𝓓 𝓞 𝓢

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Once años más tarde.

―¿Vas a tu entrenamiento? ―pregunté guardando algunas cosas en mi locker.

―Sí, supongo que tú irás a lo del periódico escolar ―respondió Jimin recargado a un lado del locker y jugando con su casco, me limité a asentir―. Me buscas en la cancha si sales antes, ya sabes, para acompañarte a casa.

―Claro, ahí te veré aunque no creo tardarme, sólo tengo que pasar unas fotos a la computadora y listo ―sonreí―. Tal vez alcance a ver como mueres de cansancio―solté una risita burlona.

―Ja-ja, muy graciosa eh ―me fulminó con la mirada―. Mejor me voy, si llego tarde el entrenador Drew hará que me quede hasta tarde.

―¡Oye! ―lo golpeé suavemente en el brazo mientras dejaba escapar una carcajada― ¡Eso rimó!

―¿Sí verdad? ―hizo una mueca graciosa y reí otra vez.

―En un rato nos vemos ―dije cerrando el locker.

―Está bien ―se acercó a mí y besó mi mejilla rápidamente, luego se echó a correr por el pasillo y yo comencé a caminar al aula en donde se editaba el periódico escolar―¡Te quiero! ―gritó mientras se alejaba.

Cuando llegué al aula del periódico escolar, me senté en uno de los bancos frente a las computadoras y encendí una de estas, tardaban alrededor de mil años en iniciarse por completo ya que eran de esas computadoras que habían salido cuando nosotros éramos tan pequeños. Mientras se cargaba aproveché el tiempo y busqué los cables de la cámara en mi mochila, luego los conecté, uno a la cámara y otro a la computadora.

Abrí la carpeta de la cámara y me dispuse a buscar las fotos que había tomado hace ya unos días de la feria de ciencias, el torneo de volleyball y por supuesto, los preparativos para el baile de bienvenida que Emily se encargaba de organizar cada año.

Sí, para mi mala suerte, no bastó tener a Emily sólo en la primaria; había estado conmigo durante la secundaria y ahora en la preparatoria. Lo único bueno es que era el último año y luego no la volvería a ver jamás.

Entre las fotos encontré una de Jimin que había tomado el año anterior cuando la temporada de football apenas comenzaba. Jimin se encontraba en una de las orillas de la cancha sosteniendo su casco con la mano derecha, el aire había logrado despeinar su cabello y sus ojos entre cerrados por el sol hicieron que la foto quedara de maravilla.

Amaba ver las fotos de Jimin pero también lo odiaba porque perdía la noción del tiempo.

―Si sigues viendo la pantalla de la computadora tan de cerca vas a dañarte la vista ―me regañó Sofi mi mejor amiga, mientras acomodaba unos papeles sobre la mesa―¡Hey! ―dijo en un tono que yo conocía a la perfección―. Ese es Jimin ¿no es así? ―señaló la pantalla con su dedo índice y luego me codeó.

―No, no es ―cerré la ventana esperando que no lo hubiese visto bien, pero a quién engañaba, Sofi estaba a menos de un metro de mí y la foto de Jimin estaba ocupando toda la pantalla.

―Syd ¿hasta cuando vas a seguir viendo fotos de Jimin a escondidas? ―jaló un banco y se sentó a mi lado―. Deberías decirle lo que sientes.

―¡¿Estás loca?! ―grité y la miré―. Eso no va a pasar, definitivamente no.

―¿Por qué no? ―arqueó una ceja―. Y te pido que no me grites ―me miró con expresión seria. La había hecho enojar.

―Porque somos muy buenos amigos y... ―piensa, piensa―¿Qué tal si arruino todo y dejamos de hablarnos?

―Él no dejaría de hablarte por ese tipo de cosas, es más ―hizo una pausa―, yo creo que le gustas ―me empujó ligeramente haciendo que me tambaleara junto con el banco.

Solté una risa sarcástica.

―Sofi, eso no es verdad, Jimin me ve como a una hermana y...

―¿Y qué? ―me miró esperando una buena respuesta, pero no la tenía.

―Bueno, no sé ―puse los ojos en blanco―pero no voy a decirle ―apagué la computadora ya que las fotos habían terminado de pasarse.

―¿Te vas tan pronto? ―me miró haciendo un puchero.

―Sí, quedé con Jimin de vernos en las canchas, dijo que me acompañará a casa ―me levanté del banco y comencé a juntar mis cosas.

―Le gustas ―dijo Sofi observando como guardaba mi cámara.

―Siempre me acompaña a casa ―la miré―. Nos vemos mañana Sofi ―besé su mejilla―. No olvides apagar las luces cuando salgas.

―¿Cuándo he olvidado apagarlas? ―me miró mal.

―¿En verdad quieres que te diga? ―arqueé una ceja.

―No ―sonrió.

―Que tengas una linda tarde ―abrí la puerta.

―Igual tú. Me saludas a Jimin ―gritó y yo asentí cerrando la puerta.

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora