Siete

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La idea de morir por causa de las glotonerias del dios ciertamente no le agradaba, pero confiaba en el ángel. No lo había tratado mucho aun así le daba confianza y estaba seguro de que podría remediar la situación. Mientras caminaba a la habitación donde estaba el dios (y caminó para posponer el encuentro tanto como le fuera posible) su mente estaba perdida en difusas visiones del pasado.

-Este lugar está exactamente igual. Nunca cambia- pensó el Supremo Kaiosama mientras posaba sus ojos en las paredes,puertas y todo cuanto miraba. Iba allí cada mil años y todo siempre estaba igual a la primera vez que fue a ver al dios.

Cuando alcanzó la puerta tras la cual descansaba el dios, un grito como el rugido de un huracán, lo hizo salir disparado contra el muro con la puerta pegada en la cara.

-¡Lárgate!-fue la poderosa exclamación que escapó de la boca del dios, en un intento de impedir que el supremo entrara -¡No te quiero aquí Supremo Kaiosama! ¡No te necesito!- agregó Bills con un tono intimidante.

-¿Acaso cree que estoy aquí por gusto?-pensó Shin apartando la puerta de él.

Un esfera de energía por poco lo golpea, sino es porque se mueve a tiempo. El dios no quería verlo,
pero el Supremo Kaiosama estaba decidido a cumplir con lo que aceptó y el ángel le había dado la herramienta para hacerlo. Un pequeño botón púrpura que encontró en la sala, que antes de encaminarse a la habitación del dios había examinado muy bien. Pegando la espalda al muro, a un lado de donde estuvo la puerta, asomó su pequeña mano enseñándole al dios el artefacto.

-¿Sabe que es esto señor Bills? Es un proyector y tiene guardadas unas imágenes muy interesantes- le dijo en un tono incisivo.

El Supremo Kaiosama no se sentía triunfante por, desde su punto de vista, haber puesto al dios en su lugar la noche anterior, pero si satisfecho y más seguro.

-Lo que sea no me importa. Solo quiero que te vayas y me dejes solo. No eres bienvenido aquí.-le dijo el dios en un tono bastante desagradable.

-Como usted quiera. Volveré al planeta supremo y subiré estas imágenes a kamitube, pero antes quiero que les de un vistazo.

El ángel había grabado la pequeña pelea que ambos tuvieron y desde la perspectiva de Bills, él quedaba bastante mal en aquel vídeo. Porsupuesto no quería que otros, en especial los demás dioses, lo vieran.

-¿Qué es lo que quieres a cambio de no poner esa cosa en kamitube?

-Solo comportese- respondió Shin- Fue el señor Whis quien me solicitó cuide de usted y eso es lo que vine a hacer. Le pido me haga la tarea sencilla para ambos.

-Esta bien-acepto el dios a disgusto- Ben jugado, Whis -pensó Bills mientras el Supremo Kaiosama entraba en la habitación.

-Su asistente me dijo que no debía permitir que se duerma, asi que me quedaré aquí en vigilia-le dijo Shin sentándose en la cama vacía a un lado de la del dios.

No volvió a hablar ni a mirarlo,
hundió la cara en un libro que materializó y ahí se quedó.

Incómodo por decir lo menos, así se sentía el dios con la presencia del Supremo Kaiosama a quien veía a ratos conteniendose de pedirle que por favor se fuera. Que "por favor se fuera" estaba dispuesto a usar esas palabras si así lograba deshacerse de él y librarse de su sofocante presencia. Muchas veces estuvieron el uno junto al otro en reuniones y cosas así, pero entonces el dios no conocía la opinión que Shin tenía de él. En ese momento, en cambio, lo sabía y eso lo ponía en una situación nada grata.

En esas horas de sofocante tensión su mente huyó a situaciones que lo aliviaran de aquel estado miserable, así se encontró reviviendo comidas en casa de Bulma y de pronto en un páramo de hiervas verdes donde un aprendiz de Supremo Kaiosama corría junto a una muchacha de sus misma raza.
Un sonido que escapó de sus entrañas lo saco de sus recuerdos a él y apartó al supremo del libro.

-¿Tiene hambre?-le preguntó Shin y un tímido si obtuvo como respuesta-Ire a buscarle algo de comer.

