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Ambos se abrazaron, él no quería llorar, no quería demostrarle que esto lo estaba hundiendo en u a terrible depresión. Perder al amor de su vida por esto.
-C~creo que debes irte
     Murmuró ella entre sollozos, deseando que él no la fuera a a escuchar. Liz y su madre lo miraban del otro lado esperándolo. No querían presionarlo pero el vuelo estaba por salir y si no soltaba a la pelinegra se iba a quedar acá.
-Volveré a verte y lo sabes
-Pero por el momento esto debe acabar...- Emerson asintió, tampoco creía en eso de las relaciones a distancia. -Te amo
     Aquello lo hizo sonreír y apretarla más a su cuerpo.
-Te amo, Couffre- Se apartó para tomarla de las mejillas y besarla con fuerza, esta vez era su última vez por mucho tiempo. -Tocate pensando en mi- Sonrió contra sus labios, ella lo miro mal pero luego rió ante su falta de romanticismo. Minutos después él finalmente se reunió con su familia y desaparecieron los tres de la vista de Danna. Ella se volvió hacia la encorvada y anciana mujer que le sonreía con pena. Sus ojos inundados en lágrimas y su cuerpo temblando, aquello era lo peor.

       Camino hacia su abuela y tomó su mano, la arrugada señora de unos noventa años recargo su cabeza en el hombro de su nieta y suspiró.
-Es un muchacho de buen corazón- Se apresuró en romper el silencio -Aquel gesto que tuvo en ayudarte con mis gastos fue muy hermoso, y el brillo en su mirada cuando te ve es inigualable,  mucho amor en sus ojos
—Vamos a casa
    Suspiró besandole la frente.

~•~

Esto tiene que ser una maldita broma
     Contuvo las ganas de gritar al ver aquella hoja de papel pegada en las puertas del ascensor, con enormes letras negras que decían muy claramente "en reparación". ¿Como demonios iba a subir quince pisos con su abuela? Si aquella mujer no podía subir tres escaleras sin cansarse, tal vez moriría de cansancio en el segundo piso.
—Hija tranquila— Se apresuró en decir la anciana pero Danna negó —Yo puedo subir
—No, abuela, dejame pensar que más hacer
    Dejo escapar un suspiro de frustracion y se llevó una mano a la frente, buscando miles y miles de soluciones para aquella situación y fue entonces cuando se le ocurrió, algo estúpido y probablemente no aguantaría llegar ni al cuarto piso sin un tremendo dolor de brazos, pero ¿Tenía otra opción?. Claro que no. Miro a la señora por unos segundos y salió corriendo a la entrada del edificio donde aún estaban las pilas de sillas que habían pedido para el salón de fiesta.
—Mi hermosa Danna
    Escuchó detrás de si a pocos centímetros de su cuello, aquella repugnante voz que la hizo darse la vuelta y no precisamente con un gesto de alegría al verlo ahí. ¿Pero que mierda hacia aquí?
—¿No tienes cosas más importantes que hacer, Remington?
—Solo pasaba a verte, preciosidad
    Ella puso los ojos en blanco y se giró para tomar una de las sillas.
—Ya me viste
—¿Ahora robas sillas?
    Preguntó tomándola de la cintura con algo de fuerza y acercando sus labios a su cuello
—Esto es acoso a una menor, Remington, así que sueltame o llamare a la policía
—Que exagerada, mi reina. Pero no decías eso cuando Emerson te follaba ¿Verdad?
    Inmediatamente se giró y le soltó una fuerte cachetada a Leith, dejandole la mejilla totalmente roja.
—Vete, imbécil, tengo cosas que hacer
—¿Que harás con esa silla? Puedo ayudarte
—Tengo una señora de noventa años que no puede subir las escaleras, es mi mejor opción
—Dejame ayudarte, cariño
    Dijo apartando la silla de sus manos
—No necesito tu ayuda, ahora vete
—Oh Danna, soy tu mejor opción, es mi ayuda o que se te caiga la vieja por las escaleras por querer subirla en una silla
    Danna puso los ojos en blanco y cedió, era verdad lo que decía.

    Cuando volvieron a donde se suponía debía estar la señora, ya no estaba, Danna suspiró agotada y subió corriendo las escaleras, acompañada de él chicle Remington hasta que encontró a la mujer, recargada a la pared, jadeando. Habia subido tres pisos apenas
—Por dios, abuela
—Creí que podía...
—Abuela, usted ya no está para esto. Deje que la ayude. Él es Remington, es un compañero de clase y nos va a ayudar
    Remington se aproximó a la anciana y tomó la fría, arrugada y huesuda mano de la mujer para depositar un beso sobre sus nudillos muy marcados.
—Un gusto conocerla
—El gusto es mio, muchacho
    Respondió llevándose la mano al pecho y dejando salir un suspiro de sus labios
—Permitame cargarla, no va a aguantar doce pisos a pie
—¿Como crees, hijo? Este viejo saco de huesos va a cansarte
    Remington sonrió y negó con ternura. Las personas mayores siempre le causaron una ternura tremenda.
—Por favor, permitame
   La mujer asintió apenada y finalmente Remington la alzó con sumo cuidado de no irse de boca con la mujer en brazos.

    Para el octavo piso los brazos del chico pedían a gritos que dejará caer a la mujer y le dieran un descanso. Cualquiera se cansaría en su situación pero no podía permitirse eso, así que junto todas sus fuerzas y continuó su camino. La señora muchas veces pidió que la dejara continuar a pie pero tanto Remington como Danna se negaron.

    Finalmente estaban frente al departamento, Danna se apresuró y abrió la puerta dejando pasar al pelinegro con su abuela.
—Ven, por acá, déjala en mi cuarto
    Se adelantó por el pasillo y abrió la puerta del cuarto. Remington dejo a la anciana sobre la cama y Danna, tras encender el aire acondicionado la cubrió con las sabanas y besó su frente
—Ahora vete, Remington
    Dijo la pelinegra seria. Le disgustaba su presencia
—¡Danna!— Regaño la cansada señora —¿Donde están tus modales? Invitale un vaso de agua, esta muy cansado.

~•~

—Gracias por eso
    Dijo, sentándose a su lado en el sofá cama que ahora ella ocupaba desde que su abuela vivía con ella.
—No hay problema
    Dejo su vaso ahora vacío de lado y la miró a los labios, quería devorarlos y ella lo estaba notando.
—Remington...
—Permiteme, Danna
     Hablo tomándola por las mejillas y acercandola más a su cuerpo, sus brazos temblaban por el esfuerzo de haber llevado a una mujer cargada por doce pisos pero él se esforzaba por sujetar el rostro de Dan.
—Remington no, Emerson acaba de irse y yo, yo no puedo ir por ahí besandome o acostandome con cualquiera
—¿Por que no te permites ser amada por alguien más?— Cuestionó —Es solo un beso, uno que llevo deseando por un cierto tiempo. Emerson ya no está, date la libertad de probar estar en brazos de otra persona
—No estará, pero yo lo sigo queriendo y no esta bien esto.
—Dame una oportunidad, Emerson no tiene por que enterarse.

art ;; e. barrettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora