Barón Ojos de Plata 4

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La noche del baile, varios nobles de lugares cercanos se reunieron en la mansión Thyssen. Por supuesto, todos los presentes eran hombres. A pesar de ser invitadas, las mujeres no tenían derecho de pisar suelo Thyssen sin autorización del barón Hans, y eso era nunca.
Al comenzar la celebración, todos los hombres se quedaron sorprendidos de no encontrar una sola persona de la servidumbre en el salón principal. De repente, todas las luces se apagaron. Un susurro comenzó a escucharse desde las habitaciones de la mansión. El sonido se hizo más cercano y nítido según pasaba el tiempo. Era una voz, una voz femenina que cantaba. No era la voz más hermosa, ni su portadora la mejor cantante, pero logró estremecer a su público. Ya que no lograron ver nada por la oscuridad, aquellos hombres solo podía suponer que una presencia fantasmal se burlaba de ellos. La cantante caminó alrededor de su público y a veces rozaba hombros o brazos de ciertos inquietos. Al terminar la canción, las luces comenzaron lentamente a encenderse. Frente a los invitados se encontraba el barón Heinrich y a su lado una hermosamente vestida mujer con un rostro serio y apagado. Los susurros entre los presentes fueron tantos que hicieron eco como gritos en aquel salón.
-Espero que se hayan deleitado con la reciente interpretación de mi compañera.- dijo orgulloso el muchacho.
Todos callaron. Una mujer, compañera del barón? Era insólito pensarlo siquiera.
-Este fue sólo un regalo de compensación por el viaje tan largo hasta aquí, ya que su misión, se los diga o no, al salir de aquí, será de avisar a mi padre de este incidente. Si alguien tiene algo que decir respecto a esta chica, lo espero en mi estudio. El resto, ha sido un placer el que aceptaran mi invitación, pero con mucha pena les digo adiós, hasta nuestro próximo encuentro.
Tomado de la mano de la cantante, el muchacho subió las escaleras y al llegar al final de éstas, chasqueó los dedos sonoramente y desapareció tras la puerta de su estudio. Tras el sonido, los sirvientes salieron de sus escondites y atendieron la partida de los molestos invitados.
Ya en su estudio, el barón trataba de calmar los nervios de Aurora.
-Lo hiciste perfecto.-sentenció satisfecho.
-No lo creo, aunque no me detuve, toqué a algunas personas, caminar así es difícil.-él rió por el comentario.
-Eso fue mejor aún, así pensarán que un muerto los rondaba. Y al menos ya sentiste lo que yo.
-Te aseguro que si salimos de esto sin problemas, te dejaré hasta tocar mi cara.
-Trato hecho, pero no debiste temblar tanto, parecía que le temías a la oscuridad.-se burló el barón.
-Sólo me alegra que estuvieras allí conmigo para guiarme y que todo esto terminara ya.
-Mi querida Aurora, lamento decirte que esta historia solo acaba de comenzar.

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