Hizo todos los intentos humanamente posibles para sacar la imagen de Sakura de su cabeza. Mantenerse ocupado en un arduo trabajo desde temprano por la madrugada no sirvió de mucho. Lo recordaba, y deseaba tanto castigarse a sí mismo, es por eso que no lograba quitar de su mente el estado de la pelirrosa la noche anterior. Se había ido luego de pedirle perdón, y a través de la puerta pudo escuchar sus sollozos. Ella temblaba, asustada, tanto por la espantosa situación a la cual se vio expuesta en el bar, como por él. Era especialmente esto último lo que lo preocupaba. Sasuke no había querido que las cosas sucedieran así. La había llevado por dos razones: La primera, porque su misión requería de una compañía femenina para despistar a los demás. Y la segunda, porque quería, de alguna manera, darle un escarmiento a esa mujer. Quería que viera que no todas las suberus tenían la suerte de vivir como ella. Con lo que no contaba, era con su desobediencia, o con las intenciones del sujeto que aún deseaba destrozar.
La culpa lo carcomió las dos noches siguientes, días en los que lo único que compartió con ella, fue la cena. Y las pocas veces que ella se dirigió a él, lo hizo con temor, sin atreverse a mirarlo a la cara. Porque sí, desde ese acontecimiento, un gran detalle no pasó por alto. Ella era sumisa con él, dócil, ya no hallaba en esos ojos el brillo desafiante que siempre poseía y extrañamente, eso lo molestaba. Aunque ella no lo dijera, esto se debía a una cosa evidente. Era una mujer afortunada. Sasuke la trataba bien en comparación a como los otros trataban a sus muñecas.
Por eso Sasuke era diferente a los demás. Él nunca deseó infundir miedo en ella. Respeto sí, quizá, pero no miedo. Y Sakura siempre lo tuvo presente.
Esa noche no fue muy diferente a las demás. Desordenó las oscuras hebras de su cabello y procedió a hacer el intento de dormir. La situación se le había escapado de las manos, y lo peor, es que no sabía cómo remediarlo.
Él era bueno destrozando. Ella era experta reparando.
Deseó fervientemente tener el don que a esa mujer tanto caracterizaba.
A la mañana siguiente, el día del shinobi no fue arduo. Constó de un entrenamiento con su equipo y libre de misiones, regresó a casa. Desde la amplia ventana del segundo piso, el panorama en el patio trasero atrajo su atención. Al fin escuchó esa melodía capaz de alegrar al mundo. Sakura reía mientras correteaba por el césped, intentando que el adorable Shiro no le quitara lo que tenía en la mano. Parecía ser un lazo, de esos con los que ella ataba o adornaba su cabellera.
La tenue sonrisa hizo que sus labios se curvaran un poco al enternecerse con la escena. Dolía pensar en que esos dos seres formaban parte de su día a día, y por culpa de sus malas decisiones, se instaló entre ellos una barrera que no permitía al pelinegro acercarse.
Estaba tan pendiente de ella, que sus habilidades se durmieron. Naruto apareció a su lado sin percatarse de su llegada (Algo difícil, considerando lo ruidoso que era para todo el rubio), y sin la intención de esconder algo tan obvio como lo era el hecho de que la observaba, optó por seguir contemplando a través del vidrio.
—Mírala... —Comentó el rubio. —Si es así de dulce con el perro, imagínala con hijos.
Sasuke no dijo nada por una simple razón.
Estaba de acuerdo con lo que eso significaba.
..
.
Las horas pasaban y su necesidad por ella pareció no calmarse. El reloj marcaba las nueve en punto cuando Sasuke bajó las escaleras, viendo al shiba, quien revoloteaba impaciente alrededor de la esclava.
—No te desesperes... Cualquiera pensaría que te tengo encerrado todo el día. —Rió Sakura, dirigiéndole el amoroso regaño a su cachorro. Cuando fue consciente de que el pelinegro la miraba, su sonrisa se borró. Por más que buscó una señal de desagrado en esas facciones, no logró hallarlas en él. Sólo veía un rostro apacible, con un destello de arrepentimiento. Se miraron por algunos segundos, que para ellos parecieron horas. La atmósfera se rompió por decisión del varón, que, con las manos en los bolsillos, avanzó hasta ella.
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✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」
FanfictionEn el mundo Shinobi, las mujeres no son más que objetos caros para hacer felices a los hombres. Las muñecas esperan en vitrina hasta que un comprador se las lleva de la juguetería. Todo hombre, por derecho, puede tener a su esclava para hacer con el...