𝓣𝓡𝓔𝓘𝓝𝓣𝓐 𝓨 𝓒𝓤𝓐𝓣𝓡𝓞

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Chicos y chicas bailaban unos con otros por toda la casa, otros se encontraban bebiendo y otros solamente platicaban; en cuanto a Sofi y Dave, ellos estaban en la cocina comiendo bocadillos, muy típico de ambos.

Jonathan y yo estábamos sentados al pie de las escaleras, yo traía un vaso de refresco en mi mano y en una lata de cerveza. Jamás había sido fan de la cerveza, era muy amarga para mi gusto.

―Entonces salías con el chico de apellido Park ―debo admitir que me molestó un poco que lo llamara así pero tenía excusa, no sabía su nombre y Jimin tenía bastantes chinos. Me limité a asentir― ¿Terminaron hace poco? ―asentí nuevamente― ¿Puedo saber qué pasó? ―hice una mueca― Si no quieres, no hay problema.-

―¿Podemos ir arriba? ―me levanté― hay demasiado ruido aquí para hablar.-

Jonathan y yo subimos las escaleras, en la planta de arriba de la casa Luke había una sala que se veía realmente cómoda.

El ruido disminuyó, no del todo pero al menos ya no era necesario hablar a gritos o al oído.

―¿Entonces? ―preguntó mientras nos sentábamos en el sillón.

―Jimin, así se llama ―asintió― Él y yo éramos mejores amigos hasta que la chica con la que está saliendo se cruzó en nuestra amistad ―pausé― en realidad siempre tuve problemas con ella, o mejor dicho, ella los tuvo conmigo. La conozco desde el jardín de niños y solía robarme mi almuerzo, Jimin y yo nos conocimos gracias a ella y es lo único que le agradezco ―pausé― En fin, otra historia ―hice un gesto con las manos― El día que fuimos a Disney se supone que él vendría pero se fue a cuidar a esa chica y el día que salimos al centro comercial lo vi con ella ―pausé― Al día siguiente hablé con él y me dijo que no quería estar conmigo y que tampoco quería que fuéramos amigos ―me encogí de hombros.

Escuchamos que alguien subía las escaleras así que ambos volteamos, era Jimin, iba sólo y se veía increíblemente bien. Llevaba unos jeans ajustados, una playera blanca de cuello redondo y unos botines.

Nos miramos un par de segundos y luego caminó hacia el baño.

―¿Me llevarías a mi casa? ―me levanté y me acomodé mí ropa.

―Pero... ―Por favor ―supliqué.

A quien engañaba, la verdad es que por más que quisiera, Jimin me afectaba de múltiples maneras. Había sido mi mejor amigo casi toda mi vida y por culpa de una chica lo había dejado de ser; poco después lo recupero y comenzamos una relación que no duró más de dos semanas por culpa de la misma chica.

¿Cómo podía alguien quitarte a la misma persona dos veces? Pero eso era lo que menos me preocupaba. Lo que me tenía angustiada era el repentino cambio de humor de Jimin, eso no era normal, ni en Jimin ni en nadie. No se puede dejar de querer a alguien de la noche a la mañana o ¿sí? El camino a mi casa se me hizo eterno, no hablé con Jonathan ni una palabra, no me sentía en condiciones de hacerlo.

Llegamos a mi casa me despedí de él y bajé de su auto. Subí a mi habitación a tientas pues las luces estaban apagadas y no quería encenderla, no quería despertar a nadie. Pero de nada sirvió, de todos modos mientras me acomodaba en la cama mi mamá apareció por la puerta.

―¿Estás bien? ―preguntó mientras se acercaba a mí.

―Si ―sonreí―. Bueno, eso creo.-

―¿Qué pasó? ―se sentó a mi lado.

―Últimamente todo sale mal ―hice una mueca.

Bueno, tal vez estaba exagerando un poco, Jimin no era todo.

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora