Parte 17: El peliblanco

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- Me... Lana me... ¿Besó...?

El shock del momento seguía afectando al albino, quien, después de ver como todas sus hermanas le echaban miradas asesinas a Lana, fue consciente de que todas se marchaban a sus respectivos cuartos. La tensión podía cortarse con un cuchillo, sobre todo después de ver como Lola casi retomaba su antigua costumbre de decirle de todo a sus padres, pero ya que esa acción la afectaría no solo a ella, sino a la estabilidad familiar, se mantuvo callada. Le dieron las buenas noches a su hermano, quien se quedó sin habla, incrédulo.

Lincoln se quedó al menos diez minutos ahí parado, sin poder creer nada de lo que pasaba. Luego bostezó, lo que le hizo recordar que también tenía que dormir. Aún en la cama, tardó unas horas más en dormirse, ya que seguía pensando en lo ocurrido.

- ¿Le... gusto a Lana? ¿Desde cuando? ¿Por qué? ¿Ahora...?

A pesar de que se consideraba malo en relaciones, a Lincoln no se le escapaba lo que las chicas en la escuela pensaban o hablaban de él. No era tonto; la diferencia entre él y muchos otros chicos era que él no se lanzaba sobre la primera chica que se le declarara. Aunque hubiera muchas chicas que fueran lindas, para él eran simplemente eso, lindas. No le despertaban ningún sentimiento especial en él. 

Desde hacía meses que detectaba ciertos comportamientos parecidos en sus hermanas, pero...

- Nunca pensé que realmente llegaría a esto -pensó Lincoln- Yo solo actué como siempre lo he hecho, desde que tengo memoria hago lo mismo. ¿Qué fue lo que cambió ahora...? Bueno, en estos tiempos las he ayudado con problemas serios: la caída de Lynn, el concierto de Luna, la amabilidad de Luan... Y de Lola... Y de Lisa. ¿Desde esos tiempos que todo cambió?

Pero lo que verdaderamente lo asustó, fue ver que todas sus hermanas miraban como Lana le metía la lengua en su boca con un sentimiento que solo pudo identificar de una forma: celos. La inmoralidad del asunto y lo casi peligroso de la situación lo hizo sentirse desolado. Quería sobremanera a sus hermanas, pero nunca, jamás en su vida había pensado en ellas de esa forma... o eso creía. Pero eso quedó en el pasado. Ya nunca podría ver a sus hermanas como simples familiares. ¿Qué le deparaba el futuro...? ¿Y estaba verdaderamente seguro de que nunca se había sentido así? Desechó ese pensamiento de su mente, ya que tuvo miedo de ceder ante tales insinuaciones.

No durmió bien esa noche, tan preocupado estaba de lo que podría pasarle al día siguiente. La mañana empezó con Lincoln despertando inquietamente, casi esperando que alguien estuviera durmiendo encima de él, pero no había nadie. Se levantó, intentando no pensar en lo que pasaría. Se vistió y bajó las escaleras. El desayuno estaba listo, pero Lincoln no vio al que lo hizo. Nervioso, se sentó a comer. Comió lo más deprisa que pudo, así podría evitar a sus hermanas. Justo cuando terminaba, sus diez congéneres entraban en la cocina. El albino no hubiera podido aguantar la tensión, si no fuera porque todas ellas actuaron de forma normal.

Extrañado, el albino vio que hablaban de forma natural, sin enojos, casi alegres. Como si lo ocurrido la noche anterior no hubiera pasado. 

- Sí, cómo no -pensó el albino- De seguro es una tregua temporal. Yo me largo, antes de que algo más pase.

- Este, chicas... tengo que ir a ver a Clyde -dijo Lincoln en voz alta.

- ¿Qué? Lincoln, no, espera... -quiso decir Lori.

- No, ya dije. Me voy, es urgente.

- Lincoln... -dijo Lisa.

- Tengo prisa.

- Pero... -dijo Luan.

- ¡Adiós!

El albino se apresuró a cruzar la puerta, antes de que lo detuvieran. Era una situación en la cual Lincoln nunca pensó que se metería. ¿Qué hacías cuando le gustas no solo a una, sino a todo un grupo de chicas cuyo afecto era prohibido? Huir. Al menos fue lo mejor que se le ocurrió.

Además ¿qué dirían sus padres? Sus queridos progenitores, quienes desde que ellos eran niños fueron sus protectores, salvadores y amigos. Nunca aprobarían algo así, sin duda. Es más, Lincoln no habría querido molestarlos, sobre todo cuando en esos momentos sentía que entendía a su padre y ayudaba mucho más a su madre. Hacía mucho tiempo que Lincoln no hablaba tan abierta e incesantemente con su padre, y recibía mucho cariños de su madre por ayudar en la casa. Dado que ambos estaban atareados por ser dentista y chef respectivamente, Lincoln no quiso agobiarlos con un problema de esa magnitud. Tendría que guardar el secreto...

- Oh, ¿qué importa? -se lamentó Lincoln- De seguro alguna de mis hermanas va a decir algo, sería muy raro que por una vez todas se callaran... Aunque, por lo visto, ninguna quiere adelantarse a los hechos... Yo diría que Lana se pasó un poco, pero no supera eso... Ahhhh, ¿qué hago?

Sus pies lo llevaban automáticamente a sus lugares favoritos, por lo que, cuando recobró consciencia de que caminaba, Flipy's estaba ante él. Ya que no tenía a ningún otro lugar al que ir, entró.

- Una malteada, Flip -pidió, optando por un estilo como si estuviera en un bar.

Distraído, pero servicial, Flip le dio un vaso, ya que estaba muy ocupado con unos impuestos que debía pagar. Lincoln se sirvió una malteada y se sentó, confundido y deprimido. Lo que el albino no sabía era que su vida, en muchos aspectos, estaba a punto de cambiar, para siempre.


Mientras, en la casa...


- Muy bien chicas, el plan de actuar normal frente a él, no funcionó -iba diciendo Lori.

- Lo siento, creí que funcionaría -se disculpó Lola, algo triste.

- No pasa nada, Lola, fue un buen intento -dijo Leni, sonriendo un poco.

- Propongo que... -empezó Lisa, pero luego se interrumpió a sí misma- ¿Saben qué? Mejor olvídenlo. Es mejor si dejamos que se enamore de una de nosotras naturalmente, ¿cierto? No quiero entrometerme con ninguna poción o algo así.

- Bueno, ya estás avanzando, Lisa -comentó Lynn.

- Oigan, chicas, ¿no se les ocurre que a Lincoln le guste una, aunque sea una de nosotras? -preguntó Lana.

Todas las hermanas se callaron, en parte porque seguían molestas por la acción de Lana, y en parte porque estaban considerando si sus palabras eran ciertas.

- Podría ser -dijo Luna al final.

- No creo que haya pasado todo este tiempo sin que sienta algo por alguna de nosotras -dijo Leni.

- Y por suerte, no tiene novia. Al menos en eso estamos todas de acuerdo, ¿no? -cuestionó Luan.

Todas asintieron.

- Bueno, yo creo que, por una vez, dejemos de pelear, y que si una se gana el corazón de Lincoln, que así sea. Todas las demás lo aceptarán y se tendrán que rendir -propuso Lily.

Las hermanas no estaban muy conformes con ese plan, pues era obvio que Lana ya llevaba ventaja, pero era la única forma de que Lincoln no las dejara tan deprisa... Y de que sus padres no se enteraran de nada.

- Yo creo que hablo por todas al decir que aceptamos -susurró Lucy. Todas volvieron a asentir.

- Esperen, ¡esperen! -dijo de pronto Lola- Tengo una idea. ¡Mejor que la anterior! ¿Creen que podamos... poner celoso a Lincoln?

Todas se quedaron viendo a la princesa.

- Sí -explicó Lola- Hay que empezar a salir con otras personas, o mandar cartas, o dar regalos, cosas así, y tal vez Lincoln se ponga celoso.

- ¿No es mucho trabajo? -dijo Lana- Digo, ¿no sería más fácil si lo hacemos de mentira, fingiendo o actuando?

- No -dijo Lori- Lola tiene razón en ese punto. No podemos dejar que nadie más se entere, y es la forma más directa de saber si le gusta alguna de nosotras.

- Además, así nuestro querido hermanito verá que somos bonitas, no se podrá resistir. ¡Hay que hacerlo!

Las hermanas estuvieron de acuerdo en realizar ese plan, y como última señal de rivalidad, se miraron a los ojos con ferocidad, diciendo que no estaban dispuestas a perder. La pelea entre hermanas por el albino había comenzado.

¿Me querrá él a mí? (FECOWA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora