𝓣𝓡𝓔𝓘𝓝𝓣𝓐 𝓨 𝓒𝓘𝓝𝓒𝓞

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Esta mañana me levanté temprano, me metí a la ducha y al salir opté por ponerme unos jeans ajustados y una sudadera gris, la verdad es que no tenía ganas de arreglarme, quiero decir, era de mañana y Jimin había estado raro, ¿qué caso tenía?

―¿Te vas? ―preguntó mi mamá mientras tomaba las llaves de su carro.

―Sí―sonreí― iré a hablar con Jimin.-

―Me parece perfecto señorita ―pasó a mi lado― ¿Te llevo? -

―Sí ―sonreí―, gracias.-

De camino a casa de Jimin mi mamá me fue dando algunos consejos, dijo que debía decirle a Harry acerca de cómo me sentía respecto a su cambio tan repentino y que pasara lo que pasara había hecho bien al pedirle que habláramos.

El camino a su casa fue corto, nos hicimos alrededor de diez minutos. Baje un poco insegura y justo antes de tocar el timbre las piernas se me volvieron plomo pero al final lo hice, era ahora o nunca.

Esperé unos minutos y entonces Emma apareció del otro lado de la puerta.

―Sydney, pasa ―se hizo a un lado y entré, la casa tenía un aroma a vinilla, era delicioso―Te extraño aquí ―hizo una mueca de tristeza― Jimin bajará en un momento.-

―También te he extrañado Emma ―sonreí― Gracias ―la vi tomar las llaves y su bolsa― ¿Ya te vas? -

―Sí, iré de compras con mi mamá ―sonrió.

―Oh ¿En dónde está ella? ―fruncí le ceño.

―Afuera en el garaje, me está esperando ―sonrió y abrió la puerta― Espero que Jimin no te haga esperar tanto ―salió― Nos vemos luego.-

―Me saludas a Sandra ―me asomé por la puerta y luego, cuando la vi desaparecer por el garaje, la cerré.

Me senté en el sillón de la sala y comencé a mover mis piernas en señal de nerviosismo, sentí mis manos sudar y entonces escuché ruidos provenientes del piso de arriba y eso definitivamente aumentó mis nervios, después escuché la voz de Jimin, seguramente estaba al teléfono y seguramente hablaba con esa perra roba novios.

Traté de calmarme un poco pero no logré nada, entonces me levanté por un vaso de agua. Sé que no era muy apropiado pero era eso o morir de ansiedad en aquél sillón. Me recargué sobre el desayunador y esperé a que Jimin se dignara a bajar.

Después de casi diez minutos decidí regresarme al sillón y bueno, ahí estaba él, tan lindo como siempre, pantalones ajustados negros, una playera blanca de cuello redondo, una camisa de cuadros encima de la playera y bueno, estaba descalzo, reí para mí y negué con la cabeza. Jimin siempre había tenido los pies...bueno, no eran la cosa más atractiva de su cuerpo.

―¿Qué? ―preguntó divertido regalándome una media sonrisa.

―Estás descalzo ―lo miré a los pies.

Me di cuenta de lo estúpida que me había escuchado al hacer comentario y estrellé la palma de mi mano contra mi frente.

―Oh, eso ―sonrió― Estoy muy cómodo ¿sabes? ―se encogió de hombros y se acercó a mí.

―Si eso dices ―me encogí de hombros y sonreí.

―Inténtalo ―se puso en cuclillas frente a mí.

―Definitivamente no ―sonreí y negué al mismo tiempo que lo empujaba con mi mano haciéndolo caer.

Me miró divertido, se levantó y entonces extendió su mano hacia mí.

The lucky oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora