Dos

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Eran nueve sujetos en total. Los observó durante días analizado la situación para elaborar un buen plan. Contra todos a la vez le seria imposible, pero si lograba separarlos tenía un alto porcentaje de éxito. Además tenía algunas semillas del ermitaño con él. En efecto su plan tuvo éxito y en dos días se había librado, el solo, de aquellos rufianes y se sentía ligeramente satisfecho cuando se dejó caer de espaldas sobre la hierba, aunque esa sensación le duró muy poco. Enseguida comenzó a reflexionar sobre la insensatez que había cometido solo para alimentar su ego maltrecho.

Pudo morir aunque eso jamás le preocupo realmente. Como él veía las cosas en caso de morir solo enviarían a otro para ocupar su puesto y ya, nunca fue muy cuidadoso de su propia existencia. Sobre todo si tenía que arriesgarla en cumplimiento de su deber como supremo kaiosama. Quizás lo que le provocaba algo de pesar era arrastrar a la muerte al dios de la destrucción, sin embargo, en ese momento no era así, pues habían buenos candidatos para su reemplazo. Si ambos morían,
pues ambos serían reemplazados y fin del asunto. Lo que nublo su complacencia, en ese instante, es que cuando el dios, se enterara de su temeraria acción seguramente iría a reclamarle y eso siempre era desagradable. La última vez lo dejo en ridículo delante de freezer.

Hacían unos 45 años él había tratado de detener al emperador y casi lo consigue sino es porque el mismo Bills llegó para detenerlo e impedir que lo acabase (en aquel tiempo su poder era suficiente para liquidar a freezer. En la actualidad el demonio del frío estaba fuera de su alcance) recordar ese momento le quitó la leve sonrisa que tenía. Fue vergonzoso e indignante oír que el dios de la destrucción, protegía a ese ser tan despreciable solo por hacer su trabajo: destruir planetas. Según el dios mientras freezer estuviera ahí no surgirían nuevos focos del mal. Freezer era para él, un individuo de control bajo su control, así que le prohibió interferir y para quitarle las ganas le dio una paliza de aquellas.

Al recordar aquello dio un largo, Shin suspiro de resignación, pues sabía que él terminaría por enterarse de lo que acababa de hacer y tarde o temprano iría a reclamarle el que pusiera su vida, y más importante, la de él en peligro. Se quedó allí un momento mirando el cielo nocturno de aquel mundo, cuando un cometa cruzó el firmamento y eso lo hizo levantarse de inmediato ¿cómo pudo olvidar un día tan importante? Miró entorno a él, había una flores muy lindas, rápidamente arrancó varias de ellas y se teletransporto a su planeta. Llego al templo que habitaba y rápidamente modificó su malogrado atuendo para no llamar la atención,ni para presentarse de forma tan descuida en aquel lugar tan relevante.

Era tarde y entró corriendo al lugar (algo que jamás hacía) encontrándose de frente con Kibito a quien le dió las flores pidiéndole que por favor hiciera con ellas un ramo muy bonito, luego se perdió por el pasillo.

-Hoy es ese día ¿verdad?-le pregunto el antepasado a Kibito, apareciendo desde un pasillo lateral.

-Asi es señor- respondió Kibito sin apartar los ojos de las flores.

-¡Bien! ¿qué estás esperando? Has lo que te pidio- le dijo el anciano supremo, mirando al cometa en el cielo a través de la ventana.

Shin volvió media hora después por el ramo que solicitó a Kibito y se encontró con una agradable sorpresa, traía una cesta pequeña con él. Tomó él bellísimo ramo de flores y se fue volando rápido hacía un lugar al que solo él, conocía en ese su enorme mundo. Un sitio apartado entre un bosque y unas colinas donde la hierva era alta y un arrolló murmuraba, ahí anualmente él visitaba un monumento erigido hace millones, para que pudiera al menos tener un fragmento de lo que perdió aquel fatídico día. Cuatro lápidas pulidas levantas en dirección de los cuatro putos cardinales formaban un pequeño cementerio, donde solo permanencian las memorias de los que algunas vez fueron sus compañeros y su maestro.

Todo los años, por cinco millones de años, ese día el acudía a ese sitio a honrrarlos tal y como un gentil individuo se lo sugirió hace ya tanto tiempo. Ese único día él solo era él. No el Supremo Kaiosama del universo siete, sino solo Shin. Y tal como cada año hacia, llevó flores a oeste, comida para sur, un bello y afilado cuchillo para norte (cosa que solo llevaba cuando pasaba aquel cometa) y un delicioso pastel para quien fue su maestro y se sentó allí, en medio de de las lápidas, a revivir en su memoria los días en que ellos vivían.

No es que el ángel deseará delatar al supremo, paso que solo veía a través de su báculo lo que este hacía (como había tomado costumbre desde hacía un tiempo) cundo el dios destructor, se asomó a mirar ya que el ángel hace rato ignoraba sus llamados por estar viendo su cetro. Asi fue como el destructor, terminó por enterarse de las temerarias acciones de su contra parte y decidió ir a darle un escarmiento.

Realmente estaba furioso,
mientras volaban por el universo a ratos presionaba el hombro del ángel con más fuerza de la requerida, solo buscando contener la rabia que le provocaba el descuido actuar del supremo, claro que sus afiliadas garras comenzaban a molestar al ángel que en la última ocasión, ya fastidiado, detuvo su marcha para reclamarle. Fue cuando un cometa robo su atención dejandolo colgado de un lejano recuerdo.

-El mismo de aquella ves- murmuró el angel.

-¿Qué demonios haces whiss? ¡Date prisa!- le ordenó el dios.

La primera respuesta que tuvo fue una mirada fría de parte Whis, seguida por un seco: "ya vamos a llegar,señor tranquilo"
El rostro tan extrañamente serio del ángel, apago un poco su cólera y dejo de protestar.

Tan solo unos minutos después aterrizaron cerca del lugar donde estaba el Supremo,
pudieron verlo sentado en el suelo desde la ribera del bosque. El ángel miro la pacífica escena con un leve asombró, como si no hubiera esperado ver algo y se quedó de pie allí, absorto en sus pensamientos mientras el dios, iba furioso al encuentro con el Supremo Kaiosama.

Ecos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora