Perspectiva.

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Si le preguntaban a Akashi sobre su pareja podría contestarte con una simple sonrisa y un movimiento de cabeza todo lo que carcomía a tu pobre alma. Siempre seria la misma curiosidad la que corroería sus pensamientos... ¿De lo más extraño no?

Como es que alguien tan nervioso, paciente y tímido salía con Seijūrō. Había mejores chicas; lo sabía de sobra, pero había algo en él castaña que lo atraía. Además de ser el único conocedor de sus debilidades.

Por las mañanas él solía acurrucarse en el pecho de su pareja —Sin afán de morbo— y escuchar los latidos de su corazón al tiempo que él paseaba sus finos dedos sobre el suave cabello escarlata del chico; Le gustaba la sensación que causaba cuando sus hebras pelirrojas se movían al son de sus manos, relajando y mandando pequeños escalofríos a todo su cuerpo entero.

A Kōki no le molestaba y Akashi encantado dejaba que  hiciera lo que quisiera con su cabeza —en más de un sentido—, Furihata lo volvía loco, su tacto era esencial para él. Pero era su culpa.

Kōki poseía unas manos tan suaves con dedos pequeños que hacían encajar a la perfección con las suyas, no parecía haber una imperfección en estas; sus uñas por lo regular permanecían sin algún cayó sobre ellas  —a pesar de jugar basket—y uñas bien cortadas. Lo suficientemente largas para cuando las paseara por su piel, dejara caminos rojizos sobre brazos y espalda. Algunos lugares permanecían con lunares cual estrellas de noche, pero no le desagradaban, todo lo contrario.

Se divertía contando cada uno de ellos y los demás posicionados en cada parte su cuerpo.

A contraparte de Furihata sus manos eran mas grantes por la leve diferencia de su tamaño—incluso si tenían la misma estatura—, aparte de algunos raspones o moretones en su blanca piel; era tan opuestos que complementaban las necesidades del otro sin siquiera ser conscientes.

Y ni hablar de su aroma. Su melena desprendía un agradable olor a lirios y vainilla; un arma de doble filo, porque así como podía tranquilizarlo y arrullarlo como bebe también podía encenderlo como el aire al fuego en cuestión de segundos. Cuando lo lavaba el hundía su nariz ahí para permanecer horas de ser posible. Lo sujetaba de la cintura y se quedaba allí, quieto. Sabia por su piel al erizarse que su respiración era causante de ello, pero no podía evitarlo.

Él le tentaba aun con la ropa más desordenada y holgada posible, aun su rostro mostrara ojeras por las desveladas de la universidad al despertar o al caminar por las calles tomados de las manos. La vista constantemente de su cuerpo desnudo entre las sabanas no permitía que la ropa lo engañase, mucho menos olvidar que le pertenecía; Sus dulces labios son la única droga que podía convertirlo en un ser adicto a su carnosa y rosa boca.

"Akashi"

Esa boca que autorizaba su dueño a mencionar su nombre de las maneras más tiernas y seductoras, esa voz que lo consolaba cuando algo no salía bien y productora de sonidos deleitosos para sus oídos y corazón que eran llenados de total gozo cada vez que salían en forma de suspiros o jadeos. Incluso cuando lo reñía por alguna orden absurda sonaba esplendida.

No dudaba que si las almas gemelas existieran Kōki seria él chico con la que el abuelo de la luna lo enlazaría; porque como un puzle, ellos dos encajarían a la perfección sin importar las demás piezas.

Furihata conquistaba cada vez más su corazón.

Esperando no alertar al chico se recargo en su brazo; admirando. ¿De verdad faltaban más argumentos para aclarar la duda inicial? Para si mismo las palabras no serian lo suficiente para remarcar cada una de las tantas cualidades que poseía su pareja. Quizás los demás no entendieran efecto que producía en el.

Cuando estaban juntos podía notar como Kōki llenaba por completo sus sentidos, por eso no dudaría en dejar las cosas claras con esa persona. Moría por ver la cara de su hermano—Furihata Kentarō era su auto-proclamado enemigo— le daría un ataque de gusto al ver su rostro de frustración

Ahora es su turno de mostrarle que es igual o más importante de lo que es él para sí.

—Buen día Kōki. —Su sonrisa fue suficiente para acelerar su corazón.

—Buen día Sei...

"Por favor dios, permite que se quede a mi lado."

SencillamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora