Ruptura.

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Finas líneas de agua caían generosamente sobre las plantas que decoraban y daban vida al antejardín de la residencia Uchiha. Sakura regaba las flores, compartiendo su mirada entre estas y el azulado firmamento que poseía el hijo del Hokage, Naruto. La plática, al igual que todas las que tenían, era destacada por ser grata.

—¿Sirvieron? Si necesitas más, puedo llevarte.

—¿Me acompañarás otra vez? Necesito más hierbas para las infusiones de Izumi.

El chico no tardó en asentir, dando la afirmativa. Nada le costaba llevarla al bosque, y no simplemente por el placer de acompañarla, sino, por todos los peligros que podría correr la chica. Ella los desconocía totalmente, y prefería que siguiera siendo así. Sakura agradeció con una sonrisa, las acciones bondadosas del rubio creaban una alegría incontenible.

—Vamos, Naruto.  —Dijo Sasuke cuando salió de casa. Estaban listos para ir a su reunión de equipo.

—¡Nos vemos, Sakura-chan!  —Se despidió el rubio, danzando la mano al aire.

—¡Hasta luego, Naruto-san!  —Respondió ella. Cuando sus ojos dieron con la mirada del Uchiha, volteó bruscamente. La razón fue sencilla; el calor en sus mejillas ascendió de golpe. Sasuke, para fortuna suya, logró apreciar el efecto que provocó en ella.

—Te veo luego.

—Sí...  —Asintió la joven.  —Que tengas un lindo día.

El azabache dejó apreciar una diminuta sonrisa, una que ella, al estar de espalda, no logró visualizar. Si quería que el carmín de su rostro desapareciera, debía pensar en otras cosas, y no en como esos profundos ojos la habían mirado tan fijamente. Una vez sola, y, queriendo alejar esos pensamientos, sacudió la cabeza. Era mejor centrarse en las plantas. Eso la hizo pensar en la lista que debía realizar para consentir a Izumi con las infusiones. Debía cuidarla y administrar las dosis correctas por su estado de lactancia.

Ese día, las horas transcurrieron más lenta que de costumbre. Culpaba la falta de actividad. La casa estaba totalmente impecable, las mujeres Uchiha descansaban en sus respectivas recamaras, y ya había ingerido todos los libros pedidos en la biblioteca. No era algo raro, constantemente debía buscar formas de matar el tiempo. Mirando la ventana, se preguntó si sería buena idea salir a dar un paseo. Era un privilegio que tenía, o más bien, uno que Sasuke le había otorgado. "Si estás aburrida, puedes dar un paseo", le dijo una vez, y, enseguida, agregó con su voz ruda: "Pero no te alejes tanto".

Antes de que el reloj marcara las seis, lo escuchó informar su llegaba.

—Bienveni... ¿Eh?  —Parpadeó, confundida.

No venía solo. Venía acompañado de una pequeña bola peluda que brincaba alrededor de él. Un cachorro de tamaño pequeño, de aspecto energético y tiernas orejas triangulares, meneó su cola, mirando con sus ojos de color pardo el rostro de rasgos femeninos de su nueva dueña. Aunque esa información aún era desconocida para ella.

El shiba Inu dio un ladrido, dirigido a Sakura, quien comenzó a reír. Atraída como el imán al metal, se arrodilló para frotar cariñosamente la cabeza del can, quien pareció disfrutar del contacto.

—¡Oh! Mira lo adorable que es... ¿Cómo se llama?  —Alzó su mirada, esperando la respuesta del azabache.

—Esa es decisión tuya.  —Dijo Sasuke, cuando terminó de quitarse el calzado ninja.

Los ojos de la suberu se abrieron en asombro. No era difícil de interpretar, pero sonaba tan irreal que no fue capaz de creerlo sin una confirmación.

✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora