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Hay un dicho muy famoso que dice así:
Valora lo que tienes antes de que sea tarde.
Mucha gente murmuraba sobre eso; el dolor, el vació, la nostalgia que se vivía después de perderlo todo por lo que había luchado. Entonces... ¿Por qué se sentía tan completo aun luego de su decisión? ¿Por qué era el alivio que lo recorría? ¿Por que ahora se notaba mejor? ¿Acaso librarse de esa relación causo esto? La respuesta fue más que sincera.
Todo a su alrededor se percibía distinto; el peso en sus hombros se volvió un recuerdo lejano, su mente ya no se carcomía en su culpa —si es que existía alguna—; ya no vivía en una sombra. Un escalofrió recorrió su piel, el agua se acumulo en sus ojos antes de exhalar un suspiro de confusión. Se le erizo el cuerpo al entenderlo.
Las lagrimas derramadas recriminaban sus acciones, lo que perdió y gano en un solo día.
Él se encontraba del otro lado de la moneda; él no sentía dolor, sino un efecto de desasosiego.
Esa cita, la que hablaba de reflexión y auto-castigo no se ejercía con la misma fuerza con la que debería. Para nada. Algo teóricamente retorcido e ilógico, pero a su vez justo.
¿Cuántas veces sufrió por querer verlo llegar a casa? ¿O tener una cita sin llamadas del trabajo de por medio? No lo recordaba con exactitud; todas aquellas ocasiones donde la paso solo con la solemne compañía de la luna, el frio y la decepción. Entonces hizo oídos sordos a lo que sucedía, no quería verlo; no deseaba afrontar la realidad. Empero quien diría que eso a lo que alguna vez temió le ayudaría de la manera más extraña posible.
Se cegaba a sí mismo de una manera obsesiva; por que de verdad lo quería, sin embargo era eso lo que lo enfermaba y hacía entrar en razón. Él le otorgo el mejor sublime veneno e igualmente el ansiado antídoto, pero para ello tuvo que pasar el peor de los tormentos.
Fue presa de sus labios, del amor que le tenía a tal grado de entregarse como nunca; La flama que existía entre ellos quedo en u punto medio que poco a poco se fue apagando. Sus noches se volvieron rutinarias, monótonas. El roce entre sus bocas resultaba efímero y gélido; sus ojos ya no se encontraban en lo momentos, tan sólo la espalda alejarse y cerrar la puerta con suma lentitud y silencio. La calidez de la habitación se perdió, su ropa desaparecía en momentos y ya no volvía; el armario lucía unicamente la perteneciente al castaño.
Tan obvia la señal, ¿Cierto?
El hogar que formaron se quedo en sus manos, la decoración tomo halo triste; en un file reflejo de lo que su alma mostraba. Los desayunos después de eso se volvieron solitarios; una cantidad larga de días hicieron que se sofocara en la grande casa. El jardín a la entrada se murió, los rosales ya no daban flores como antes. Los colores que coexistían en sus vidas ya no estaban.
Y Furihata se canso.
Por tanto que lo intentara el acto que causaba su pareja en sí causaba un efecto de mitad; una emoción negativa, aquella que en su vida volvería a probar.
Sentado sobre una de las bancas del viejo parque donde sus mejores momentos se quedaron calvados a tierra esperaba; las risas de los niños presentes permanecía cual analgésico. Empero, ¿De verdad lo necesitaba? No. Las parejas a su alrededor lucían encantas entre ellas, disfrutaban de los segundos que pasaban juntos; pasmaban una imagen tan perfecta que se preguntaba que esperaba ahí.
Sujeto con suavidad el arcaico libro.
4:49 pm. Reviso su reloj y alzo la vista al cielo.
Diecinueve minutos de la hora acordada y su amante ninguna pista que le daba. Por mera terquedad lo espero un poco.
Se entretuvo con el texto en sus manos, si reparabas en su presencia se notaba que desde que lo abrió la pagina elegida no cambio y sus pupilas no dieron ni un solo movimiento; las letras tintas carecían de sentido, solo una figura en la hoja llamaba su lejana atención.
La rosa.
Marchita con los pétalos secos; con tinte gastado y opaco. Yacía como separador, remarcando el marca-texto que subrayaba las palabras de conocerse. El aroma que poseía quedo grabado a fuego en el reverso. Nada lograría sacarlo de su ensoñación.
O eso creía.
El rebote de una pelota llego hasta sus pies, el niño dueño de ella avergonzado se acerco; la pena escarlata bañaba sus mejillas. Furihata sonrió calmadamente antes de inclinarse y tomarla con ambas manos; la entrego y hecho un vistazo a su muñeca.
5:17 pm y contando.
Se trago el nudo de palabras e inhalo fuertemente.
"¿Qué podía esperar?"
—Disculpa. —Sus vocablos salieron claros. Entrego el balón y rasco su mejilla, la desesperación es una enemiga muy formidable. — ¿Me ayudarías con algo?
Con curiosidad genuina el pequeño se acerco a Kōki, riendo entre dientes por las cosquillas que causaba el aliento del castaño. Gustoso acepto la petición, ser el guardián de un libro místico que aguardaba por un caballero de mirada distintiva sonaba más entusiasta que un simple juego de bases. Posterior a entregarlo dibujo algo ent los borde, bajo la atenta mirada del chico.
—Puedes jugar mientras lo cuidas, ¿Vale?
—Si. —Casi grito. — ¿Cómo sabre si es el elegido?
Furihata desvió la mirada nostálgico.
—Solo lo sabrás, así como lo supe yo.
— ¿Usted también fue un guardián?
—Si...
Con serenidad acaricio los cabellos del infante y se retiro del lugar con una reverencia a los que creía padres del chico; la ventisca que paso sobre él paso fría.
—La navidad esta cerca. —Susurro.
Me pregunto como pasaras tu cumpleaños, Seijūrō.
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La imagen no me pertenece; créditos a su respectivo autor.
.....Dado a mi nuevo horario escolar estare publicando los fines de semana —Sábados o domingos—, sorry :,vv
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Sencillamente
FanfictionLos escenarios entre ellos podian ser de los mas caotico, insufribles o un batallon de ser posible; Por que asi sucedia, por que sus personalidades se completaban cual rompecabezas. Sencilla y paulatinamente. Por que ellos eran Furihata Kōki y Akash...