Dos bajo cero

885 136 29
                                    

En los días posteriores a su encuentro con el "gobernante",
Shin había regresado a aquel planeta donde la lluvia duro una semana. Regresaba creyendo que lo hacía para buscar la forma de mejorar las condiciones de vida de aquellas personas (que en parte era cierto), pero en el fondo sentía la extraña necesidad de encontrarse con aquel misterioso individuo, mas no tuvo suerte durante los tres primeros días.

Esa tarde volaba lentamente sobre un cañón cuando en el extremo de este, sobre el acantilado, divisó la solitaria figura del "gobernante", sentado a lo jefe indio, mirando algún punto en el horizonte mientras comía unos pequeños bollos blancos que extraía de una cesta entre sus piernas.

El Supremo Kaiosama bajó no muy lejos de él, pero no se atrevía a aproximarse. La verdad es que lo intimidaba un poco aquel sujeto antropomorfico que seguramente lo había visto o sentido llegar y aún así ni siquiera volteaba a verlo.

-¿Qué tanto estás haciendo ahí chico?-le pregunto al fin, pero sin mirarlo.

Shin no supo que responder y cuando finalmente, el "gobernante" lo miró, un escalofrío le recorrió la espalda.

-No he destruído la aldea, ni tengo pensado hacerlo si es lo que te preocupa- le dijo mientras mordía un bollo.

-Me alegra que así sea, señor- balbuceo Shin.

El "gobernante" apartó su vista de él y miró hacia el horizonte otra vez. Pasaron varios minutos y el shin-jin no se iba, tampoco hablaba. Solo observaba el suelo con una expresión extraña. De pronto de su estómago escapó un sonido que lo hizo tomar el color de una manzana.

-¿Tienes hambre, chico?...ven toma uno- le dijo el "gobernante'' extendiendo su mano hacia él, en la que sostenía un bollo.

Tímidamente Shin se acercó y tomó el bocadillo de la mano firme del sujeto que enseguida volvió a lo suyo.

Shin se sentó a unos pasos de él, mirando a aquel curioso alimento del que se desprendía un aroma dulce. Con cautela le dio un pequeño mordisco y su expresión seria de volvió jovial.

-Asi que te gustan las cosas dulces, chico.

Él asintió con la cabeza.

-¿Cómo te llamas?-le pregunto el "gobernante''.

-Soy el Supremo Kaiosama del este.

-Ese no es tu nombre, es tu cargo- le señaló de forma brusca- Pero si no quieres decirme cuál es...está bien.

-Me llamo Shin- le respondió de buen ánimo, luego le dio otra mordida al bollo.

-Shin el shin-jin- dijo el "gobernante'' y luego se sonrio- Suena gracioso.

-Fue idea de mi maestro- dijo el supremo algo apenado.

-¿Ah, si?

Y ahí se quedaron los dos, hablando de lo tonto que era el nombre del Supremo Kaiosama. Esa fue la primera de muchas conversaciones. Se buscaban ambos de forma casi inconsciente y con el paso de los días, aquél sitio se había transformado en el lugar implícito de reunión.

El dios no revelaba quien era porque le parecía gracioso que ese shin-jin le hablara tan libremente, aunque más que gracioso era agradable oírlo hablarle sin que cuidara sus palabras o sus modales. Hacerlo era natural en él de un modo muy ajeno a como lo hacían los demás en su presencia. A veces le costaba sacarle algún tema para empezar a hablar. Y es que tampoco él era alguien de plática fácil, mas de algún modo aquel shin-jin le facilitaba las cosas. Durante poco más de una semana lo escuchó hablar de cosas que hacía con sus compañeros y maestro, a quienes veía de un modo muy familiar. Algo extraño en un shin-jin, pues que no generaban lazos como esos. En uno de eso encuentros el dios encontró a Shin sentado en el borde del barranco abrazando sus piernas. Llevaba una venda en la cabeza y un parche en el ojo derecho, su traje mostraba señales de haber estado en una pelea.

Ecos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora