Emergencia.

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—Sasuke... detente...

No importaba cuántas veces lo dijera, sabía a la perfección que la orden no sería acatada. Esas manos, algo ásperas, incursionaban bajo su falda, haciendo que sus piernas temblaran.

La había tomado desprevenida, como la mayoría de las veces. Mientras ella terminaba de retirar las cosas de la mesa para lavar los utensilios usados en el desayuno, antes de girar la llave del agua, una respiración cerca de su oreja la hizo estremecer. No podía ser nadie más que él. Se resistió al principio, pero perdió la batalla cuando sus sensibles pechos fueron exprimidos por esas varoniles manos. Terminó cerrando el grifo de agua, con ello, también su resistencia. Había cedido a recibir las caricias efusivas del hombre al cual legalmente pertenecía. Giró ligeramente el rostro, una muda invitación que reclamaba un beso de esa boca que obediente la marcó al posarse sobre la suya. 

Llevaban un mes entero con esos juegos, comenzaron después de esa noche en la cual Sakura tomó el mando. Esta vez, ella era la sometida; un jadeo se ahogó contra la boca de su dueño, pero el juicio de la fémina no se nublaba por completo... era consciente de que no debían meter ruido, ni emocionarse más de la cuenta. No estaban solos.

Fueron lentos.

Fugaku entró a la cocina. El ruido de la puerta abriéndose logró despertarla del ensimismamiento, pero no lo suficientemente temprano. Sasuke había sido empujado por ella, y a diferencia suya, él no entró en pánico. Relajado, se apoyó en la encimera y robó uno de los tomates cherry del bentō para comerlo con calma. Para la suberu, las cosas no estaban tan calmadas. Su rostro ardía de vergüenza y su respiración no ayudaba a regularse, sólo consiguió arreglar su falda, por si estaba más alzada de la cuenta. La tensión era notoria, pero el responsable de su estado seguía sin inmutarse. Su buen humor era palpable.

Y, Fugaku, quien no era ningún idiota, sólo los miró con sospecha.

Ante ese tipo de situaciones tan incómodas, era difícil encontrar las palabras adecuadas. Sí, el tenía todo el derecho a regañar al par por faltar el respeto en su propia casa al actuar de manera tan acaramelada, pero, un detalle; había sido él mismo quien había llevado a Sakura a esa casa, y con un fin claro: La satisfacción sexual de su hijo. Ahora, que los planes cambiaran, y que Sakura pasara a ser alguien más importante para la familia, era diferente. Y quizá, por eso mismo no supo cómo confrontar a la pareja. Para fortuna de la chica, terminó optando por lo más sencillo. Hacer como que nada pasaba.

El líder del clan aclaró su garganta y tomó su bentō mientras ajustaba su banda ninja.

—Ya me voy, Sakura. Dile a Mikoto que no llegaré a cenar.

La voz de la suberu tembló, pero a su vez, el alivio fue inmenso.

—E-entendido, Fugaku-sama.

El padre de la familia se fue, y la chica pudo suspirar de alivio. A pesar de todo, no fue capaz de mirarlo a la cara. Por si esa situación de máximo riesgo (Según ella) no hubiera sido suficiente, una mano volvió a pasearse cariñosamente por su cintura, lo que hizo que la muchacha estallara de rabia.

—¡Ten mas cuidado! ¡Casi nos ve!

—Tsk, Sakura... ¿Crees que piensa que cuando estamos solos nos dedicamos a tomar el té? Mi padre piensa que te he embarazado diez veces. —Culminó tras rodar los ojos, cruzando los brazos. Con ello, ganó colorear las mejillas de la pelirrosa, y una mirada de furia de la misma.

—Idiota... Eso no pasará. —Masculló ella.

—¿Quieres ponerme a prueba?

Desafiando las palabras de la mujer, la atrapó por las caderas para acercarla. La de ojos verdes pudo retroceder, pero como era costumbre, plantó la cara frente a él para unirse al desafío. Sus ojos, que se anclaban sobre esos orbes oscuros, terminaron cerrados cuando un manto de besos de instaló en su cuello, bajando por el corte de su camiseta. Era una reserva que quería recordar esa noche en su ausencia. El ninja estaría fuera de casa y ese sería el único momento para estar juntos.

Lastimosamente, ese día no parecía querer ser de ellos. El llanto de la pequeña Ai detuvo el recorrido de los labios de Sasuke, quien frunció el ceño cuando escuchó la risa burlona de Sakura.




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Fueron tres movimientos difíciles de prever. Un salto, su brazo alzándose y el puño que destrozó la roca en el aire. La cerezo cayó al suelo, agotada, con su ropa rasgada y mugrienta, con el sudor perlando su cuerpo y el coro de su respiración exaltada. Tsunade observó la escena con aparente orgullo al ver que el entrenamiento secreto estaba dando frutos relucientes. Los reflejos y el uso de la fuerza de la menor habían aumentado su potencia de manera considerable. No se definía a sí misma una mujer generosa, pero estaba de acuerdo esta vez en que el esfuerzo merecía un premio.

—Sakura. —La llamó, extendiendo un pequeño paquete cuadrado hacia ella.

—¿Para mí? —Interrogó ella, sorprendida por el gesto. Pero, al darse cuenta de su absurda pregunta, sacudió la cabeza. Una sonrisa nació en su boca. —¡L-lo siento! Quiero decir... de verdad lo agradezco, Tsunade-sama.

—Son más de las diez. ¿No deberías volver a casa?

—Oh... Sasuke está en una misión. Quizás no vuelva hasta el amanecer, así que...

—Ve a casa a descansar. Mañana nos vemos otra vez.

—De acuerdo... —La rubia volteó para seguir su camino antes de que Sakura lograra despedirse adecuadamente. Cuando la menor vio partir a su mentora, sólo reaccionó a admirar el paquete que tenía en las manos. Rápidamente lo abrió y sus ojos se iluminaron de conmoción. Sakura gritó de felicidad por el hermoso vestido rojo que le había sido obsequiado, y, a pesar de que su maestra estuviera algo lejos, ella igualmente hizo uso de sus saludables pulmones para gritar su honesto agradecimiento mientras movía la mano en el aire.

—¡Gracias, Tsunade-sama! ¡Es hermoso! ¡Lo luciré y cuidaré, lo prometo!

Tsunade sonrió. Esa chica era una escandalosa.



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Luego de guardar su vestido, la pelirrosa intentó dormir. Al no tener éxito en su tarea, se levantó para matar el tiempo. La noche, bajo sus ojos, parecía extraña.

Apoyada en el borde de la cama, optó por seguir tejiendo la pequeña bufanda que, gracias a los consejos de Hinata, logró adoptar una forma coherente. No era muy buena en la cosas que debía, según Shizune, pero aprendía rápido. Los palillos de madera continuaron encontrando su camino entre los agujeros de la lana roja, y tan concentrada estaba en su tarea que cuando la puerta principal se abrió de golpe, terminó clavándose la punta contra el dedo por la sorpresa.

—¡Sakura! Maldición... ¡Frente, ven acá!

A mitad de la noche, el sollozo de la chillona Ino la hizo bajar las escaleras de golpe. Supo que repitió su nombre un par de veces más, pero ella solamente pudo ver, en cámara lenta, la laguna de sangre que empapaba el pecho de Sasuke. 

✧ Cadenas de cristal. 「𝑆𝑎𝑠𝑢𝑠𝑎𝑘𝑢」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora