El precio de los celos.

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Sakura se levantó esa mañana con la inesperada noticia de que Sasuke se marcharía al País de los Campos de Arroz.

Habían pasado días en los que rara vez hablaban. Se atribuía la culpa a sí misma, porque, a pesar de que las cosas se habían arreglado, la muchacha decidió encerrarse en su coraza una vez más. Y con dolor vio cómo Sasuke también se apartaba cada vez más, siendo que, a pesar de que era ese el objetivo de su distanciamiento, cuando lo recordaba su estado decaía.

Él no lo sabía, pero a menudo continuaba rondando por la mente de la esclava, especialmente algunas noches. Era normal para ella ser la última en ir a la cama, cuando llegaba su hora de dormir, buscaba a su shiba, y al no encontrarlo, sabía perfectamente a qué se debía. Era muy seguro que estuviera ya dormido... al lado de Sasuke. Con cautela abría la puerta del shinobi para corroborar la presencia del cachorro, y su corazón se derretía de amor al verlos dormir juntos, uno al lado de otro. Shiro, al igual que ella, era de los pocos en el mundo que podía violar el espacio personal del Uchiha. Sakura se deleitaba observándolos dormir, y sin ser capaz de interrumpir el sueño de ninguno, daba vueltas por la cama, recordando la tierna escena. Escena que no volvería a repetirse, al menos por un tiempo.

 Abandonó la cocina para entregar el bentō que le había preparado a Sasuke. No se lo habían pedido, fue un acto voluntario.

Se detuvo antes de llegar a la sala, en el genkan, Sasuke estaba sentado mientras ordenaba algunas cosas y se ponía los zapatos. Sonrió cuando el cachorro husmeó entre las pertenencias del pelinegro, tomando con el hocico, lo que parecía ser una bolsa porta armas.

Inmediatamente, Sasuke lo regañó.

—Tsk... dame eso, no es un juguete. —Reprendió al cachorro, quitándole el objeto. Posó la mano en la cabeza del can, recibiendo una mirada por su parte. —No hagas travesuras, y cuida de Sakura, ¿entendido?

La mencionada abrió los ojos en asombro, acelerándose sus latidos. El ladrido del cachorro hizo que la fémina se sobresaltara, al parecer, el más pequeño había notado su presencia. Con el incesante meneo de la cola del perro, el portador del Sharingan torció los labios al adivinar quien estaba detrás; ella no debía haber escuchado eso último.

El mayor se levantó del suelo, su rostro fue inexpresivo, pero no lo suficiente para espantar a la pelirrosa, quien suavemente estiró la ración de comida hacia él.

—Buen viaje... —Se despidió la joven, curvando sus bonitos labios en una sonrisa. —Shiro te extrañará.

Sasuke tomó el bentō, gesto tan encantador por parte de ella, que fue necesario maldecir mentalmente lo gentil que era. Después asintió, siendo mudo su agradecimiento al inclinar sutilmente el rostro.

—Te veo pronto. —Dijo, volteando para partir. Antes de irse, miró por sobre su hombro para advertirle: —No te metas en problemas.

Esa orden, la había cumplido al pie de la letra. Los días subsiguientes, sus actividades no sufrieron un disturbio. Ayudaba en la casa, pasaba tiempo con la adorable hija de Itachi, y bebía el té con las mujeres Uchiha. Cuando no estaba Mikoto, ella atendía al severo Fugaku, cosa que no le complicaba, ya que había aprendido a descifrarlo y conocía de sobra sus gustos referentes a la comida o limpieza. Existía un trato cordial entre ambos.

Su pequeño Shiro también era dueño de gran parte de su tiempo, así como lo era Tsunade. Sus conocimientos en el área médica habían incrementado exponencialmente. Devoraba los textos de ninjutsu médico a una rapidez impresionante, porque era eso realmente lo que la hacía feliz, era su pasión, por eso su trabajo prosperaba, siendo halagada por su mentora.

✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora