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Si bien existía un orden impoluto en los poemas de Philip, el resto de su habitación era un desastre. Libros por doquier, ropa acomodada sobre el suelo pero no en el ropero. Y, como a cualquier madre, aquel sistema de organización enloquecía a Eliza.

La madre se preguntaba hasta cuando su hijo aprendería a ordenar sus pertenencias. Tenía diecinueve, ¿no debía comportarse como un adulto?

Mientras recogía un par de calcetines descubrió una carta firmada por T.B.

Era evidente que se trataba del interés amoroso del joven Hamilton. Eliza infirió eso al notar el tono empalagoso que su remitente usaba.

Oh, su dulce Philip. Le dolía aceptarlo pero se había distanciado de él por culpa de todos los problemas que el Señor Hamilton instaló en su familia.

Necesitaba hablar con él. Quería hacerle saber que, a diferencia de su padre, ella estaría con él siempre y que el amor es un bellísimo pero complejo momento donde, si te acercas demasiado, te puedes quemar...

De amor, odio y otras tragedias | PhildosiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora