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Ahí me encontraba yo, escuchando las noticias que leía mi padre del periódico, los judíos serían transportados a las afueras de Varsovia a una pequeña comunidad, mi madre se encontraba empacando varias cosas y mi padre seguía con el periódico en manos aún sin poder creer lo que nos harían y es que lo encontraba injusto, ser judío no es nada malo ni del otro mundo.

-Papá, deberías dejar de presionarte tanto, no es bueno para tú salud.- dije llamando la atención de aquel hombre un poco grande de edad.

-Jimin, no me digas que hacer y ponte a contar el dinero, no deben ser más de 2,000 slekis* -

Asentí haciendo la tarea que mi padre me había asignado.- Dos mil setecientos cuarenta y cinco slekis, eso es más de lo que se nos permite

-Debemos esconder todo el dinero, no es prudente que nos vean con esa cantidad.- mencionó papá sobando su cabeza un poco calva.

-Tenemos que usar la psicología, si dejamos el dinero encima de la mesa y lo cubrimos con algún papel puede que no lo vean, los alemanes sólo invaden las casas para llevarse lo de valor, no creo que un par de sucios papeles y envolturas sean de valor.- mencionó Hoseok, levantándose del sillón.

-Oh, querido hermano, pero que pensamiento tan más... como decirlo... inútil.- digo sarcástico, río un poco y me acerco a mi madre para darle un beso en la sien.- Yo no pienso largarme, éste es mi hogar y un par de soldaditos nazi no van a sacarme de él ¿entendido?

-En ese caso yo igual me quedo, bien dicho Jimin.- Habló mi hermana menor, Lisa, ella siempre me sigue a donde voy y aspira a ser alguien como yo, me dice. Tan sólo tiene 16 años .

-No, nadie se queda, todos nos vamos y punto, guardaremos los slekis aquí.- menciona mi madre apuntando hacia el violín- los introduciremos uno por uno, con paciencia, luego los sacaremos con alguna pinza o una horquilla.

-Al fin alguien dice algo coherente. Vamos Hoseok, no pongas esa cara y que venga el ánimo.- Me acerco a él y planto un beso en su mejilla.

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Siempre me caracterizó ser un niño alegre y con energía, le veía el lado bueno a todas las cosas por muy jodidas que estuvieran. Me dirigía hacia la cabina de la Universidad judía, y si, al ser judío teníamos ciertos lugares exclusivos y algunos que otros prohibidos. Esa Universidad no era de grandes lujos o elegantes pisos, pero era lo que teníamos y yo estaba eternamente agradecido que mínimo no se nos prohibiera la educación. Entré por esa gran puerta y subí las escaleras hasta el tercer piso, caminé por el largo pasillo y entré a la habitación en la cual estaba la cabina de radio universitario; yo tenía un trabajo, de lunes a viernes me dedicaba una hora a tocar el piano para los oyentes de la radio, me gustaba mucho tocarlo tanto para mi, como para los demás, esta pasión surgió un día de invierno, tenía cerca de 7 años, la nieve caía y yo me encontraba en la sala escuchando el viejo radio de papá, "Para Elisa" de Beethoven comenzó, las notas haciéndose escuchar, yo estaba en cierto trance por el sonido tranquilo del piano, la pieza sonando por toda la sala, aún recuerdo la placentera tranquilidad en la que estaba, desde ese momento sentí una conexión con ese instrumento blanco y negro; recuerdo que al día siguiente le lloré a papá pidiendo que me metiera a clases, quería aprender y quería llegar a ser el mejor pianista de todo el mundo, un sueño tal vez inocente y muy lejos de cumplir, en ese tiempo no teníamos mucho dinero para pagar las clases y mucho menos para comprar un piano.

Al mes siguiente era mi cumpleaños, ese día me desperté muy contento, iba a cumplir mis 8 añitos, en si me emocionaba mucho mi cumpleaños, bajé rápidamente las escaleras y caminé hacia la cocina, nadie estaba ahí, pregunté por mamá y papá, no estaban, grité por mis hermanos, mucho menos se encontraban ahí, comencé a llorar desconsoladamente ya que pensaba que me abandonaron, al cabo de unos 5 minutos escuché como se abría la puerta que daba entrada a un garaje, allí se guardaba la comida ya que no teníamos trasporte para guardarlo, me levanté del suelo ya que me había tirado a llorar, sacudí mis rodillas con mis manitas y limpié mis lágrimas, corrí para ver quien era, mis ojitos se iluminaron al ver aquel piano, blanco y negro como había visto en periódicos o como me lo habían contado, corrí nuevamente hacia él "feliz cumpleaños Jimin" me gritó toda mi familia, me senté en aquel banquillo y pasé lentamente mis deditos acariciando aquel instrumento que robó mi aliento desde el primer momento que lo escuché...

-¡Jimin!- gritó Seokjin, me había quedado pensando en aquel momento de mi infancia- hombre, vamos a trabajar, llevas veinte minutos viendo a la nada, que manera tan extraña tienes de concentrarte, al aire en tres minutos.

-Lo siento Seokjin, estoy listo.- vi como me sonrió, la cuenta regresiva del tres al cero comenzó para dar inicio al programa de radio, suspiré y comencé a tocar Para Elisa, me olvidé del mundo exterior, solamente éramos yo y el piano, nadie más.

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Hola~ Espero les haya gustado mucho.
Un besito
C~

Piano -Yoonmin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora