Sangre Lágrima de Primavera 1

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Un suave aroma de jazmín se hizo cargo de regresar a Aurora a la conciencia. Despertó caliente, aunque aún sentía las repercusiones del frío en su piel. Bajo las tantas mantas que la cubrían tenía varios vendajes, pues el viento helado la había herido al desgastar su descubierta piel. Abrió los ojos y una sonrisa la recibió, pero su mente se sintió contrariada al ver que era la chica rubia del lago.
-¿Te sientes bien? –le preguntó con una voz cálida.
-¿Dónde estoy? –su garganta dolía, también había sufrido los estragos del invierno, por lo que su voz sonaba ronca y desgastada.
-En las tierras de Von Tyssen. Yo soy la baronesa, Lilith Von Tyssen. –eso entristeció a la campesina, pues creyó que la persona frente a ella había contraído matrimonio con su querido barón. –Dime, querida, ¿te duele algo?
-No, estoy bien. –mentía, su cuerpo dolía, pero no tanto como su corazón. –Gracias por sus cuidados.
-No tienes que agradecerlo. Puedes quedarte aquí hasta que te recuperes.
-Sería una molestia. –intentó levantarse, pero su cuerpo no estaba lo suficientemente descansado.
-Quédate acostada, por favor. No ha pasado mucho tiempo desde que caíste en el lago. Debes recuperarte.
-Lo siento, baronesa, pero no me siento cómoda quedándome aquí. –como le permitieron sus heridas y débiles piernas, se puso de pie.
-Aun así, no puedes irte. –Lilith no se levantó de la silla junto a la cama desde la cual estaba cuidando a la campesina, solo la vio caminar hacia la puerta de la habitación. –Hay una tormenta de nieve fuera. Y aunque no la hubiese, en tus condiciones, no llegarías ni a la mitad del camino al pueblo más próximo. Insisto en que te quedes, por favor.
La mirada suplicante de la noble convenció a la chica, pero sabía que su decisión solo sería una tortura constante hasta que el invierno terminara. Resignada, volvió a la cama y cerró los ojos. Se quedó dormida pensando en qué le diría a su barón si lo encontraba en alguno de los pasillos de la casona. La puerta se abrió con disimulo, Lilith se volteó a ver.
-Descuida, está dormida. –el joven entró al cuarto.
-¿Cómo está? –preguntó en susurro.
-Cansada, su cuerpo está muy desgastado. Casi parece que se ha echado a morir al invierno.
-Esto es mi culpa. –él apretó sus puños.
-Tú también deberías descansar. Ese frío no es bueno para ti.
-Lilith, por favor. No empieces con lo mismo.  –ya había ocurrido más de una riña entre los hermanos por la sobreprotección de ella hacia él. –Solo cuídala, ¿sí? Yo estaré en mi cuarto con mamá.
Él se dirigió a la puerta, pero al salir sintió una presencia seguirle hasta afuera y cerrar la puerta tras de sí.
-¿Y qué pretendes hacer? ¿Esconderte de ella hasta que termine el invierno? –Heinrich se detuvo ante esto.
-Sí. –respondió seriamente.
-No puedes hacerlo. ¿Crees que es tonta? Ella sabe lo que pasó, te vio, y casi muere por llegar a ti. Por Dios, Heinrich, ¿qué más pruebas necesitas para entender lo que ella siente por ti? ¿Es que no lo ves? –Lilith cubrió sus labios al decir estas palabras.
Su hermano arrugó su frente. Sin cambiar su expresión, se acercó a su hermana buscando la mano de esta a tientas. Al encontrarla, la tomó fuertemente y la condujo a través de la residencia con paso firme y fuerte. Llegaron a la puerta de la habitación que le habían asignado a él y la abrió con fuerza. Con un impulso de su brazo, soltó a su hermana haciéndola avanzar un par de pasos más. Luego él fue junto a la ventana y abrió las cortinas.
-¿Qué hay ahí? –le preguntó a la rubia.
-Un… paisaje nevado. Se… se ve el bosque… y la montaña… al fondo… -respondió asustada, luego él fue al librero y tomó varios libros tirándolos al suelo.
-¿Y aquí? –ella dudó.
-Letras… historias… novelas y… personajes…-cada vez se le hacía más difícil comprenderlo.
Heinrich la condujo luego a la cómoda, él se quedó apoyando los brazos contra la gran pieza de cristal colgada de la pared mientras su hermana, tras de sí, comenzaba a mojar sus ojos.
-¿Y aquí? –ella tenía la voz entrecortada, pero aun así habló.
-Tu… reflejo… -él la encaró.
-Entiende, Lilith. Todo eso para mí es solo un trozo de cristal o papel o madera sin vida, sin importancia. Mi mundo no vale. No tiene alegría. Es solo oscuridad, nada más. No veo qué tan bien puedes verte con tu corona de jazmines, solo siento su olor. No sé qué significa que seas rubia o morena si nunca he visto los colores. Nunca he visto nada, Lilith. Solo tengo mi torpe imaginación, tan ciega como yo. No valgo como persona. Cuánto te desgastaste para entender cómo enseñarme a moverme por los lugares de aquí. Y aún hay muchos en los que me pierdo o tropiezo con las cosas.
-Hermano mío… Lo siento tanto… -ella lo abrazó, mas él se mantuvo rígido y molesto.
-No puedo, Lilith. Esa chica, cada vez que está junto a mí, es víctima de varias desgracias. No puedo darle una vida como esa. Es como si tuviera una maldición y ella fuera siempre la afectada. No, solo me alejaré. Puede ser que así, logre salvarle la vida.
El muchacho salió de su habitación, pero su hermana aún seguía estática en el lugar. Sus lágrimas estaban enfriando su cara y sus labios temblaban por lo ocurrido.
-Heinrich, no lo entiendes… Su destino es estar juntos. Si no lo aceptas… ella morirá. –la chica solo bajó la mirada a los libros desperdigados fijándose en uno que tenía una ilustración de una pajera en pleno beso de amor.

Barón Ojos de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora