Lago Cristal de Viento 2

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A las dos semanas, una de las monjas encargada de llevarle comida a su habitación no soportó más el sufrimiento de la joven. Entró al cuarto y la encontró como siempre, envuelta en sus sábanas en un rincón. Se acercó a ella con suavidad y le habló con voz maternal.
-Niña, hija linda, no sufras más. Si crees que tu amor se ha ido, por qué no has ido a buscarlo.
-Hermana, él se fue a donde yo nunca he ido. Se dirigió a lo que es desconocido para mí y no me dejó siquiera una forma de seguirlo.
-Piensa bien, mi niña, algo debe haber hecho para irse.
-Pero, hermana, si nadie me cree que él haya existido, cómo lo voy a encontrar. Todos me mienten, yo sé que mi barón existe.
-Yo te creo, porque existe en tu corazón. Medita si tu amado en el intento de tu protección dejó algún cabo suelto.
La monja se retiró dejando una esperanza, por mínima que fuera, en el corazón casi muerto de Aurora. Reflexionando sobre lo ocurrido, llegó la noche a su ventana. La siguiente visita de la monja fue mucho más grata. La chica comenzó a comer, tenía una nueva actitud en su vida.
-Mi niña, ¿qué te ha hecho cambiar así?- dijo la mujer sorprendida.
-Hermana, él se fue en una carreta. Solo hay un transportista en la zona. Esa persona debe saber donde vive. Debe saber a dónde huyó mi compañero.
-Hijita, si tu corazón te regresa a su lado, aventúrate a ir tras él.
-Hermana, muchas gracias por ayudarme a no rendirme.
Esa noche, Aurora hizo lo posible por descansar, sabía que necesitaba fuerzas para comenzar su búsqueda. Sus primeros intentos de dormir fueron fallidos, pues recordaba a su amor con fervor. Se quedó dormida en un suspiro de esperanza, deseando desde lo más profundo de su ser tener éxito al día siguiente.
Se levantó temprano, la ansiedad la hacía actuar enfocada en su objetivo. Ir por su amor perdido, recordarle que su corazón latía por él... y también moría.
Se dirigió a la caballeriza de la ciudad, no paró hasta dar con el dueño del lugar. Entró en su despacho dispuesta a salir con una respuesta.
-Señor, ando en busca de una persona.
-Dígame cómo es esa persona y trataré de ayudarla, señorita.
-Es un noble, señor, un barón. Tiene cabello rubio y ojos plateados.
-¿Es esto una broma? Por muy noble que sea, eso no es posible. Nadie tiene ojos así, lo siento, pero no puedo ayudarla.
Ella insistió, no quiso darse por vencida. Estaba a un mínimo paso de su compañero.
-Por favor, señor, revise sus registros, debe tener su nombre en él. Hace casi dos semanas, debe haber tomado uno de sus vehículos con el nombre de Heinrich von Thyssen.- se comenzó a desesperar.
-Señorita, lo siento, pero ese nombre no se ha registrado aquí nunca...
Tocando el escritorio del hombre como si dejara allí un pedazo de su alma. Sus ojos empezaron a llover y sus hombros a temblar.
-Por favor..., por favor...dígame que aun puedo pensarlo... Dígame... que él existe...
-Niña, no sé cómo ayudarte, pero si lo necesitas puedo compensarte con una carreta o un caballo por un tiempo.
-Gracias, señor,- dijo sollozando- creo que aceptaré su oferta por unos días.

Barón Ojos de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora