Doce

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Había logrado un momento a solas con el supremo, pero ¿para qué? No había premonición y eso, temía, lo dejaría en evidencia. El dios siempre actuó de forma indiferente al Supremo Kaiosama. Más allá de sus reclamos por actuar imprudentemente y arriesgar la vida de ambos, nunca hubo una mirada, un gesto o una palabra de más que pudiera siquiera insinuar lo que sentía. Pero en ese momento parecía que en cualquier instante alguien podría descubrirlo. Que, en particular, él pudiera descubrir que no había dejado de sentir aquello. No podría soportar que el Supremo Kaiosama se enterara de eso. En especial porque estaba convencido de que shin-jin había dejado atrás sus sentimientos hacia él. Que tonto era al seguir aferrándose a esos afectos alertagados en el tiempo y en la indiferencia.

Pero es que desde que ese sujeto apareció estaban resurgiendo con fuerza. No era ningún bobo para no darse cuenta que Tapion le causaba celos, envidia y ganas de ocupar su lugar .

-Maldito afortunado- pensó el dios ¿cómo se habrán conocido? Se preguntaba ¿dónde y cuándo?

Como siempre guardaba distancia del Supremo, poco sabia de él. No pudo aguantar la curiosidad y con el mayor tacto posible decidió averiguar.

-Parece que le tienes mucha confianza a ese sujeto- comentó sin mostrar mucho interés -Lo trajiste a vivir con tigo ¿hace cuanto lo conoces?

-¿Por qué lo pregunta?

-Por nada realmente. Solo era una pregunta. No tienes que contestar sino quieres-dijo mirándolo con el rabillo del ojo, pues iba volando delante de él.

-Fue hace unos mil años,
mas o menos- respondió Shin-Tapion era solo un niño en aquel entonces. Curioso, valiente y muy educado- añadió sonriendo.

-Siempre te han agradado los niños. Supongo que lo salvaste de algún  peligro o algo así. Como paso ese día-comento el dios en voz baja.

El shin-jin tenía un buen oído y logro escuchar aquellas palabras perfectamente. Paro su vuelo haciendo que el dios hiciera lo mismo.

-¿Usted recuerda eso, señor Bills?- le pregunto con cierta timidez.

-Cómo podría olvidar ese día,
chico-le dijo el dios buscando la mirada del Supremo.

El shin-jin miraba las lejanas colinas allá abajo y no parecía querer alzar la cabeza. Ambos se quedaron levitando unos minutos sin decir una sola palabra.

-Debe parecerle divertido  recordar como me engaño ¿verdad?- dijo el Supremo Kaiosama rompiendo el silencio, pero sin alzar el rostro- ¿Fue divertido,señor Bills? Dígame ¡Contestéme!-le exigió mirándolo a la cara.

-Las cosas no fueron así. Nunca quise engañarte, chico...

-¡Cállese! ¡Y no vuelva a llamarme así ¡Soy el Supremo Kaiosama! ¡El Supremo Kaiosama! Y se lo debo a usted- lo acuso el joven dios

Bills se le quedo viendo, ocultando lo mucho que lo acongojaba la situación. Nunca buscó llegar a ese tema. Después de todo pocos argumentos tenía para defenderse de los reclamos del Supremo Kaiosama. Desvío la mirada con una expresión de disgusto e intentó retomar el vuelo al templo que ya estaba a la vista.

-¡No me deje hablando solo!-le grito el Supremo- Respóndeme.¿Por qué no hizo algo?¿Era parte de su engaño tambien?¿Qué le hice para que ..?-su vos se corto por los sollozos.

El dios se giro de medio lado hacia él. El Supremo Kaiosama lloraba y eso fue como si le clavaran un puñal en el pecho. Oír sus sollozos le dolía, oír esas preguntas lo hacíeron apretar los puños y la imagen de Shin llorando le removía la conciencia, los recuerdos, su sentimientos y aún asi guardaba silencio.

Ecos del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora