Capítulo 22

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Tres años antes.

Sentado en una silla con las piernas cruzadas, en aquella oficina exageradamente grande y decorada.
Un gran escritorio de madera y delante de el estaba Gaél, sentado viéndonos directamente.
Isaac estaba a un lado de mi escuchando cada palabra que él nos decía. La habitación por un momento se quedó en silencio. Sentía a Isaac tensarse a mi lado, y yo sentí una gota de sudor resbalando por mi espalda debajo de mi chamarra de cuero. Gaél estaba volviéndose loco de furia.

- Déjenme ver si entiendo. - Comenzó Gaél a hablar lentamente. - ¿Ustedes dos golpearon a seis policías, y destrozaron tres patrullas, dejaron a los seis miserables casi muertos en el asfalto, solo por que un alcoholímetro no les pareció razonable?. - Preguntó Gaél con el enojo creciente en su rostro.
- Mas o menos. - Dije tamborileando mis dedos en mi rodilla. - Y nos veíamos exageradamente galanes mientras lo hacíamos. - Añadí con una ligera sonrisita en el rostro. Gaél entornó los ojos hacia mi.
- Angelito, ¿Te dije que me dejaras hablar a mi?. - Dijo Isaac en voz baja, como si su intención fuera que Gaél no escuchara ninguna palabra de lo que me decía, no funcionó. Solté un resoplido.
- ¿Están los dos locos?, ¿Se imaginan lo que hubiera sucedido si los hubieran capturado? Tenían toda mi droga, las armas y cuchillos. - Dijo alzando cada vez mas la voz y clavando su mirada en mi, como si quisiera atravesar mi carne usando solo sus ojos. - Ustedes dos y los policías me importan una mierda, pero mi mercancía, mis armas tan costosas. Por favor, idiotas, no me hagan esto. Tanto que hago por ustedes, sobre todo por ti, Ángel, que últimamente tu estilo de vida es un poco caro. - Terminó su última frase recostándose sobre su silla.

Me levanté de mi asiento y empecé a caminar hacía Gaél, rodeando el escritorio. Me paré justo atrás de su silla.

- Escucha, Gaél, se que todo esto estuvo mal y fue muy idiota de nuestra parte, pero déjame decirte algo; creo que ya he estado bastante tiempo contigo como para aprender que lo que mas importa aquí, son las ganancias; la plata, lo se perfectamente. - Dije comenzando a masajear sus hombros, no tuve que ver su cara para saber que había cerrado los ojos al sentir mis manos sobre el.

Aunque pude ver el rostro de Isaac, viéndome con aspecto pensativo y con los ojos abiertos como platos.

- Si, Angelito, pero tu olvidas un minúsculo detalle. - Dijo volteando para encontrar su mirada con la mía. - No reunieron una mierda ese día.
- Lamento informarte que te equivocas. - Dije quitando mis manos de sus hombros, y caminando nuevamente frente al escritorio. - Luego de que la policía invadiera ese antro de porquería, pude guardar bien en mi persona todas mis ganancias de aquella noche.

Fue lo último que dije, alcé el maletín que estaba descansando a lado de mi silla, lo arrojé sobre el escritorio y lo abrí. Muchísimos fajos de billetes se asomaron. Tanto Gaél como Isaac se quedaron estupefactos al ver tal botín. Gaél se acercó mas al maletín y tomo uno de los fajos.

- Me sorprende, Ángel, ciertamente. - Dijo quitándole la mirada a todo ese dinero para mirarme a mi. - Muy buen trabajo, cariño. - Gaél me sonrió y yo le devolví esa sonrisa.

Horas después, Isaac ardiendo en celos en mi habitación, me dijo que esa sonrisa de complicidad entre nosotros, era lo mas terrorífico que había visto en toda su existencia.

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Hoy

Un gran hilo de miedo y confusión empieza a subirme desde algún punto de mi interior y el aire que tengo alrededor de pronto se me antoja escaso.
Aquel hombre de unos veintitantos años seguía de pie en el umbral de la puerta principal de la mansión, aún con la capucha de su abrigo puesta. El arma todavía en sus manos apuntando hacia Gaél, sin despegar su mirada de él.
El chico misterioso me clava su mirada, tiene rabia en los ojos, me ira a mi, luego a Gaél. Y yo aún en el suelo le devuelvo la mirada, jadeante, adolorido, atemorizado. El corazón me late a mil por hora.

- Creo que ya se divirtieron mucho esta noche, su velada se salió de control, por lo que veo. - Dijo aquel hombre con la voz mas profunda y densa que había oído en alguien. Dió un paso adelante, el arma aún apuntando.
- Muchas gracias, Demian, pero creo que puedo controlar a un par de hijos de puta yo solo. - Habló Gaél frotando su labio inferior para calmar el dolor.
- ¡Gaél, eres solo un niño idiota! Esta noche mataste a uno de mis mejores talentos y estabas a punto de acabar con otro. Dame una buena razón para no dispararte en el cráneo y después beberme la médula de tus huesos.

Esa voz sonaba como la maldad encarnada, ese hombre, era casi diez centímetros mas alto que yo, su pecho subía y bajaba para contener la furia. Y por primera vez vi en Gaél el miedo, un miedo y una mirada que pensé no existía en él.

- Tu no tienes una puta idea de lo que estos dos me han hecho. - Gaél presionó una vez mas su rodilla en mi espalda y gruñí de dolor. Me tomó por el cabello, obligándome a ponerme de pie. - Este pedazo de mierda asesinó a mi hermano y piensa que se saldrá con la suya. - Ladró Gaél rodeando su enorme brazo en mi cuello. Presionó.
Empiezo a temblar, la sala gira y gira.

- Lo dejaré salirse con la suya, tu hermano era solamente un puto adicto y un patán. No servía de nada mas que para drogarse y masturbarse. Iba a morir en cualquier momento. Tal vez yo lo hubiera matado si Ángel no lo hubiera hecho. - Así que Demian, ahora se su nombre, él me conoce, él sabe que yo maté al hermano de Gaél.
- No, Demian. - Intervino Gaél. - Él va pagar por esto tal y como su noviecito pagó. Míralo, ya no es mas que un cadaver para las ratas. - Siento la furia tan candente que se encienden mis mejillas y se tapan mis oídos.

Lo golpeo en el estómago, él se dobla soltando un alarido y vuelvo a la carga, le doy un codazo en la cara. Mi codo cruje al estrellar en su nariz. Cae al suelo. Corro hacia la salida, al pasar de lado de Demian, este toma mi brazo para impedir que me vaya. Me toma con mas fuerza y me atrae hacia si. Se quita la capucha y me mira. Tiene unos ojos color marrón muy intensos, una nariz puntiaguda y una quijada prominente.

- Ya casi acabamos, pequeño Ángel. ¿Cual es la prisa? - Su voz es aún mas aterradora a pocos centímetros de distancia. Gaél se pone de pie, un destello plateado reluciendo en su mano. Ya no es él, está cegado por la furia. Tomo un abrecartas que descansaba sobre la mesa al lado del televisor. Me va a matar en cuanto tenga la oportunidad.

Me quedo al asecho junto a Demian y ambos miramos a Gaél, respiro de forma superficial y agitada. Y entonces se aproxima, los ojos brillantes en su rostro. Jadea.
Tomo el abrecartas adoptando posición defensiva.

- Te odio, Ángel. - Gritó Gaél, una lágrima corriendo en su mejilla derecha. Y corre hacia nosotros con su cuchillo alzado. Todo sucedió tan rápido, Gaél aproximándose a toda prisa, tomé el abrecartas y lo lancé, el arma giró en el aire hasta encontrar su objetivo. Se clavó exactamente en donde había apuntado, su ojo.
La cabeza de Gaél se fue hacia atrás por el impacto. Se tambaleó por un momento. No le dió tiempo de gritar. Demian remató con una bala en su pecho. El sonido retumbó entre las paredes y en mis oídos.

Cayó estrepitosamente en el suelo, su ropa pegada al cuerpo por el sudor y sangre que empezaba a emanar del agujero que la bala dejó en su pecho. La imagen grotesca de Gaél con el abrecartas clavado en el ojo nunca dejará mi memoria. Sentí la mano exageradamente fuerte de Demian en el hombro.

- Te enseñaron bien, encanto. - Me dijo casi con una voz cantarina. Cantarina y profunda. Lo miré y una media sonrisa se escapó de su rostro. Tenía una sombra de barba de unos días.
- Siento mucho lo de Isaac, Ángel. Ya viene mi gente para arreglar este lío, nos encargaremos de Isaac, te lo prometo. - Me dijo para tratar de calmarme, como si me conociera desde hace mucho tiempo.
- Quiero irme con Isaac, por favor. - Hablé apenas susurrando, casi inaudible.
- Lo se, lo se, pero ahora tengo que llevarte a tu casa. - Me dijo al fin soltando mi hombro. - Tienes que ir por tus cosas.

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