Cuatro

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-¡Todo es culpa suya!- le grito Shin totalmente indignado -Siempre tiene que destruir todo lo que...

-¡Quieres calmarte!- exclamó Bills buscando la forma menos agresiva de detenerlo- ¿No te das cuenta que si me excedo al golpearte podría matarnos a ambos?

En un acto de impaciencia,
aprovechando que sus brazos eran más largos, el dios le sujetó una oreja del Supremo Kaiosama y jalo con tal fuerza que terminó por arrancarle el dorado potara que se desprendió seguido de un chorro de sangre.
Un sonoro ¡au! exclamaron a dúo en ese momento los dioses, saliendo de su conflicto con un pequeño dolor de cabeza.
Desorientados miraron a su izquierda y encontraron a Whis, con el bastón aún en la mano después de golperlos.

-Ya basta ustedes dos- exclamó en un tono muy serio- Este comportamiento en indigno de los dioses y bastante reprochable, especialmente para usted Supremo Kaiosama.

Shin se sintió duramente reprendido. Se apartó del dios despacio, sacudió su ropa y bastante avergonzado dijo:

-Tiene razón- hizo una breve pausa- Discúlpenme por favor.  Creo que será mejor me retire- agregó como con la mente en otra parte. Shin inclino la cabeza y se alejó volando en dirección al templo.

El dios se puso de pie limpiándose el delgado hilo de sangre que le escurría de la boca con el dorso de la mano. Algo de había desprendido en su boca y lo escupió sobre su mano.

-Me tiró un colmillo-señalo Bills a media voz y contemplando su pieza dental como si no hubiera entendido como se cayó.

-¡Oh vaya! Ahora podrá ponerlo bajo la almohada para que el hada de los dientes le traiga una golosina-le dijo el ángel con un leve entusiasmo.

-¿De que estás hablando, Whis?

-Hace unas semanas, cuando fui a buscar comida a la Tierra, oía a la señora 18 decirle eso a su pequeña hija cuando está le enseñó el diente que se le habia caído-respondió el ángel con cara de inocente.

-¡¡Déjate de estupideces y devuelve esto a su lugar!!

-¡Ay, pero no se enoje!. Yo solo pensaba en conseguirle una exótica golosina-le dijo el  Whis y luego se echo a reír de ese modo tan peculiar que él lo hacía- Tiene que admitir que el Supremo Kaiosama le dio un buen golpe si logro tirarle un diente.

-Solo me tomo por sorpresa- exclamó el dios con disgusto-No imaginé que se molestara tanto  porque destruí un puñado de piedras de su aburrido planeta

-¿Un puñado de piedras?-repitió el ángel, casi ofendido, y un segundo después, jalando de la oreja al dios, lo llevó hasta el lugar donde antes estuvieron las lápidas.

Fueron casi doscientos metros que el dios se vio obligado a avanzar siendo tratado como un niño castigado.

Pequeños fragmentos quedaban, de las lápidas, sobre la hierba quemada que en nada llamaron la atención del dios como si lo hizo el pastel que sorprendente se salvó de su ataque casi intacto.

-¿Acaso no recuerda este sitio,
señor Bills?- le cuestionó Whis esperando una respuesta.

El dios se inclinó para levantar el pastel y una vez que hundió uno de sus dedos en el para llevarse un poco a la boca, solo se encogió de hombros sin interés. Otro golpe, con el bastón, en la cabeza recibió de parte del ángel.

-¡¿Se puede saber qué te pasa,
whis?!-le grito disgustado recibiendo como respuesta una mirada que lo silenció.

Whis estaba extrañamente molesto de modo que lo que fuera que él había roto era importante, pero por más esfuerzo que puso en recordar nada llegó a su memoria.

-Me rindo. No sé que había en este lugar-señalo al fin y continúo comiendo del pastel.

Whis dió un largo suspiro de resignación y moviendo su bastón de un lado a otro restableció las lápidas.

-¿Que tal Ahora? Observé bien por favor- le pidió el ángel.

Sin ánimo el dios echo un vistazo a las lápidas y tras un breve momento, reconoció aquel sitio y su expresión cambió dejando ver al ángel que sabía dónde estaba.

-Usted destruyó algo muy importante para el Supremo Kaiosama, señor Bills- le dijo el ángel con los ojos fijos en las lápidas-Eso sin mencionar que hasta la persona más dócil puede reventar en cólera tras constantes ataques y faltas de respeto. Usted lo llevó al límite de su paciencia.

-¿A qué viene esto?- inquirió el dios.

-A que usted es muy tosco con el Supremo Kaiosama. Le recuerdo que él es apenas un muchacho-le dijo el ángel con un sutil tono de reproche-Si lo ponemos a escala humana debe estar entre los 17 a 20 años cuando mucho. Todavía es muy joven y su carácter se está moldeando.

-Sí soy rudo con él es precisamente para...-decia el dios en voz baja, mas se interrumpió y sumergió en sus reflexiones.

-Supongo que jamás va explicarle el por qué de su actitud, pero al menos en esta oportunidad debería ofrecerle una disculpa.

-¡¿Qué?! ¿Una disculpa?- exclamó Bills como si hubiera oído algo inaudito.

-Es lo correcto-Afirmo Whis- Si continúa tratandolo como si fuera un pelele, lo único que logrará es que el pobre chico lo odie ¿y usted no quiere eso o si?- le cuestinó en un tono casi burlón.

El dios no respondió. Habia terminado de comer pastel. Tenía algo de crema batida en la cara y así se cruzó de brazos provocando la risa tan característica del ángel.

-Lo haré, pero solo porque no quiero que crean que soy un cretino y otra cosa, Whis ¿vas a reponer mi colmillo o no?

-¿Por que no lo pone bajo la almohada a ver qué pasa? Así quizá podría recibir un dulce exquisito y único y como yo fui quién se lo sugirió, usted tendrá que darme la mitad- declaro el ángel con una sonrisa casi infantil.

-¿Hay un momento del día en que no pienses en comer, Whis?

Como respuesta solo obtuvo la risita de su asistente.

En el templo, en uno de los patios empedrado, bajo un árbol joven había una mesa de té donde Shin, Kibito y Ro se reunían a veces. Un juego de tazas siempre estaba ahí y en el, el Supremo Kaiosama, posaba sus ojos mientras trataba de recuperar la calma. No le gustaba sentirse enojado, le traia recuerdos oscuros que le ponían mal. Estaba por socegarse
cuando el dios destructor descendió en medio del patio y luego se dirigió hacia él.

La expresión de fastidio que le mostró Shin por un momento lo hizo desistir, pero Bills la ignoró y caminó hasta llegar a la mesa donde él permanecía sentado.

-Oye, chico...hay algo que quiero decirte

-¿Sí? Pues vuelva mañana. Ahora no estoy de humor para oírlo  gritar diciendo que soy un debilucho que no debería andar metiendo la nariz en asuntos peligrosos.

Las palabras del Supremo Kaiosama sonaron frías e inesperadamente insolentes, dejando al dios pasmado.

Cansado de tener que soportar la petulancia del dios destructor era como estaba el Shin. Durante el breve tiempo de soledad que tuvo en aquel sitio y tras lo acontecido, el Supremo había tomado la decisión de no volver a tolerar ninguna insolencia hacia él de parte de ningún ser que no estuviera a su nivel jerárquico, ni mucho menos que pisará el mismo peldaño de estatus. Estaba harto. Harto de que le pasaran por encima y pisotearan lo que para él era importante.

-Ahora con el respeto que usted cree se merece, le pido amablemente que se retire- agrego sosteniendo la mirada del dios.

Ecos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora