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CUANDO DIOS ESTÁ EN SILENCIO

“A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes; me hago presente, pero tú apenas me miras. Implacable, te vuelves contra mí; con el poder de tu brazo me atacas. Me arrebatas, me lanzas al viento; me arrojas al ojo de la tormenta.” Job 30: 20-22.
Job no es el único que siente que sus oraciones se estrellan contra el cielo raso invisible. El salmista expresa el mismo lamento en Salmos 22: 1-2 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras para salvarme. Dios mío, clamo de día y no me respondes; y clamo de noche y no hallo reposo”, al igual que Jeremías en (Lm 3:8, 44). Probablemente no haya nada peor que sentir que el Dios Todopoderoso, el único que nos puede salvar, permanece indiferente ante nuestra aflicción. Nada, salvo quizás observar que su pasividad se torna en agresión. Job piensa que Dios no solo hace oídos sordos a su clamores, sino que también en informa intencional y maliciosa le hace la vida imposible. Si solo Job supiera lo que sabemos nosotros. Aquello de lo que acusa a Dios es en realidad obra de satanás.  Dios le permite al diablo hacer lo que él quiere, pero solo en forma temporaria. Cuando nos sentimos destituidos de la presencia de Dios y vapuleadas por las tormentas de la vida, podemos recordar que las fuerzas de maldad que nos golpean en última distancia quedarán aplastadas, Apocalipsis 20: 10 “El diablo, que los había engañado, será arrojado al lago de fuego y azufre, donde también habrán sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”.

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