XVI

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—¿Philip? —preguntó Angélica entreabriendo la puerta de la habitación de su hermano—. ¿Podemos hablar?

El rizado levantó la mirada de su libro, se quitó los lentes y se levantó del escritorio. Asintió un tanto agotado, había ojeras bajo sus ojos gracias a las lágrimas que vertía antes de dormir.

—Claro, hermana.

La muchacha se sentó en la cama, reuniendo sus manos sobre su regazo y manteniendo la espalda recta. Sus ojos eran oscuros y penetrantes, como los de su padre; su rostro era delicado y hermoso, como el de su madre. Vestía un vestido verde claro, que hacía contraste con su cabello negro, el cual llegaba a la mitad de su espalda. Era bellísima, al igual que el resto de sus hermanos.

—Es sobre Theodosia Burr...

Philip se tensó.

—No la conozco... Quiero decir, sí, la conozco, pero no es mi amiga ni mucho menos —Su voz se iba acelerando según la sangre subía a su rostro­—. Simplemente asistimos a la misma escuela y ya. Es inteligente, y linda... ¡un poco! No me atrae ni algo por estilo, es decir, es buena persona. Eso.

La chica rio enternecida. Aquellas palabras atropelladas y esas mejillas sonrojadas le habían dicho lo que necesitaba saber.

—Guardaré tu secreto —prometió.

—¿Secreto? ¡No tengo ningún secreto, Angie!

Ella salió de la habitación totalmente divertida, Philip siguió sus pasos.

—¡Angélica! ¡Supones mal las cosas!

Mientras tanto, el resto de sus hermanos husmeaban desde la puerta aquella escena.

—¡Están equivocados! —bramó Philip, tratando de parecer enfadado cuando en realidad estaba asustado. Asustado del amor que sentía por Theodosia y los problemas que aquello le traería.

De amor, odio y otras tragedias | PhildosiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora