La violinista.

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Iba saliendo de la sala, me había roto el corazón.

Lloraba sin parar por los pasillos, simplemente no tenía consuelo y ya no habían palabras en la fila para decir. Solo atiné a correr y me detuve en frente al gimnasio.

Por la puerta escuchaba a la gente gritar, escuchaba el rechinar de las tenis de los jugadores y como el balón entraba una y otra vez en la canasta. Decidí entrar a la cancha y ver el partido.

Mis ojos completamente perdidos solo seguían al balon, no sabía quien ganaba, ni siquiera sabía cuál era el equipo de la escuela. Llegó el medio tiempo y la orquesta local llegó a tocar. Era una música completamente relajante y eso hizo que mis pensamiento fluyeran, de algún modo, sabía que debía seguir adelante después de lo que acababa de vivir.

Escuchaba a trompetas, tambores y flautas pero, lo que se robó mi atención por unos largos minutos fue un violín, un bello y hermoso violín que hacía que mis pelos se erizaran y que mi corazón fuera apasiguándose lentamente a medida que las notas salían una tras otra.

Me impactó de manera inexplicable el violín por el hecho de que esa mañana estuve escuchando las cuatro estaciones, de Vivaldi.

Solo logré escuchar la primavera aquella alba.

Cuando salí de casa escuché a los pájaros como conversaban entre ellos y vi el resplandor del cielo, indicaba que efectivamente estábamos en primavera, aún así, a lo lejos podía observar como lentamente se llenaba de nubes negras el cielo y como constantemente el viento se sentía más frío de lo normal. Podriamos decir que la tormenta termino llegando de igual forma a mi vida, ella me destruyó...

El sonido del violín estuvo solo durante mucho tiempo y fue como volver a ver a los pajarillos cantando para mi.

El violín comenzó tocando el verano.

El verano para mi no es una estación grata, me hace sentir sin fuerzas y solo logra acalorarme. Poco a poco la estación avanza, siento un calor que recorre mi cuerpo, no es ira ni tristeza, es una mezcla de sentimientos que comienza a florecer de mi interior, simplemente lloré.

El violín terminó el violento y aburrido verano, mi corazón se calmó. Comienza el otoño.

La música del violín me embriaga, lentamente comienzo a sentir sueño y es de aquellos sueños de los cuales no te gustaría despertar, mirando por horas el techo, lanzo mi mente a volar y logro viajar a un lugar ameno. Las notas del violín cazan uno a uno mis sentidos, estos últimos heridos solo sucumben y logran descansar en los brazos de las tonadas.

El crudo invierno me despierta de golpe, el sonar del violín logra crear ese ambiente en el que el frío viento choca con mi cara. Una rotunda rafaga choca contra mi rostro y me hace temblar, tiemblo de miedo y de incertidumbre, de aquella que me hace sentir intranquilo de mi futuro, sobre que haré.

El invierno sigue y sigue atacándome hasta que el violín cambia el tiempo y toca algo mas lento. Ahora me siento algo mas tranquilo, un pequeño calor de hogar choca con mi cuerpo y calma mi temperamento. Quien toca el violín sabe lo que hace, logra acertar cada una de las notas y comienza a crear la atmosfera perfecta para el fin del invierno.

Caminar despacio en el hielo, eso refleja la última parte del invierno. Más que caminar en el hielo para mi sería caminar en la nada, caminar en el vacío. Estar con ese sentimiento de no saber que va a pasar, con ese presentimiento de que darás un paso en falso y quedarás sumergido en un lugar que no tiene absolutamente nada.

El violín toca la primavera, quedé relativamente impactado porque ese no es el orden de la obra, pero raramente acierta a mi estado de animo. El sonar de las cuerdas comienza a mejorar mi ánimo y me da fuerzas, siento a los pajaros que escuche al salir de casa nuevamente y la tranquilidad que ofrece la primavera la siento en mi interior. Así fue como concluyó el medio tiempo y la banda salió de la cancha.

Historias cortas vol.2Where stories live. Discover now