiento de la ventana, algunas manchas secas decoraban la tela. Unas oscurecidas, las otras eran más claras... Sus mejillas se encendieron con violencia, y rápidamente arrancó la manta; debía lavar eso ya.
—¿Sakura? —Ella había dado un sobresalto. Sasuke se había levantado.
—¡B-buenos días! —Saludó enrojecida, pero sus tímidos ojos no fueron capaces de mirarlo.
El Uchiha avanzó, con la ceja alzada, y observó lo que ella escondía tras la espalda al arrebatárselo con sutileza. Una manta... algo sucia. Solo carraspeó, regañándose a sí mismo por ser un descuidado.
Pensó en irse, pero cuando miró esas mejillas, enloqueció. Acarició una de ellas, buscando esos ojos que tardaban en llegar. Siguieron las caricias en esos labios, queriendo llamar la atención de las esmeraldas. Quería que lo miraran, que viera ella, en el reflejo de sus ojos negros, que él no se arrepentiría jamás de lo ocurrido la noche anterior. Sakura pareció entender el sentido de ese mensaje, porque, inconscientemente, sus labios inclinaron una sonrisa cohibida. Fue cuando él besó su frente.
—Prepararé la bañera... no tardes.
Recordó lo energética que había asentido, que luego de reunir un par de cosas, fue a él, que desnudo, ingresaba sin ningún pudor a la bañera. A diferencia suya, ella había luchado con el decoro. No quería quitarse la bata... no cuando esos ojos oscuros la miraban hambriento. Finalmente, lo había hecho, pero como venganza por intimidarla, le lanzó la prenda a la cara.
Escuchó una ronroneante risa, y aunque intentó cubrirse con la espuma, el shinobi no había tardado en atraerla. Se miraron unos segundos, y fueron los prudentes para dar paso a los húmedos besos. Minutos más tarde, pese a la dificultad de la que constaba un lugar tan reducido como ese, ambos supieron acoplarse perfectamente, cuando las piernas de la suberu abrazaban las caderas del pelinegro.Así sucedió, una vez más. Fue esa la tercera vez que se fundía en el placer, y para su desgracia, cada vez parecía gustarle más que la anterior. Oh, pero no lo demostraba, de hecho, cuando el acto terminó, le había reclamado: "Eres un cerdo. ¡Ahora estoy más sucia que antes!".
Cuando sus mejillas se encendieron, y el cosquilleo se paseó por su zona baja, supo que debía dejar de recordar esos momentos junto al Uchiha. Salió del baño, secó su cuerpo y se preparó para salir esa tarde; debía comprar algunas cosas de comer que faltaban en la cabaña.
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✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」
Fiksi PenggemarEn el mundo Shinobi, las mujeres no son más que objetos caros para hacer felices a los hombres. Las muñecas esperan en vitrina hasta que un comprador se las lleva de la juguetería. Todo hombre, por derecho, puede tener a su esclava para hacer con el...