Veintidós

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Tapion había decidido  concentrarse en su entrenamiento, para evitar al Supremo Kaiosama. No estaba molesto con él, solo quería darle espacio para que aclarara sus sentimientos, aunque eso lo llenaba de incertidumbre.

Él estaba dispuesto a todo con tal de permanecer al lado de Shin, excepto a verlo con otro. Si eso ocurria regresaría a su planeta junto a Minotia, su hermanito,
que se lo pasaba corriendo de un lado a otro por el templo del Supremo Kaiosama o imitando los movimientos de él cuando lo veía entrenar.

Kibito era un maestro estricto y muy exigente. En los dos meses que llevaba bajo su tutela había mejorado sus habilidades en lucha cuerpo a cuerpo, en esgrima y había aprendido a lanzar energía aunque de forma muy básica. Los Konatsiano no se especializaban en ese tipo de técnicas. Lo suyo eran las armas y la magia, por eso el antepasado le había ofrecido enseñarle algunas de sus habilidades. Para ello le exigía fortalecer su mente cosa que le resultaba difícil, ya que no podía apartar de sus pensamientos al Supremo Kaiosama, ni al dios de la destrucción. Estaba celoso de Bills y se sentía terriblemente frustrado. Y aun que le doliera admitirlo, también se sentía inferior a él en cuanto a que después de todo él era solo un mortal. Quizá fue demasiado atrevido al permitirse amar a Shin, después de todo él era un dios destinado a crear nuevas formas de vida, a cuidarla...quizá el supremo kaiosama solo sentía por él ese amor universal, pero si así fuera no lo hubiera besado
¿o si? Entre mas cavilaba al respecto más dudas y reproches se hacía.

El antepasado tenía formas un poco extrañas, a juicio de Tapion, de fortalecer su mente y trabajar la concentración; como hacerlo sostener su cuerpo sobre sus dedos índices. Todo su cuerpo verticalmente sobre sus índices y para colmo sobre sus pies un bloque de acero Kacchin, lo que le generaba una enorme presión en la espalda. El dolor físico, sus pensamientos, la estrepitosa risa del anciano shin-jin al leer su manga le hacían imposible a Tapion concentrarse y terminó por perder el balance y caer derribando, sin querer, el bloque sobre el antepasado.

Kibito, que jugaba con Minotia no lejos, tuvo que ir a rescatar al antepasado que una vez salió de debajo del bloque, le dió un buen regaño al pobre Tapion que en silencio y con la cabeza gacha se limitaba a escuchar.

-Eres un muchachito muy torpe se ve que necesitas ¡voy a intensificar tu entrenamiento!-le dijo bastante ofuscado.

Un segundo después dos bloques de Kacchin cayeron sobre la espalda de Tapion dejandolo medio aplastado.

-Ahora tendrás que caminar cargando esto en tu espalda hasta el árbol del té- le dijo el antepasado.

Un "si señor" logro escapar de la boca de Tapion que a duras penas logro levantarse.

-Creo que tu hermano va a desocuparse muy tarde el día de hoy- le dijo Kibito al niño- Porque no vas a jugar por ahí, solo no te alejes mucho.

-Esta bien, maestro- le respondío
Minotia y salió corriendo hacia el otro jardín.

Minotia era un niño educado que obedecía fácilmente a los adultos a su alrededor, aunque a veces causaba uno que otro problema especialmente en la cocina, pero le perdonaban fácilmente. Era sencillamente encantador.
Siempre iba y venía corriendo de un lado a otro, pues tenía una naturaleza muy curiosa, aun asi sabía que había sitios donde no debía entrar, pues sólo el Supremo Kaiosama podía hacerlo como unas habitaciones en el ala norte del templo.

Kibito le había dado una espada para que entrenara de vez en cuando,con su hermano y esa tarde él jugaba con ella corriendo por los pasillos, mientras perseguía a un malvado mounstro que sólo estaba en su imaginación. Así, sin querer, llegó a una de esas habitaciones donde no tenía permitido entrar. Iba a seguir su camino cuando un sonido del otro lado de la puerta la hizo detenerse. Fue como si algo se hubiera caído y se hubiera roto.

Ecos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora