Unos días más tarde, tras salir del hotel, los interceptó el sirviente con la guardia. Fueron arrestados y, como supuso el muchacho, llevados a juicio. Durante el arresto y demás, Aurora se aseguró se no decir palabra, solo por sus cascabeles, el barón sabía que estaba cerca.
En el juicio, los intentos de hacer a la chica confesar fueron los más insólitos, desde golpearla hasta ligeros cortes en su piel. Atado como se encontraba, el barón solo podía defenderla a palabra. La fortaleza de Aurora casi se quiebra cuando lo golpearon a él. Su respiración agitada habló por ella en señal de susto, pero al mirar a su compañero se percató de su expresión.
-Calma, Aurora, estoy bien.-le dijo con un hilo de voz.
Terminaron tirados a la calle luego de varios juicios e interrogatorios. Sin poder probarse nada, el joven barón presentó las exigencias de su herencia y la propiedad de su casa y fortuna.
Un par de papeles de testamento en la mano y el amor de su vida salida de una serie de torturas. Valor tuvo a más no poder, para ponerse de pie y llevar a la chica por el pueblo. Aquella catedral, donde comenzó todo, fue el único lugar que recordaba él cómo llegar. En la escalera, sus brazos no dieron más y la acostó suavemente en el suelo.
-Aurora, tu silencio me ha torturado el alma, pero tu valentía me ha demostrado lo mucho que me quieres. Lamento tanto haberte hecho pasar por todo esto.
Ella seguía aun dormida y sus cortes, aunque leves, manchaban su descarado vestido.
-Yo soy el que debería decirte que dudes de mí, solo te he traído dolor y sufrimiento. Eres tan buena que nunca lo ves, para ver mis defectos eres mucho más ciega que yo. Es tu cariño, es lo que hace que siempre me sienta bien y que no me preocupe de lo que te hago pasar para complacerme. Mi niña, no sé otra forma de pensarte que no sea buena, sensible, preocupada y sincera.
Ella abrió los ojos con lentitud, no dijo nada, se acostumbró un poco al silencio en los juicios. Se quedó mirándolo con una sonrisa en el rostro y escuchando atentamente la confesión de su compañero.
-Mi querida Aurora, qué milagro de la vida te puso en mi camino para tenerte, usarte a mi antojo y solo recibir de ti ese amor tan puro y fresco que me enciende la existencia? Será que sueño despierto y mi maldición de la soledad me está jugando una mala pasada. Háblame, dime que existes, dime que no me has dejado en mi oscuridad, sin la luz de tu voz y el camino de tus manos para sacarme de vivir a tientas.
-Barón...-susurró ella con un hilito de voz.
-Aurora, mi chiquilla, ¿estás bien?
-Barón, yo estoy bien, y no te considero culpable por nada de lo que ha pasado.
-Tú... estabas escuchando?
-Bueno, nunca creí que mi barón favorito pudiera llorar por una campesina cualquiera. Pero veo muy tierno lo de ser tu luz.
-Oh, mi niña, perdóname por hacerte sufrir tanto y solo ser tu amo. Mis órdenes son cumplidas por ti de una forma tan leal que he llegado a temer por tu vida.
-Pues no temas más, yo lo hago porque quiero mantenerme a tu lado, y haré todo lo posible para mantener esa sonrisa en tu rostro.
-Nunca será suficiente la riqueza del mundo entero para valer como vale tu corazón.
Se besaron de forma apasionada, cada quien retozaba sus manos en el rostro del otro. Los portones de la catedral se abrieron y el arzobispo encontró a los jóvenes en las escaleras tendidos.
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Barón Ojos de Plata
RomanceDos almas tan diferentes unidas en una sola desgracia. El amor se pone de manifiesto como único recurso para evitar la muerte, pero... ¿no el olvido? (Historia original, prohibida su copia, así como el uso de sus personajes o trama. Gracias por su a...