|C U R I O U S L O V E | Whis x Bills / En Corrección /

'Divino malestar.'

Unas cuantas horas habían transcurrido desde la penosa actuación del ser celeste. Por ende, el día ya había acabado. Significaba que el Dios Destructor Bills se encontraba durmiendo.

La humillación era una de las tantas emociones que distinguidamente podía reconocer y esta no era para nada de su agrado. Sus mejillas aun seguían sonrosadas por aquel pensamiento que, con imprudencia, se había colado en su mente. Su respiración seguía agitada, y su corazón aun estaba punzante. En esa situación Whis se desconocía completamente.

Diversas emociones se ligaron a su persona. Tales como el enfado, la pena y entre otras, lograron devorar su concentración y espíritu en las prácticas, pero ¿A qué se debía todo esto?.

Un suspiro permitió escapar de sus belfos al visualizar su propia imagen desde la vidriosa esfera de su báculo. Desde su posición podía contemplar aquel ridículo sonrojo que, desde horas previas, se había mantenido en su semblante.
Formó un puchero en sus comisuras al extender su zurda para pellizcar con delicadeza, y un poco de rudeza, los pómulos que le causaban malestar.
'¿Por cuanto tiempo se mantendrán así?'  Cuestionó en sus adentros para luego guiar la misma extremidad a su pecho. El bombardeo y los golpeteos que su corazón efectuaban eran demasiados. Si hubiese sido un mortal cualquiera posiblemente acabaría muerto en consecuencia a las taquicardias presentes.

Tras pensar en posibles respuestas a sus acciones concluyó que sus síntomas eran provenientes de algún tipo de enfermedad divina aunque esta idea carecía de lógica debido a que los ángeles son inmunes a dichos malestares.
Su misma extremidad se guió a su frente en un intento de medir su temperatura corporal, era tal y como lo había previsto, algo andaba ocurriendole, o al menos eso creía.

Mordisqueó ligeramente su labio inferior al soltar una sutil pronunciación en nombre del Dios del Todo.

—¡Oh, por Zen-Oh Sama!.

¿Qué se supone que debía hacer ahora?.

 Leves y dramáticos sollozos dejó escapar mientras se apoyaba con suavidad sobre las columnas que decoraban el palacio del Dios Destructor.

¿De qué podría tratarse?. ¿Había oído sobre ello antes?.
Cuestionó nuevamente en sus adentros para acto continuo observar de reojo el portón y las escaleras que llevaban camino hacía el cuarto del Hakaishin.

— Oh, Señor Bills. .

Murmuró a lo bajo al mismo tiempo que su mirada se clavaba sobre el báculo que portaba atrapando el mismo en sus brazos para abrazarlo junto a su cuerpo.

Por quince minutos se mantuvo lamentando aquel desconocido malestar siendo enteramente ignorante de aquellos anhelos que por tanto tiempo había estado deseando.

Poco pasó, ya luego su mirada fue rápidamente atrapada al visualizar una figura que se le hacía completamente familiar. Un báculo color esmeralda se posicionaba frente a sus ojos mientras una voz chirriante y simpática se escapaba de los gruesos labios de un ser amorfamente parlante, era el pez oráculo.

—Tienes que limpiar mi pecera.

Comentó el susodicho pescado al rodear curiosamente a su opuesto.

—En seguida lo haré.

Exclamó el ángel con una mirada penosa y desilusionada.