Aliadas.

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Un aroma a caramelo invadía el ambiente esa mañana. Encontrándose sola en casa, Sakura preparaba un postre para el almuerzo. Reparando en esa nueva presencia, suspiró cuando la excitación de Sasuke rozó sus glúteos. No le sorprendió tampoco el hecho de que su falda fuera alzada y sus bragas apartadas a un costado; la penetración llegó pronto, mientras ella se aferraba a la encimera y mordía sus labios, viéndose interrumpida su tarea de preparar la tarta.

—Vamos... continúa en lo tuyo. —Ella obedeció. Tomó el cuchillo, como si fuera a enterrárselo, invadida en la furia por tomarla de esa forma tan incivilizada, pero él, anticipado a la mala reacción, dio con ese punto tan sensible que la hizo enloquecer.

Su problema se presentó cuando la voz de Itachi se oyó en el pasillo.

—¡Ya me voy, Sakura!

—Respóndele... —Le susurró Sasuke, rodeádole el cuello a besos, pero ella meneó la cabeza, negándose por la vergüenza. En respuesta, él la nalgueó, consiguiendo así la victoria.
  
—¡H-hasta luego, Itachi-san!

Una vez solos, el vaivén cobró mayor intensidad. El calor de su cuerpo se expandía... Sus mejillas estaban encendidas y sus ojos se perdían en lujuria. 

Y cuando terminaron, él otra vez recibió ese silencio poco satisfactorio. Era común desde hace un mes. 

Fue esa noche en que todo cambió, cuando ella llegó de una forma tan extraña a unirse a él en cuerpo y alma. Los siguiente días, Sasuke intentó buscar en ella y en su delicadeza una respuesta, pero Sakura solo sonreía, fingiendo que todo estaba bien, y repitiendo que había sido una mala noche.

El Uchiha no tuvo la respuesta, pero pudo sacar sus conclusiones. Estaba seguro de que había discutido con Tsunade, y que el enorme estima que suponía para la muchacha su maestra, era lo que había causado en ella una tristeza y gran desmotivación, puesto que, posterior a esa noche, Sakura no volvió a pronunciar ese nombre.

No la mencionaba, pero prácticamente estaba todo el día fuera de casa. El hospital la requería.  

—¿Otra vez saldrás?

—Hm... iré a ver a Hinata-san.

Y no eran solo sus ausencias en casa. Su actitud también había sufrido un cambio. Parecía callada y algo fría, pero intentaba disimular con falsas sonrisas que él detectaba.

Lo que él no sabía, es que pese a la negación de su maestra, Sakura tomó el asunto por sus propias manos. No había sido capaz de defender a Shiro esa tarde en el bosque; necesitaba ser más fuerte. 

En uno de sus entrenamientos, unos cabellos dorados distrajeron su mirada. No se alertó, y no porque los conociera, sino, que el estado acongojado de la muchacha, logró que la preocupación naciera cuando la vio afirmada de las rocas del desolado bosque.

—¿Ino...? ¿Estás bien? 

Pero no hubo respuesta. Sakura se acercó unos pasos, la rubia estaba de espaldas, pero el temblor de sus hombros cuando sollozaba acusaban su llanto.  

—¿Por qué lloras?

—No es algo que te interese. Ándate. —Dijo Ino con paciencia, limpiando las lágrimas arraigadas a sus mejillas. Su tono no lució sorprendido al oírla. 

Sakura fue terca. Se acercó, y sostuvo esa muñeca entre sus manos, esto solo hizo que el carácter de la Yamanaka explotara... fue ahí que la de rosada melena descubrió la presencia de la sangre en esa piel blanca.

—¿Alguien te lasti...?

—¡Vete de aquí de una maldita vez, frente! ¡Déjame en paz o te reviento la cara!

—Déjame ver... ¿Fue alguien de tu clan? 

—¡No estoy herida de nada, idiota! ¡Lárgate de una vez o le diré a todos lo que estabas haciendo y haré que pongan tu puta cabeza en una estaca! 

De tanta intromisión, la Yamanaka perdió los papeles. Empujó bruscamente a la suberu, y gracias a eso, Sakura descubrió lo que su otra mano sostenía. Un kunai, y en su brazo, un corte alargado. Era evidente lo que estaba intentando hacer. 

—Dame ese kunai. 

—¡Déjame en paz, frentesota! ¡Ya nada me importa! 

—¡Ino!

La rubia intentó golpearla, pero Sakura fue más rápida. Detuvo el golpe al atrapar ese puño, y miró los ojos de la rubia, quien primero, se mostró sorprendida, pero luego, el disgusto fue evidente. Lanzó otro golpe, pero el resultado fue el mismo, justamente igual al del tercero y el cuarto. Con el quinto, inició la batalla. Sakura entendió dos cosas; que ella misma había sido la que había intentado atentar contra su vida, y a juzgar por lo débil del corte, seguramente lloraba más por la frustración de no poder hacerlo que por la tristeza. Lo segundo, era la necesidad urgente de su compañera por descargar su angustia... ¿Qué mejor que un enfrentamiento?

Fue, probablemente, la hora más excitante en la vida de la suberu. El combate cerró junto a su victoria, cuando el filo del kunai que le arrebató a su adversaria, se posó amenazante en el cuello de la misma. Rendida, Ino se arrodilló. 

✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora