XXXV

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La furia dentro de Philip era imparable.

Ni Theodosia ni Susan podían calmar esa feroz llama desenfrenada que controlaba al muchacho.

Hamilton caminaba por el edificio escolar en busca de Eacker, cuando lo divisó, se acercó a él con el ceño fruncido, lo acorraló en una esquina y sujeto su cuello con brusquedad.

—Debiste haber medido tus palabras antes de escribir todas esas falacias —amenazó el de pecas.

—No dije nada que no fuese real —dijo el otro burlón, haciendo que Philip apretase con más fuerza.

—¿Así serán las cosas?

—Claro, yo no me hago el tonto como tus dos noviecitas.

—Entonces, creo que te veré en el lugar del duelo —sentenció Philip con la ira brillando en sus ojos—, a no ser que te arrepientas de todo.

—Nos veremos en Nueva Jersey, Hamilton.

De amor, odio y otras tragedias | PhildosiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora