Barón Ojos de Plata 1

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Hans Heinrich von Thyssen V

Este fue un barón, heredero de la riqueza cultural más grande de sus tierras. Sus antepasados se encargaron de llevar su fortuna a niveles de solo necesitar visitantes en los museos fundados por su bisabuelo para tener ingresos de grandes cifras. Su padre tuvo dos hijos, él y su hermana Lilith. A pesar de ser el mayor, su familia desistió de dejar su herencia en sus manos. Su nacimiento fue lo más esperado para su padre, mas al notar a un bebé hermosamente nacido con los ojos blanquecinos como un cristal, la decepción lo llevó a no conocer nunca el amor de este.

Para los nobles y realeza, el joven barón estaba en una casa de descanso, pero realmente es un destierro de la familia y de todo lo que sus relaciones le pudieran aportar a él. Sirvientes no faltaron, era una mansión en las lejanías de Transilvania, pero todos eran hombres. Ni una sola mujer había pisado la mansión Thyssen; Hans padre hizo todo lo posible para que su hijo no se enamorara. Un matrimonio llevaría a la familia a poner en su hijo toda esperanza y obligación de seguir la línea.

Con 21 años, viviendo a base de cartas de su hermana y las lecturas de su extensa biblioteca, Heinrich se perdía en cada historia de amor. Idealizaba de tantas formas a la mujer de sus sueños, que varias veces enfermaba por su obsesión. En su casa, su palabra era ley, pero no todos eran capaces de cumplir sus locuras de peticiones.

-James, búscame ropas adecuadas. Vamos a dar un paseo por el bosque.- ordenó el barón tras terminar de escuchar a su mayordomo leerle uno de sus libros favoritos.
-Pero, señor Heinrich, ¿qué va a buscar en el bosque? Está por llover.
-Sólo quiero un poco de aire fresco.

Sus paseos eran siempre acompañado, pues el riesgo de que se perdiera era casi seguro. Aunque nunca usó un bastón, siempre trató de saber moverse como un noble. Su postura, sus pasos y sus movimientos eran ligeramente vacilantes, pero dentro de lo correcto en los cánones sociales.

Fue su canto lo que hizo que sus sueños tuvieran voz. A lo lejos una tormenta comenzó a dar su soplido de presencia y por estar atento al sonido de aquella voz, el joven barón se separó de su guía. Había comenzado la lluvia, pero perdido por el hechizo de la música y por su falta de luz, el muchacho vagó por el bosque en plena tormenta sin contestar a los llamados de su mayordomo, solo para no perder la voz de ilusión. Se acercó, la ausencia de árboles le hizo saber que se encontraba en un claro. Vacilando sus manos y pasos, una sonrisa se dibujó en su rostro al oír con más nitidez aquella belleza de sonido. Tropezando con una rama en el suelo, cayó provocando un ruido que asustó a su acompañante. El silencio se hizo presente, él se levantó con gran velocidad y trató de seguir su camino.
-No calles, por favor, sigue cantando.-suplicaba el barón.
-¿Tú quién eres?
-¡Qué voz más tierna! No tengas miedo. Yo soy el barón Thyssen, vivo en la mansión al este del bosque. ¿Quién eres tú?
-Tú eres el joven rico que se recupera de una enfermedad aquí. Yo soy solo una simple campesina. No deberías estar bajo esta lluvia. Sígueme, te llevaré hasta un lugar seguro hasta que pase la tormenta.-dijo ella comenzando a caminar.
-E...espera, dame tu mano, al menos. Si no, no puedo seguirte.
Ella dudó, esa era una petición poco usual. Se acercó a él y vio su cara, su mirada lejos de ella la sorprendió. El resplandor de un rayo le reveló dos bellas lunas plateadas como sus ojos. La impresión hizo que ella cayera en el suelo.
-Tus ojos... ¡son plateados!
-No te sorprendas, son poca cosa si no puedes ver con ellos...-dijo él apagando su voz poco a poco.
-Dame tu mano, yo te ayudaré.
-Gracias...- se tomaron de las manos.
-¡Tienes fiebre! ¡Estás muy caliente!
-No... creo, estoy... bien...
Heinrich se desmayó frente a ella.

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