El joven abrió el desgastado libro y comenzó a leer en voz alta: "Me encanta el olor del café por la mañana, el sabor de un buen almuerzo por la tarde y el esplendor tenue pero magnífico de la luz de la luna." Hizo una pausa para humedecer sus labios y mirar un poco por la ventana. Puso un marca páginas porque terminó distraído mirando el paisaje nocturno y de esta forma, cerró el libro.
Tomó asiento en un sillon viejo pero, aún estándolo, era más cómodo que cualquier otro mueble en la casa. Sus ojos brillaban y a medida que pasaban los segundos y cuando lentamente se convertían estos en minutos, se iban calmando y junto a ellos su alma. Su corazón iba al unísono junto a su respiración y sus parpadeos iban de acuerdo al movimiento de las hojas de los árboles que estaban en el jardín.
Pasaron unos quince minutos y volvió al escritorio.
A pesar de que la noche era muy bella y que la luna se encontraba en el punto perfecto para poder apreciarla, era invierno y por lo tanto, el frío se escabullía por los orificios de las puertas y los espacios que quedaban entre las ventanas.
Frente al escritorio se encuentra una chimenea cuyo fuego calentaba toda la habitación y combinaba la perfecta noche de invierno con el calor que solo la madera quemándose puede brindar.
Abrió el libro y continuó leyendo: "Adoro que al abrir los ojos me fijo en la misma tabla del techo, adoro de cierta forma aquellos pequeños detalles que forman parte de mi vida que, a medida que ocurren sucesos adquieren distintos significados. Adoro ver tu rostro por la tarde y sentirte aquí, adoro por la noche que tus labios toquen a los mios y que mis manos te recorran hasta el fondo." El joven volvió a tomar una pausa mientras, un poco descolocado, se secaba el sudor frío que corría por su nuca. "Es bastante raro que tenga sudor siendo que el fuego de la chimenea no es lo suficientemente fuerte como para generarlo, que joven mas extraño" pensaba Graciela quien llevaba solo unas semanas trabajando en la casa.
Eran las 00:08, Graciela entraba unos minutos tarde a la habitación del joven a dejar un vaso con agua, un vaso de licor, una taza de café y un pastelillo. Cosas que el joven había pedido con anticipación para la medianoche. Se retiró luego de eso.
El joven no se había percatado siquiera de la presencia de Graciela. Solo tomó la taza de café y el pastelillo para así comenzar a comer y continuar con su libro. Que rico aroma tenia el café, hasta siendo solo un relator puedo decirlo.
Una vez dados unos bocados al pastelillo, el joven continuó leyendo pero esta vez, en voz baja. A medida que transcurrían los minutos y luego las horas, la cara del joven expresaba diversos sentimientos. Su rostro te podía contar exactamente como seguía la trama del libro. Feliz, acongojado, confundido, triste y luego emocionado. Hasta que finalmente, una cara de interrogante y de vacío se hacía presente.
Al llegar a la última hoja, el joven bebió el vaso de agua lentamente mientras se levantaba a contemplar una vez más el cielo nocturno de invierno que tanto le gustaba.
Pasaron unos minutos y acabó su vaso de agua.
Volvió al escritorio y terminó de leer la página. Con la mirada perdida y como si buscara acabar con algo, tomó el libro y lo hizo trizas. Las hojas cayeron lentamente al piso mientras que la tapa salió volando y chocó contra el ventanal.
Un poco mas calmado y con un temple casi admirable, abrió el cajón de su escritorio y sacó un arma, la puso en su boca y jaló del gatillo.
La sangre saltó hacia los demás libros que se encontraban en la habitación al igual que su cuerpo sin vida, a diferencia de la sangre, este se desplomó al suelo.
El brillo de la luna apuntaba a la tapa del libro, apuntaba a las letras doradas que tenía y dislucidaban el nombre del autor "Scott Adanson".
Al día siguiente, Graciela entró como todos los días con un café para el joven, amaba el olor por la mañana. Al entrar a la habitación vió el cadaver del joven y una hoja a medio quemar en la chimenea. Graciela solo atinó a gritar y a guardar el papel en uno de sus bolsillos.
En el transcurso de la tarde se llevaron el cuerpo y la casa quedó sola.
La mujer volvió al cuarto del joven y se sentó en el escritorio como si buscara un refugio y una explicación a lo acontecido.
Vio cerca del ventanal la tapa del libro y no podía creer que el nombre del autor era el del joven, un poco perpleja abrió el papel que había guardado en su bolsillo. Leyó en voz alta: "Si así es como acabará todo, lo aceptaré. Si así es como acabará mi vida, con gusto lo recibiré. Si no te tengo, estoy destinado al olvido. Así es como el joven se despedió de este mundo, por un amor que no pudo mantener."
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Historias cortas vol.2
Historia CortaPequeñas historias que son perfectas para leer durante la noche. ¿Tienes insomnio? Lee alguna de ellas.