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Nuestra alegría, nuestra capacidad de reír ante las dificultades, se relaciona más con nuestra manera de ver a Dios que con la manera en que Dios nos ve. En ocasiones muchos de nosotros tenemos que quizá Dios no se interese demasiado en nuestra vida diaria. Se nos ha inculcado la mentalidad de "él cuida de las aves, así que sabemos que cuida de nosotros", pero distamos de estar convencidos. A veces observamos que nuestra vida se desplaza en dirección opuesta a nuestros deseos, anhelos y oraciones; y por ellos suponemos que Dios no se interesa. Cuando los pensamientos de ese tipo se apoderan de nosotros y socavan nuestra fe, hemos dejado de vivir en respuesta a la abundancia de Dios. La palabra clave en esta frase es "respuesta". Muchos de nosotros conocemos muy bien a nivel mental la abundancia de Dios, pero con frecuencia descubrimos que no nos es posible responder a dicha abundancia. Esa imposibilidad de responder quizá provenga de un temor creciente de que Dios verdaderamente desconoce en dónde estamos y en qué condición. Cuando sucede esto, nos hace falta un refuerzo, y no existe mejor fuente de refuerzo de la fe que la palabra viva de Dios... No estoy en un recorrido caprichoso, producto de mí propia mala elección. Salmo 16: 11 me asegura: "Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha".

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