Con toda la tensión hasta se había olvidado de el hambre que tenía, se hubiera tragado cualquier cosa en ese momento con tal de apagar el fuego de sus entrañas. Desconocía por completo las habilidades culinarias del Supremo Kaiosama así que no sabía que esperar. Más rápido de lo que esperaba él, volvió con una pequeña bandeja en la que había un plato con sopa, un posillo con arroz con verduras y otro donde había algo como una gelatina;se veía bien, pero estaba lejos de los banquetes que el acostumbraba.

-¿Esto es todo?¿Qué no queda comida en la despensa?-le preguntó sin ocultar su desilusión por lo pobre de la comida.

-Es la ración acostumbraba para una persona-le dijo el Supremo viéndolo con fastidio.

-¡¡Tú lo has dicho!! ¡Para una persona! ¡yo soy un dios!-le dijo levantando el cuello tanto como podía para lograr ver al Supremo Kaiosama que guardaba una distancia prudente.

-Es la ración acostumbraba para un dios entonces-replico el Supremo.

-Llévate esa miserable comida. No es digna de mi.

-Como quiera, pero le advierto que no le prepárare nada más- dicho eso se dió la vuelta para dejar la habitación.

Era menos de lo que esperaba,
pero era lo único que tenía así que resignado (y no menos molesto) se tragó sus protestas y con ese tono que usaba cuando "quería" ser agradable y educado dijo:

-Mo siento chico, por favor dame la comida.

-Para usted soy el Supremo Kaiosama.

-Supremo kaiosama, me das la comida por favor-le dijo tratando de sonar lo más amigable posible.

Él volteo a verlo, el dios se veía tranquilo así que el Shin se giró hacia él y dejando la bandeja en la mesa de noche, se sentó junto al dios a quien, sujetando de las axilas, logro sentar para que pudiera comer.

El dios quedó helado con aquel acto que no tenía más intención que ayudarlo, pero que para él, que siempre fue extremadamente celoso de su espacio personal, era una osadía
¿Cómo se atrevía a tocarlos tan libremente? Para colmo tenía las manos heladas y de su cabello de desprendía un aroma agradable, fresco, que le removió la memoria de aquellos días donde el Supremo Kaiosama desconocía quien era él y...

-Abra la boca-le dijo Shin sosteniendo una cuchara llena de sopa frente al rostro del dios y sacándolo de sus memorias.

-¡¿Pero qué rayos estás haciendo?!-exclamó con el mismo pudor de quien es sorprendido desnudo.

-Lw doy la comida en la boca ¿O es que usted, con el cuerpo paralizado, puede comer por si mismo?

Un sutil rubor se apoderó de las mejillas del dios. Tan débil fue el sonrojo que pasó inadvertido para el Supremo Kaiosama, algo por lo que el dios daba gracias al rey del todo.

Ciertamente no podía comer solo y moría de hambre así que con la vergüenza y todo, no le quedó más que abrir la boca e ir comiendo al ritmo del Supremo, que tenía una forma muy pausa de comer. Tenía que reconocer que no llenarse la boca de alimento, cual si estuviera en una competencia de quien come más rápido, tenía ciertas ventajas. Podía saborear cada elemento del platillo lo que le causaba un mayor deleite. La comida era buena, muy diferente a la de Whis, pues esta era sencilla y dejaba unas notas cálidas en la boca como si pudieras degustar el sabor de la nostalgia.

Así el dios de la destrucción por primera vez en mucho tiempo se sintió apaciguado de todos los tormentos y culpas que llevaba por dentro, aunque evitaba el contacto visual a toda costa, pues desde aquel acontecimiento nunca más pudo volver a mirar a los ojos al Supremo Kaiosama, a no ser que estuvieran discutiendo y en cualquier caso no por mucho.

Shin, en cambio, no veía algo bueno o malo en lo que estaba haciendo. Simplemente cumplía con la petición que se le hizo de la forma más apropiada posible.
Tenia, con justa razón, sus reservas hacia el dios, pero no por eso iba a vivir increpandolo. Él había sepultado todos y cada uno de los recuerdos de aquellos días en que ese dios que tenía en frente, era para él de una forma especial, un simple mortal.

Ecos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora